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miércoles, 5 de septiembre de 2012

No es un dolor, es el desafío de transformarnos

Buen día... después de reclamar un dolor, ahora estamos reclamando 

una transformación... 

Autor Benjamin Garcia

Vuela llenando de colores la madrugada y el trillo, 

vuela hasta mi nido con mirada impetuosa, 

vuela discreta trasformando su propio brillo, 

vuela y se hace imperecedera, vuela mariposa.


Pareciera que el trayecto más difícil de transitar es el de la duda. La confusión ante el camino abierto esperando nuestras huellas, cuando son imprecisos los parámetros para determinar la ruta correcta.  Se  hace confuso el futuro, y el porvenir se llena de preguntas sin respuesta.  

Empezamos a sentir como si nadáramos en el fango, como si nos arrastráramos sobre piedra caliente o cristales rotos. La incertidumbre no es buena aliada, es capaz de cortar las alas al águila mas embravecida. 

Nos cambia la apariencia y parecemos caracoles sin destino.  Nuestros compañeros de ruta nos sienten distraídos, atrapados en las redes del tiempo. Seres meditabundos que perdieron la rosa de los vientos.

Cuando asalta la duda nos hacemos presa del desaliento, la desilusión y el desamparo.  El ambiente se hace pesado y caminamos pesadumbrosos, mirando al suelo, como si solo allí estuviese la respuesta. Sin embargo, si sabemos ser pacientes, podremos visualizar el rumbo sin dificultad. 

Porque no somos entes para dejarnos desperdiciar por el extraño suceso de la vacilación, aunque nos sintamos encerrados en el más apartado calabozo de una cárcel para dementes. No… los humanos somos superiores, estamos hechos de materia con capacidad de transformarse, nuestro espíritu es un universo insondable lleno de puertas, lleno de puentes.

Estamos llamados a la trascendencia y un simple temor no puede detenernos, es el momento para convertirnos en cazadores y atraparles, utilizar esa fuerza para transfigurar nuestro entorno, porque es muy probable que de allí venga la vacilación. 

Ese estadio vegetativo puede no ser tal cosa, sino un tiempo de prudencia donde sin darnos cuenta nos convertimos en oruga, ese gusano verde de apariencia extraña que devora las hojas y cuyo destino es, luego de un proceso de aparente aniquilamiento, convertirse en mariposa con la capacidad de volar en libertad. 

Entonces, quizás no sea necesario un dolor, sino el reconocimiento del momento de duda que vivimos. La particularidad de este instante, personal y colectivo, se nos presenta desafiante y es entonces la oportunidad de hacer introspección y desentrañar esa fuerza que nos hace capaz de pasar, de simple gusano rastrero y repulsivo, a seres alados que despiertan la admiración del más indiferente de los mortales.

Transitar de la sombra a la luz, de la inacción a la más fecunda actividad, del duelo doloroso al regocijo, del llanto a la risa, de la duda a la esperanza.  Tomar ese ejemplo de la naturaleza y hacer acopio de sus enseñanzas.  No temer dejar de ser quienes somos, salir de ese capullo inactivo, porque al igual que la mariposa, estamos llamados a construir un destino en libertad.

Romper la coraza, sacudirnos el polvo y empezar a vibrar para poder brillar, para alcanzar los pináculos de la verdad y el gozo.  Para volar libres de aprensión, sobre valles, montañas, mares, desiertos. Pasar, de ser laguna a río abundante y caudaloso cuyo tránsito llena de vida cuanto toca.

Estamos llamados a volver a ser, volver a nacer desde la misma soledad del silencio. Roto el capullo, nuestra música se desparrama milagrosa inundando de colores las praderas.  Y en la medida que nos transformamos, se transforma el colectivo llenando de luz el universo. 

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