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lunes, 17 de septiembre de 2012

Buen ritmo y puntual‏

Autor Rafael Sánchez Cárdenas 

Columnista invitado

El nuevo gobierno ha iniciado con buen pie. Marcha como si le guiara la conciencia general del país. Sus pasos y medidas responden, en general, a las aspiraciones sociales.

Se percibe en el ambiente una gran dosis de aceptación popular.
Desde luego, el Presidente viene operando bajo el entendido de que para avanzar las tareas pendientes, la sociedad nacional precisa de un claro mensaje rectificador.

Sabe, que sin la confianza y la credibilidad de la población en el gobierno y los políticos que le conducen, la realización de sus metas de gobierno se verán obstruidas. La no correspondencia de las acciones del gobierno con los reclamos y necesidades sociales prioritarias son la fuente del descrédito y la desconfianza.
No es solo la falta de recursos lo que desacredita, sino el mal uso de lo poco disponible.

A manera de ejemplo: la Ministra de Educación, Josefina Pimentel, acaba de informar que el programa de alfabetización “Quisqueya Aprende Contigo” tendrá un costo aproximado de RD$1,900 millones de pesos. Ese programa impactará positivamente a casi el 10% de la población dominicana, generalmente pobre, y que hasta hoy vive en la oscuridad de la ignorancia.

Con los ingresos y presupuestos públicos que por décadas hemos dispuestos, no es posible justificar la existencia de analfabetos en este país, siendo que con una “minucia” de  US$46 millones de dólares, un poco se sentido patriótico y la vocación social de un Presidente se puede erradicar el analfabetismo del país en breve tiempo.

El gobierno actual va mostrando aciertos en cada punto confrontado y un irrefutable enfoque de sus políticas. Poquitos días, mucha sustancia y un norte claro.

Atiende, primero, la paja en sus ojos: control del dispendio y las compras sin control, transparenta los permisos de importación, código ético, control de tarjetas de crédito, Miss Universo para después, jeepetas controladas y reducción de altos funcionarios.

Se trata de recuperar la confianza y la credibilidad del gobierno, con el ejemplo, para las grandes tareas de la rectificación nacional.

Solo un sectario procaz activa su alquimia contra el gobierno, incapaz de reconocer el obrar correcto del mismo.

Consuela, sin embargo, la sinceridad del genio de Harold Priego: Turpen ya no es un Turpen y su parafernalia tampoco es la misma.

A aquellos les pasa por el frente la caravana de lo bienhecho, tan reclamado, sin reconocer, como fariseos, que justamente era eso lo que pedían.
¡Ah política la del necio!

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