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viernes, 4 de junio de 2010

Joaquín Sabina termina en Lima sus giras multitudinarias en Latinoamérica

Lima.- El cantante español Joaquín Sabina ofreció hoy un concierto en Lima en el que, como prometió al principio, "se dejó el alma" durante casi tres horas, y con el que puso fin a los grandes recitales en Latinoamérica.




Sabina, al que se vio feliz en el escenario, señaló que la gira latinoamericana que hoy concluía ha sido "más feliz y más cómplice" de lo esperado, y tuvo numerosos guiños con el público de una ciudad que conoce bien por ser la cuna de su compañera, Jimena.



Abrieron el concierto unos compases de la canción alemana "Lili Marleen" a ritmo tabernario que dieron paso a un Joaquín Sabina de frac y bombín, que arrancó con "Tiramisú de limón", el tema más celebrado de su disco "Vinagre y Rosas", que también da nombre a su gira.



De este último disco proceden las canciones más melancólicas del recital, las que relatan las llagas del amor y la ruina de la soledad, esas que Sabina ha escrito a cuatro manos en la ciudad de Praga con su amigo, el poeta español Benjamín Prado.



Uno de los momentos más emotivos del recital fue cuando Sabina contó cómo la felicidad en la que ahora está instalado le impedía componer buenas canciones, hasta que se topó con Prado, herido por el desamor, y juntos se fueron a Praga a componer canciones como "Cristales de Bohemia", que fue una de las más logradas de la noche.



Pero las canciones tristes se alternaron con otros ritmos más rockeros, como "Embustera", "Llueve sobre mojado", "Ganas de" o la clásica "Princesa", una de las más coreadas por el público limeño.



Y es que, tras exhibir el muestrario del dolor y la nostalgia, Sabina dio paso a las canciones que le han hecho aún más famoso y con las que celebra como nadie sabe hacerlo la noche, la fiesta, el sexo y los excesos de un hombre que "le levanta la falda a la luna mientras el sol se mete a las siete en la cama".



A sus 61 años, el cantautor de Úbeda (Jaén, Andalucía) sabe dosificar perfectamente las penas con la celebración y hasta el humor, y se erige en indiscutible rey de su espectáculo, pero no tuvo reparos en ausentarse en dos ocasiones durante el concierto y dejar a su banda cantando sus canciones.



La orquesta que acompaña a Sabina -guitarra, bajo, piano, acordeón, saxofón y corista- se mostró muy compenetrada y cómplice con el cantante, sobresaliendo el guitarrista Panchito, el bajo Pancho Varona y la corista Marisa, quien exhibió una estudiada tensión sexual con "el jefe" y se atrevió con la copla "Y sin embargo te quiero", muy aplaudida.



Todos se situaron en un escenario que tenía como fondo una pintura con los tejados y azoteas de una ciudad indeterminada, ese "desolado paisaje de antenas y de cables" que Sabina cantó en "Calle Melancolía".



Pese a la expectación que había despertado el concierto en Lima, muchos asientos del escenario al aire libre del Jockey Plaza quedaron vacíos, tal vez debido a los altos precios de las entradas, en su mayoría superiores a los cien dólares.



Hacía frío en esta noche limeña de otoño, pero esto no desanimó a los asistentes, que no se contentaban con dos horas de concierto y exigieron más y más. Volvió Sabina para cantar la infaltable "Y nos dieron las diez" con la que parecía cerrar el concierto, pero se sentía en vena y regresó con más temas del último disco.



Será por sentirse como en casa, o será por la felicidad que exuda el cantautor, que le hizo decir a un amigo "Pero qué bajo has caído", como relató. Tanta felicididad abruma al cantante, y, como la culpa es de una limeña, dijo Sabina con cariño: "Maldito Perú". EFE

Autor: Javier Otazu

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