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martes, 23 de marzo de 2010

Cristo murió y resucitó para darnos una vida abundante y eterna‏


Pastor Antonio Regalado (Sócrates)
El autor es comunicador social y ministro de la fe,residente en Estados Unidos

El período que transcurre invita a la meditación, porque debe haber un campo de actividad espiritual que necesitan las colectividades y los pueblos para desarrollarse en el escenario de personas que conviven y se relacionan dentro de una misma esfera social, para un cambio de dirección en el alma, que nos guíe a una reflexión que tenga como objetivo el crecimiento, progreso y prosperidad de todo el colectivo..




Vivimos en medio de una agitación violenta de la vida pública y en una convulsión política de tal magnitud,

que nos estamos olvidando de las pequeñas cosas que nos hacen vivir, y que como dijo el poeta Serrat, hasta nos hacen llorar "cuando nadie nos ve."



Ser santo no es asunto de un día ni de una semana, es un mandato de Dios que el creyente está llamado a llevar en obediencia siempre, "Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor".{Hebreos 12:14}.



Mucha gente está a la espera de una semana en el mes de Abril para irse a diferentes lugares para experimentar emociones que nada tienen que ver con el verdadero significado de la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.



La Biblia dice que en los tiempos del fin aparecerían hombres " que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita." 2 Timoteo 3:5.



El creyente de Cristo debe cuidar su testimonio, y tener mucho cuidado con esa oferta de una "supuesta semana santa" en la que de todo se ve y se practica, y solamente un remanente, santo y separado para Dios, mantiene una profunda comunión e intimidad con Jesucristo.



Dice el Apóstol Pedro por medio del Espíritu Santo:



Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.- 1 Pedro 2:9.



Somos embajadores de Jesucristo en la tierra, y esto implica que nuestro testimonio debe reflejar el formato de la obra redentora que ÉL fabricó en nosotros con el sacrificio de su muerte en la cruz.



El cordero inmolado vive, y está invitando a salvación y vida eterna,



"He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". {El Apocalipsis 3:20}.



Con su muerte nos ha resucitado juntamente con Él, siendo el pan vivo que descendió del cielo para que el que de él come, no muera.



La nación que se humilla y acepta a Cristo como Salvador y Señor, camina en prosperidad, bendiciones, y en victória. Aquí les dejo las siete palabras pronunciadas por Jesús antes de redimir a la humanidad de la muerte y del pecado.



1- Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc. 23,34)

2- En verdad, en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso (Lc. 23,43)

3- Mujer, he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre (Jn. 19, 26-27)

4- ¡Dios mio, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado? (Mc 15. 15,35; Mt. 27,46)

5- Tengo sed (Jn 19,28)

6- Todo está consumado (Jn. 19, 30)

7- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc. 23, 46)



Maranatha, el Señor Viene.

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