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lunes, 29 de octubre de 2012

La envidia: Un sentimiento que envilece‏

Escrito por el Pastor Antonio Regalado 
 
Algunos han llegado a decir que es lo que mas se parece a un zafacón lleno de codicia. Es definida como “Tristeza airada o disgusto por el bien ajeno o por el cariño o estimación que otros disfrutan.”
 
La mayor parte de los problemas de la gente manifiestan un contenido abundante y envidioso de las manifestaciones humanas..

Las guerras, la falta de comunicación, los divorcios, la incapacidad para ponerse de acuerdo, y un amplio abanico de dificultades, se deben mayormente a gente refugiada bajo un techo de envidia que bajo una vestidura de egoísmo, se cobijan bajo la bandera del resentimiento.

Para muchos es identidad de la deshonra y pasaporte de la rivalidad y la división.
 
En varias ocaciones he afirmado que la envidia es una tripulación que va distribuyendo sus mercancías llenas de veneno a toda alma y corazón que determinen abrirles sus puertas.
 
¿Que persona no ha sido golpeada por un envidioso o una envidiosa en más de una ocasión?
 
Hablemos de la familia, la razón por la que Caín mató al justo Abel, su hermano, fué la envidia. Caín no soportó la excelencia de la ofrenda de Abel a Jehová, le entregó lo mejor de su cosecha, en cambio él le dio al Señor lo primero que encontró. 
 
Mensaje: Cuando haces bien tu trabajo para tu Señor, un envidioso a veces multiplicado, va a querer hacerte la vida imposible en la Iglesia porque eres excelente en todo lo que haces para Dios. 
 
Es posible que esa sea la circunstancia que te rodea y que te afecta en este momento dentro de tu propia iglesia, que alguien queriendo dañarte, menospreciarte, herirte, desanimarte, haya levantado contra ti persecución. ¡ Es que la Gracia de Jesucristo es una luz que ilumina todo lugar que pisan las plantas de tus pies!!!!!
 
Sus riñas y refriegas ocultas se hacen manifiestas en centros de trabajos, congregaciones, escuelas, barrios, universidades, oficinas, asociaciones profesionales, dentro del pueblo de Dios, en fin, no hay lugar donde la envidia no pueda introducir su sentido del olfato maligno.

Don Quijote expresó: “Oh, envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes. Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué deleite consigo; el de la envidia no trae sino rencores y rabias.”

Refiere Martín Alonso: “La envidia, polilla del talento, lleva el sello diabólico en su origen.”
No hay dudas de que la envidia es una expresión y sainete del hombre mediocre, y una de las inmundicias de las obras de la carne.

Ante todas estas cosas la Palabra de Dios nos invita a superar cualquier sentimiento que quiera arrastrarnos hacia esa desgracia, y nos muestra el camino más excelente que es el fruto del Espíritu: “Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre, Templanza.”

Quien a Jesucristo recibe, a la envidia derrota, y se convierte en más que un vencedor, y los que son de él, dice el Apóstol Pablo, han crucificado la carne (envidia, pleitos, falta de comunicación, y cosas semejantes) con sus pasiones y deseos. Gálatas 5:22-24.
 

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