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lunes, 29 de octubre de 2012

DEFENSA A CRIMINALES MENORES

Autor Fernando Rodríguez Céspedes

Cuando veo la ardorosa defensa de personalidades, instituciones y periodistas  en contra  de que   sea modificado el Código del Menor para aumentar las penas contra quienes  incurran en actos criminales, no puedo evitar recordar el secuestro, tortura y asesinato de los siete taxistas de la Zona Oriental víctimas de una pandilla de menores que pronto estarán de nuevo en nuestras calles.


Mas reciente, en San Cristóbal, varios delincuentes, entre los que se señalan a dos menores, fueron acusados de secuestrar, violar y golpear hasta la muerte a una indefensa niña de apenas 5 años de edad y así podrían seguirse enumerando hechos delictivos en los que han participado mozalbetes cuya capacidad de maldad supera a muchos adultos criminales.

Estamos conscientes de que la inequidad, el estado de injusticia social, el desempleo, la proliferación del micro-tráfico en nuestros barrios y la falta de educación y orientación de esos jóvenes son causas indiscutibles de sus conductas criminales, pero si los exculpamos de sus responsabilidades, por estas mismas causas, tendríamos que hacer lo mismo con los delincuentes adultos.

No nos llamemos a engaños, no es verdad que esos males  de raíces sociales tan profundas  van a desaparecer de la noche a la mañana y mientras tanto algo tiene que hacerse para sancionar con mayor drasticidad la conducta criminal de quienes, menores o no, han sumido a la sociedad en un estado de inseguridad que ni en su propio hogar uno se siente seguro.

Estoy de acuerdo en que el solo aumento de la reclusión como castigo es inútil contra los menores descarriados si no conlleva un proceso de reeducación y desintoxicación, en el caso de que sean adictos, que permita reinsertarlos en la sociedad, incluso con un oficio aprendido en escuelas laborales creadas en las correccionales  para esos fines. Pero algo hay que hacer.
 

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