Vistas de página en total

martes, 28 de agosto de 2012

Nos hace falta un dolor


Escrito por Benjamin Garcia
En medio de tantas sonrisas cínicas, dramas mal montados con libretos manidos.  Nadando en el fango de la mentira y la incapacidad, provocando derrotas y levantando brazos por victorias a medias, nos encontramos frente al espectáculo triste de un tren descarrillado, y al parecer, desde hace ya mucho tiempo, sin un norte como guía, que es mas grave.   


Plegarias desabridas, letanías que no alcanzan la autenticidad del sentimiento.  Reclamos interesados y egoístas, luchas cuya bandera es la posibilidad de aumentar la cuenta de banco y un rosario interminable de poses.  Así vamos en medio de este mar, carente de certezas o de luces que tanta falta hacen para el buen vivir.

Cada vez somos cada quien y dejamos de ser nosotros.  El vecindario es un lugar donde habitar las horas, las calles una simple ruta por la cual trasladarnos. El pasado es un viejo banco tirado al fondo del patio y el futuro una pendejada desconocida a la cual llegar si se puede, pero sin mucho apuro. El presente resuena como maraca de combo viejo, con un talán sin otra historia que la lágrima del momento.

En la espalda un saco roto por donde se desliza el porvenir, agujeros por donde se escaparon de a poco las esperanzas, dejando en la costura la desventura y una risa opaca que no alcanza para encender un sueño.  El río lleva los bagazos de las consignas universitarias, del coro barrial de “Hay un país en el mundo en el mismo trayecto del sol”.  Una vez fueron una señal, hoy habitan el desamparo.

El que bajo el brazo llevaba antes “El capital”, hoy corre vestido de Dior tras “el capital”.  La canción que llenaba el ambiente con protestas y propuestas hoy lo contamina con el sinsentido de una frase invitando a “poner to’eso pa’ lante”.   La corriente marginalidad sin imaginación ni talento, ocupa un espacio estelar y compitiendo, a veces con mayor ventaja, en los escenarios del buen gusto.

Signos de los tiempos y sus inevitables cambios, las sociedades avanzan, las generaciones producen sus propios códigos y establecen las normas para buscar fortunas y felicidad.  Para relacionarse y procurar el balance.  Entendido eso desde la dialéctica, pero cuando observamos el escenario sentimos el impacto de una involución, el olor de un cocido, antes preparado con esmero, que ahora huele a aceite rancio en muchas de sus porciones.

Pero no es de lamentar, sentarnos a darnos manotazos en el pecho pidiendo clemencia o inferirnos latigazos en la espalda como castigo.  Más bien nos hace falta implorar un dolor, de esos intensos que nos incite, como dice Silvio a “parir un nuevo corazón”.  Sacar de raíz esa culpa y empezar a labrarnos un nuevo destino.  A construir una nueva esperanza.

Celebrar cada mañana una nueva posibilidad.  Desde cada trinchera, sea el poder político, las iglesias, la empresa grande, el colmado de la esquina, el salón de belleza, la granja, el surco, hacer una apuesta por el cambio, encarar desde la fe el reto de hacer una nación mas optimista, donde como nos dijeran hace unos días, en la inauguración de las nuevas autoridades,  dejar de ser un ciudadano individual para ser un colectivo.

Independiente del panorama sombrío que a veces percibimos, las posibilites de avanzar son muchas, muchos los caminos que se abren dibujando una nueva perspectiva, es “sacar de abajo”, incluso desde las carencias mismas y tomarle la palabra al nuevo presidente, quizás un poco mas ajustada a la realidad que la anterior consigna de “e’ pa’lante que vamos”… “manos a la obra”. 

Que nos duela, porque como dice Juan Luis Guerra… “puja el vientre, que se abran los mares, que la vida duele es ley de madre, pero el fruto olvida lo sufrido…”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu opinion nos ayuda a crecer