Con 31 años de carrera en la policía brasileña,
Joaquim Dias Alves acaba de descubrir un caso de secuestros, robos y
sensualidad que creía reservado para el cine: "La fantasía se vuelve
realidad", dice, asombrado.
Se trata de un grupo de mujeres jóvenes,
educadas y de clase media que durante meses se dedicó a capturar
víctimas en centros comerciales de Sao Paulo para gastar con sus
tarjetas de crédito.
"Una o dos hablan más de un idioma,
tienen cultura básica, algunas fueron al exterior a hacer cursos", dice
Alves, jefe de la división antisecuestros de la policía civil de Sao
Paulo, a BBC Mundo.
Pero el investigador sostiene que lo que
realmente hace este caso diferente a otros es el arma principal que
usaba el grupo para sus fechorías: "La seducción".
"Son muchachas bonitas, realmente", señala el policía en declaraciones a BBC Mundo. "Bien vestidas, maquilladas…"
En Brasil han sido definidas como la "banda de las rubias", por el color del pelo de la mayoría de sus integrantes.
Secuestros exprés
El modus operandi del grupo consistía
básicamente en buscar víctimas mujeres en centros comerciales de las
zonas sur y oeste de Sao Paulo, más bien solas, ricas y con similitudes
físicas a alguna integrantes de la banda.
"La víctima era elegida (para) que tuviese las mismas características de las rubias", explica Alves.
La seguían hasta el estacionamiento del local y
la obligaban con un arma a entrar a su vehículo. Ahí le robaban objetos
de valor, documentos, tarjetas de crédito y códigos de seguridad de las
mismas.
Mientras la víctima era llevada a dar vueltas
por la ciudad en su propio auto, otra integrante de la banda se quedaba
con las tarjetas de crédito.
Entonces llegaba el momento utilizar sus encantos para hacerse de un gran botín.
La "rubia" con las tarjetas robadas se dedicaba a
recorrer centros comerciales y gastar todo lo que podía, confundiendo a
los empleados con sus buenos modales y presencia agradable para evitar
las sospechas.
"La víctima era elegida (para) que tuviese las mismas características de las rubias"
Joaquim Dias Alves, policía
Según Alves, el objetivo de la impostora era
cambiar "la percepción de lo que estaba ocurriendo, con el uso de la
tarjeta de crédito y la identidad de otra persona", que solía parecerse
parecía a ella.
Las tiendas favoritas de la banda eran sobre
todo de artículos electrónicos, dijo el investigador, pero también
compraban ropa de marca y sacaban todo el dinero que podían de cajeros
electrónicos.
Alves cree que la banda tenía un nivel de
organización importante, incluso para dividir al equipo de secuestros y
del de compras, de modo que fueran más difíciles de identificar por las
víctimas una vez liberadas.
"El detalle es evidentemente la inteligencia, la estrategia que fue empleada para actuar", explica.
"Mucho" dinero
Se estima que la banda lleva tres años de
actuación, aunque al principio comenzó con asaltos en edificios y recién
después se dedicó al secuestro de por lo menos medio centenar de
personas.
Alves aclara que el número de víctimas sigue
creciendo con la difusión que el caso ha tenido en los medios en estos
días, que hizo aparecer nuevas denunciantes.
La policía cree que finalmente ha comenzado a desarticular a la banda.
Este jueves fueron arrestados como sospechosos
de pertenecer al grupo una mujer (la única morocha que se cree que lo
integraba) y un hombre (se estima que su función era asegurar los
secuestros y conducir el vehículo)
Previamente había sido detenida otra mujer (esta sí rubia) que niega estar vinculada a la banda.
Pero Alves cree que "el grupo es mayor"; las
investigaciones continúan y se buscan por lo menos otras cuatro rubias
sospechosas de integrar la banda.
"Las propias mujeres son las líderes", sostiene. "Es un grupo donde las mujeres tienen una posición muy importante".
Aún se indaga cuánto dinero ajeno llegaron a
gastar, pero el policía dice que fue "mucho". Como ejemplo, señala que
sólo en un secuestro gastaron el equivalente a US$ 9 mil con la tarjeta
de crédito de una víctima.
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