Un auge récord de los cultivos transgénicos puede
llevar a Brasil a pelearle a Estados Unidos el liderazgo global en esos
productos, pero abre nuevas dudas sobre cómo el país fiscaliza el
fenómeno, sostienen expertos.
Brasil es considerado hoy el segundo país del
mundo con más cultivos transgénicos, después de superar a Argentina en
2009 y registrar el mayor crecimiento global de esas plantaciones
durante tres años seguidos.
Este boom parece haber colocado a
Brasil en una etapa posterior al gran debate sobre su modelo de
agricultura y, según expertos, plantea al gigante sudamericano el reto
práctico de vigilar un mercado agrícola y alimenticio en constante
cambio.
“Sin duda significa un desafío y Brasil no está
preparado para esta expansión de los transgénicos”, dijo a BBC Mundo
Adriana Charoux, la investigadora del Instituto brasileño de Defensa del
Consumidor (IDEC).
“Motor”
Estados Unidos es el mayor productor mundial de
cultivos transgénicos, con 69 millones de hectáreas plantadas en 2011,
según el Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones
Agrícolas en Biotecnología (ISAAA por sus siglas en inglés).
Hectáreas de cultivos transgénicos
- Estados Unidos: 69 millones
- Brasil: 30,3 millones
Brasil alcanzó 30,3 millones de hectáreas
plantadas, un aumento de 20% respecto a 2010, y se convirtió en el
“motor” del crecimiento mundial de esos cultivos, indicó el mes pasado
esa organización no gubernamental.
Clive James, presidente de ISAAA, sostuvo que
Estados Unidos mantiene una diferencia muy grande frente a otros países
en esta materia, pero dijo Brasil reduce “rápidamente” la brecha y en el
futuro puede cerrarla.
“Le llevará un tiempo, pero creo que la voluntad
política está ahí y que el objetivo es aumentar la productividad a
través de la biotecnología”.
A su juicio, el auge brasileño se debe al modelo
de rápida aprobación de semillas que hay en el país y a flujos de
tecnología creados para apoyar el crecimiento, con “alianzas” entre el
sector público y privado.
Los tres principales cultivos transgénicos en
Brasil son la soja, el maíz y el algodón, pero en el país ya se busca el
desarrollo de nuevos productos como la caña de azúcar genéticamente
modificada.
Hace unos días, una empresa anunció que este año
comenzará a comercializar en Brasil un maíz con cinco genes
modificadores diferentes, una novedad en el país.
La compañía, Dow Agrosciences, con sede en
Estados Unidos, declinó informar sobre los motivos de este lanzamiento
en el mercado sudamericano ante una consulta de BBC Mundo.
“No hay problemas”
“Es un mercado muy dinámico y cada año hay una
novedad”, dijo José Carlos Cruz, experto en maíz y sorgo de la Empresa
Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA por sus siglas en
portugués), vinculada al Ministerio de Agricultura.
"Este debate no está planteado de forma transparente en la sociedad. Falta información del consumidor, educación y estudios científicos independientes, porque los que están siendo realizados son pagos por los fabricantes"
Adriana Charoux, investigadora del Instituto brasileño de Defensa del Consumidor (IDEC)
Cruz señaló a BBC Mundo que 70% de las semillas
de maíz vendidas actualmente en Brasil son transgénicas, un cambio
radical respecto al 39% registrado en la zafra 2009/10. Y estimó que
pronto se alcanzará 85%.
A su juicio, el cambio se debe a las ventajas
que el cultivo de maíz transgénico ofrece contra la plaga de la lagarta y
al aumento de rendimiento que se logra con esas semillas.
Sin embargo, admitió que la productividad de un
cultivo transgénico es similar a la de cultivos convencionales aunque
“hace que no se pierda con el ataque de plagas”.
Cruz sostuvo que el gran debate en torno a los
transgénicos “acabó” con la opción que han tomado quienes deciden
cultivarlo pese a que las semillas modificadas genéticamente sean más
caras.
“En términos prácticos ya no hay problemas,
aunque siempre habrá un grupo intentando impedirlo, pero el productor es
el que define eso, y ya definió”.
“Falta información”
Sin embargo, Charoux afirmó que “es necesario
investigar mucho más para saber el impacto de los transgénicos”, que en
Brasil comenzaron a cultivarse a fines de los años ’90s.
“Este debate no está planteado de forma
transparente en la sociedad. Falta información del consumidor, educación
y estudios científicos independientes, porque los que están siendo
realizados son pagos por los fabricantes”, dijo la investigadora del
IDEC.
Isabelle Geoffroy, una experta en bioseguridad y
vigilancia sanitaria de la Fundación Oswaldo Cruz consultada por BBC
Mundo, señaló que Brasil carece de laboratorios suficientes para
analizar todos sus productos transgénicos.
“Además, no tenemos equipamientos que consigan
detectar la cantidad de transgénicos en productos derivados de esos
alimentos, como por ejemplo el aceite de soja”, añadió Geoffroy, que en
julio publicó un informe acerca de la falta de información que hay sobre
este tema en Brasil.
A su entender, la situación actual obstaculiza
el cumplimiento de una ley que obliga a identificar con un rótulo para
los consumidores los productos transgénicos que se comercializan en el
país.
En referencia a la Comisión Técnica Nacional de
Bioseguridad brasileña, que da su parecer para la liberación comercial
de alimentos transgénicos, Geoffroy dijo que “los intereses políticos y
económicos no se deben sobreponer a cuestiones de salud humana, animal y
del medio ambiente”
“Ese es el mayor riesgo para la sociedad”, concluyó.
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