Escrito por Edwin Espinal Hernández |
Através
del tiempo, en la conmemoración de la batalla de Santiago se han
reconocido determinados valores frente a otros no menos importantes y se
le ha dado un carácter mitológico a algunos hechos y personajes.
Tradicionalmente, el general José María Imbert, como comandante del
ejército dominicano y el general (entonces capitán) Fernando Valerio,
por su ataque al arma blanca, han merecido los mayores reconocimientos
como héroes de este combate.
Valerio
ha sido presentado como un superhombre que con sus andulleros hizo
retroceder al enemigo hasta el río Yaque, cuyas aguas “se enrojecieron
con su sangre”, como se ha escrito de manera fantástica.
Igualmente
a Juana Saltitopa la han consagrado como una protagonista legendaria
por su discutida búsqueda de agua en el río para enfriar los cañones
dominicanos, cuando el acceso al Yaque se hacía entonces por caminos en
terrenos empinados limitados por altas barrancas y además porque los
puntos para la recogida del agua quedaban muy lejos de las posiciones
defensivas dominicanas.
Se
han ensombrecido patriotas de una participación igual o más destacada,
como el general José María López, jefe de la artillería, el arma que
decidió la batalla; los coroneles José Nicolás Gómez y Román Franco
Bidó, este último considerado de gran importancia por su aporte en
dinero, cartuchos y lanzas, así como los frances Achille Michel y Pedro
Eugenio Pelletier, a quienes Imbert confió posiciones principales.
No
se han aportado razones válidas para justificar la salida de Mella
hacia San José de Las Matas en búsqueda de refuerzos junto a los
oficiales que podían sustituirlo, que eran los más capaces para
enfrentar al enemigo ni tampoco para explicar su orden de inutilizar los
cañones que se habían preparado para la defensa, en caso de que los
haitianos vencieran la resistencia de los dominicanos. Sin embargo, hay
que decir que el propio Imbert refiere que en su informe sobre la
batalla que la columna de Pierrot, en su retirada hacia Haití, fue
atacada en varios puntos “por los nuestros de la Sierra”.
Se
ha destacado mayormente la derrota de los haitianos ante la supuesta
falta de muertos y heridos de los dominicanos. Unos dicen que fue una
táctica militar que utilizó Imbert al informar sobre la batalla a la
Junta Central Gubernativa y otros argumentan que efectivamente no hubo
bajas, ya que topográficamente los dominicanos estaban en una posición
más alta que los haitianos en el campo de batalla.
También
se ha dejado a un lado el aspecto económico frente al patriótico.
Muchos comerciantes del Cibao apoyaron la Independencia y prácticamente
financiaron los preparativos del combate. En Santiago lo hicieron Román y
Juan Luis Franco Bidó, Cipriano Mallol, Francisco Viñals, José
Devandelier, J.E. Villanueva, Manuel Curiel y Fernando Aponte. Además,
lograron la integración de campesinos de La Vega, Jarabacoa, Constanza,
El Jamo, Moca, San Francisco de Macorís, Mao, Amina, Gurabo
de Mao, Hato del Yaque y Jacagua, los cuales conformaron los
escuadrones de caballería y las compañías de infantería que se
articularon en esas comunidades, ligadas al mercado del tabaco.
Ya
es tiempo de que se vaya presentando esta batalla sin tantos puntos
oscuros, confusiones y preguntas sin respuestas, para lograr su
verdadero enfoque y situarla en el lugar que le corresponde en la
historia nacional.
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