A mi cama llegaron y me robaron algo de extraordinario valor...
He aquí mi denuncia...
"Escrito por Benjamín García"
La madrugada me ha jugado una trastada. Mientras dormía, me han hurtado las ideas que antes las musas
habían traído sigilosas y guardaba con celos.
Un descuido mientras soñaba con algún amor maldito de esos que quitan el
sueño. Pudo ser, quizás, un acto de
hipnosis y yo le haya entregado el tema de mi nuevo artículo, como le sucedió a
la señora con unos pillos. Le dijeron dos cosas mirándole los ojos y fue
directo al banco donde tenia depositadas sus posesiones, y las entregó sin
chistar.
Todavía no despierto del asombro, me han robado un valioso
paquete de palabras, como a Sabina le arrancaron de cuajo el mes de abril, o a
Silvio su Unicornio azul. Nunca pensé en
esa posibilidad.
El culpable he sido yo,
todo el mundo, cuando le hacen un regalo tan valioso como este, lo deposita en
el ordenador o en un papel indecoroso, de esos que pueblan las madrugadas de
las mesitas de noche. Jamás debí fiarme
de las alforjas de la memoria.
He intentando hacer acopio, pero solo de manera vaga me
llega a la memoria un triste hangar del este, desde donde extrajeron un avión
que luego encontraron en un país suramericano.
Caramba sí, pudieron ser los duendes en los cuales deposité la confianza
de la vigilia. Siempre he tenido la
percepción, por sus uniformes, de que son ellos quienes cada noche roban una o
varias hebras a mi cabellera, y por eso, cada vez más, mi cabeza se parece a la
del candidato.
Vagamente, ahora que le menciono, recuerdo que dentro del
paquete venía algo de una “patología de la libertad” o algo así como un “trauma
ecológico”. Lo primero por aquello de
los forenses, quienes piden mejores condiciones para hacer su trabajo de “patólogos”
con mayor libertad.
Lo segundo por el afán
de las mujeres en desmontar sus montes, esos que tantos versos inspiraron y hoy
son solo un desierto. Insisto, no logro
reunir con coherencia dos míseras piezas de aquel regalo de las musas.
Algo hay de “hacer lo que nunca se hizo”, o “dejar de hacer
lo mal hecho”, aunque para ello se ande haciendo lo indebido. Es solo un pequeño chispazo, menudo e incorpóreo
que logro arrebatar a la memoria, sin éxito.
Miro la sonrisa y la doña al frente, como si estuviera llena de tubos en
la cabeza, mientras pregunta de qué se ríe.
Eso es, la primera imagen que recuerdo del despertar, es la del duende
mayor sonriendo con desparpajo. Ahora
hago conciencia, él sabía lo del arrebato nocturno. El tiene que saber quién o quiénes me han
dejado sin ideas.
No ha sido una despedida de las musas, recuerdo claramente
el momento en que me las entregaron, todavía no caía en las manos de Morfeo,
ese creído personaje, tan seguro de su autoridad sobre la vigilia. ¡Pero que tonto he sido!, ahí está la pista,
ese es el cómplice de los robos de las noches y de algunos diurnos.
Cómo no
recordar el hombre araña del presidente, aquel que caló las paredes de su torre
y llegó justo al lugar donde este dormía y sustrajo de allí, con facilidad
asombrosa, su computador. Ahora es fácil
entender el éxito del bandido. Antes
debió sobornar a Morfeo, ese definitivamente es un corrupto sin remedio, porque
solo él puede ordenar a tu cerebro que asuma un estado de inconciencia.
Ese mismo es el responsable de que desaparezcan los cables
del tendido eléctrico, las luces de las avenidas, las tapas de los imbornales,
los vehículos de las marquesinas de sus dueños.
Es el responsable de que entren mercancías sin pagar impuestos, del
azote a los “pasoleros” convertidos en peatones en un abrir y cerrar de
ojos. Ese Morfeo, amparado en su
autoridad se ha corrompido y ha permitido, que unos bandidos desalmados, saquen
una importante tajada para su provecho personal, del presupuesto que nos
corresponde a todos.
Ahora que vivo esta experiencia de quedar sin ideas, sin
tema para mi artículo, gracias a un ladrón empobrecido, tomo conciencia de la
necesidad de despertar, de estar alerta, vigilantes porque siguen empecinados
en robar hasta nuestros sueños, pero no se lo vamos a permitir.
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