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miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL DIA QUE LAS AVES ATACARON...


Autor: Ramón Sanchez.
Escrito mientras estaba interno en un hospital de New York



Allá en la distancia se ven volando las aves,

sigilosas se entrecruzan y parecen que se van perdiendo en la distancia; en realidad se preparan para adentrarse en un mundo sin forma y extraño.

De pronto...

Las veo... las veo como se acercan,

oigo sus aullidos,

y de su boca maldita veo como salen horripilante lenguas de fuego.

Entonces...

Mi voz comienza a vibrar,

el habla no me sale,

y la angustia se va metiendo entre mi rostro.

A mi lado oigo gritos,

Y oigo las aves como aúllan con aquel ronquido infamante,

Y veo ante mis ojos como se va desplomando el World Center,

y veo como caen los metales retorcidos,

y veo gente que huye, y veo gente que cae,

y veo gente que muere destrozada,

Y yo con mis miradas congeladas ni siquiera tengo tiempo para tenderle

Una sola de mis manos.

En mi reloj las horas pasan lenta,

Y el día se va volviendo arisco y largo,

Tan largo que hasta creo que ya se asemeja a una hoguera encendida,

Y después de ver aquel mundo destrozado siento que ya estoy perdiendo la esperanza.

Pero otra vez las oigo, se acercan de nuevo arrojando fuego por su boca.

Después caigo sin sentido, y cuando empiezo a despertar

escucho que ya en los altos de Manhattan blanquean

las riberas de los ríos, lentamente me incorporo...

con cautela abro mis ojos,

y asombrado veo como un chorro de humo ennegrecido se pasea libremente

Entre el miedo y la migra.

Y en las calles;

En esas calles ruidosa de Queen, de Brooklin y New Jersey,

Y debajo del duro hierro de Manhattan y del Bronx solo se escucha el insistente ulular de las sirenas, y yo, yo con mi alma alicaída me lleno de entusiasmo, y grito, grito de alegría por que aun estoy vivo, estoy vivo señor grito, entonces

me doy cuenta que todavía New York aun existe,

Y yo que pensaba que de él tan solo quedaba un hálito de vida.

Al rato vuelvo los ojos, y presiento que allá en lontananza hay algo que me mira, siento pánico, tras de mí siento como un leve suspirar, casi temblando volteo,

y descubro que allá en Stated Island aun se respira libertad, la veo atenta, vigilante como un águila en acecho, pero presiento que sufre,

quiere llorar con la lagrima y no puedes, siento compasión

porque también conozco el sufrir.

Al rato me doy cuenta que estoy solo,

solo agonizando en mi lecho,

pero no puedo hacer nada

no puedo señor,

no puedo porque yo soy un inmigrante ilegal.






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