Autor: Rolando Fernández
Columnista invitado
La verdad es que hay que ser muy desalmado, para decidir utilizar a pobres niños depauperados, y ponerlos a pedir a diestra y sinistra, bajo el candente Sol nuestro, y en medio de ese caótico tráfico vehicular; respirando además, todo ese monóxido de carbono que los automóviles en circulación despiden; a cambio de darles después, una mísera suma de lo que ellos logren reunir.
Eso significa poner en riesgo la vida de muchos de esos infantes; abusar de ellos, haciendo uso premeditado de su condición; perjudicarles psicológicamente; y, convertirles en parásitos sociales a temprana edad.
Son muchachos que, desde muy pequeños, se les induce a querer llevar una vida fácil; a querer vivir del cuento, como se dice en el argot popular; a pedir sin trabajar; y jamás, a tratar de estudiar y capacitarse debidamente.
De ese peldaño existencial, a las actividades delincuenciales, el camino es bastante corto, cuando nada logran recaudar; pues llega un momento en el que ya es tan poco lo que consiguen a través de la práctica pedigüeña, que equivale a nada, y sus demandas económicas, como es natural, tienden a crecer en el tiempo. Es debido a ello que, de ordinario se inclinan por delinquir sin reparo alguno. Por supuesto, es la vía más expedita para sus propósitos de obtención de recursos económicos, dada su condición de ineptos; y hasta se podría decir, que no son tan culpables, por la forma en que han sido conducidos.
Evidentemente, los mayores responsables serían los que les indujeron a vivir sin preocuparse por estudiar y trabajar, desde sus años de infancia; a ser limosneros y parásitos sociales, proclives a la delincuencia juvenil.
Pero también, cargan con parte de esa responsabilidad los padres biológicos de esos niños abusados, que permiten su utilización en una tarea tan dañosa. Luego, cuando comienzan a recoger los frutos del árbol sembrado, entonces hablan de mala suerte y de cruel destino para sus vástagos.
Ahora, cualquiera se preguntaría, ¿y dónde están las autoridades nacionales que deben velar por el cuido y protección efectiva de la niñez dominicana? Tampoco, nada se les oye decir a los organismos internacionales en torno a ese asunto, que se pronuncian con mucha vehemencia en contra del país, en relación al llamado maltrato infantil, al racismo mal fundado, como a la negación de derechos adquiridos, según ellos, cuando de niños haitianos se trata; de ordinario ilegales en el país.
Los mismos pequeños haitianos, también son usados como pedigüeños, por los padres compatriotas; y, por desaprensivos dominicanos, que de igual modo se dan a la tarea de abusar de su infancia e ingenuidad. Y, nadie con autoridad dice nada sobre esa deleznable práctica, a la vista de todos.
En consecuencia, es necesario ya que se tome cartas en ese asunto, para que no se continúe ampliando el criadero de parásitos sociales, a que tienden a convertirse esos niños; amén de que, por esa circunstancia dañina, se les podría ir considerando como potenciales delincuentes en embrión.
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