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jueves, 21 de octubre de 2010

[Abriendo un Camino] SEÑOR, ESCUCHA MIS LAMENTOS‏


Autor Ramon Sanchez


Señor, por última vez te pregunto…



¿Por qué en mi pueblo hay tantos niños con hambre, descalzos y harapientos?



¿Por qué cuando camino por esos barrios escucho que son los barrios de Dios?; sin embargo allí solo se oyen gritos, lamentos y gemidos.



Dímelo tú Señor que yo no entiendo,

¿Por qué las luces de tus barrios permanecen apagadas, mientras las grandes mansiones se asemejan a árboles preñados de silencio y disimulo.



¡Qué rápido pasa el tiempo!



Y yo todavía anhelo aquel tren que nunca tuve.



Acaso no te acuerdas Padre mió que yo soy aquel muchacho que le pidió a tu hijo primogénito un trencito de metal, recuerda que hasta le puse las hierbas un veintitrés de Diciembre, hace tanto que hasta el año lo olvide, me hice hombre esperando, ahora mis hijos también hacen lo mismo, lo hacen desde tiempo inmemorable; cada uno tararea lo que quiere, y dejan hierbas los día seis de cada enero sin resultado alguno.



No estoy entendiendo, en el catecismo aprendí a obedecer a tus principios, juré que jamás te iba a contrariar, pero el tiempo ha cambiado, ahora me irrito fácilmente al ver como viven y donde estudian los hijos de los narcotraficantes y los hijos de los funcionarios del gobierno. Señor no puedo seguir callado.



No puedo hacerlo Señor mientras en tus barrios los niños siguen jugando en las calles polvorientas.

Y no miento; eh

No miento, si te digo que esas mismas calles, un día fueron mis calles.

Y te digo también que allá al otro lado del barrio, donde empieza el muro de la vergüenza los narcotraficantes a plena luz del día venden y consumen marihuana,



Hasta a este lado llega el olor a hierbas secas, y este se entrecruza con canciones y ritos muy extraños.

Y es en esos lugares, los chicos de la alta sociedad se pasean desnudo embriagado de jubilo y de sustancia prohibidas.



Creo que tú ni siguieras imaginas lo que hacen a bordo de su Ferrari, y dentro de sus maquinas llevan chicas encueradas, cocaína y una cosa conocida por el mote de caviar.



Señor... contéstame con franqueza y perdóname si te ofendo,



Leyendo Los Evangelio leí que en la última cena tu hijo para librarnos del pecado dio a beber su sangre convertida en vino y dio a comer su cuerpo convertido en pan. Bueno no te puedo obligar a contestar; A propósito de pan, sabia que en tus barrios ese alimento ya casi ni se conoce, mientras una vaina a la que llaman heroína es comida para perro.

¡Carajo Padre Santo cuanta injusticia hay en esos barrios tuyos!

¡No te vayas! Dame un solo minuto, esta vez, tan solo quiero pedirte una migaja de pan para sembrarla en las barrigas de los muchachos del barrio.



Señor. Entre tú y yo,

Porque no te anima a cambiar esta mierda.

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