Autor Tiberio Castellanos
Comunicador dominicano residente en Miami
El Apóstol Pablo, en sus andanzas evangélicas estuvo en Atenas en los tiempos de aquellas originales Olimpíadas. Y observó que los atletas seguian una disciplina para triunfar en sus competencias.
Claro, muy claro, como Pablo no andaba por el mundo en campaña contra el sobrepeso o la prevención de los accidentes cardiovasculares, agrega en esa misma Carta a los Corintios, que esos atletas seguían esa disciplina sólo para ganar una corona de laurel (que era en ese tiempo el premio que se daba a los triunfadores), pero que él, Pablo, recomienda esa disciplina para ganar una corona más duradera y más valiosa que esa de laurel. Y agrega que "yo corro de esa manera (a la manera que corren los atletas disciplinados), no sin rumbo fijo; boxeo de esa manera, no dando golpes al aire; nada de eso, mis directos van a mi cuerpo y LO OBLIGO A QUE ME SIRVA, no sea que después de predicar a otros me descalifiquen a mi".
Al más bruto de los que lean esta descarga mía quiero confesarle que yo tardé mucho tiempo en entender eso de que "mis directos van a mi cuerpo y lo obligo a que me sirva".
Cuando suena el timbre de mi despertador (a las cinco de la mañana) yo me tiro enseguida de la cama, me persigno, y doy gracias a Dios porque estoy vivo y saludable.
Luego el café, las pesitas, el baño, la caminata, etc,. Pero, esto por muchos años no fué así . Ni fué nada fácil para mi adquirir este hábito.
La disciplina es también sacrificio. Un sacrificio que va con el tiempo convirtiéndose en placer. Y, por cierto, en un placer duradero.
La disciplina es también perseverancia, persistencia, tesón.
Y es también vigilancia. "Velad y orad para que no caigais en tentación". Claro... por aquello de la concupiscencia.
Y, entiendo yo, con muchisima humildad, que la disciplina,
si es de verdad, si funciona como tal, se parece a la palabra siempre. Pero, sólo un parecido, porque sólo a Dios podemos aplicar con propiedad la palabra siempre.
Un abrazo.
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