Esta semana se cumplen cien años de la firma
del primer tratado internacional contra las drogas y aunque hoy se da
por hecho que los gobiernos cooperan en la lucha contra el tráfico de
heroína o cocaína, no ocurría lo mismo en 1912. BBC Mundo les cuenta
cómo era la guerra contra las drogas en aquel entonces.
Hace cien años, las drogas pasaban con facilidad
de un país a otro sin que las autoridades interpusieran grandes
obstáculos. Todo empezó a cambiar con la Convención Internacional del
Opio, por la que los países firmantes se comprometieron a detener el
comercio de opio, morfina y cocaína.
Entonces, como ahora, Estados Unidos
representaba la avanzada de la ofensiva contra los narcóticos.
Mientras, Reino Unido, la potencia hegemónica durante el siglo XIX,
firmó con poco entusiasmo aquel tratado, según Mike Jay, autor de "Emperors of Dreams: Drugs in the Nineteenth Century" ("Emperadores de Sueños: Drogas en el Siglo XIX").
Hace un siglo la inquietud principal era el
alcohol, explica. "Había un gran debate sobre la intoxicación ya que
preocupaba la costumbre de consumir ingentes cantidades de alcohol, muy
extendida en el siglo XIX".
La ambigüedad respecto al opio era comprensible.
Reino Unido había librado dos guerras a favor del comercio de opio en
el siglo XIX, en las que consiguió que China no restringiera su
importación.
TRATADOS CONTRA LAS DROGAS
- Convención Internacional de La Haya contra el Opio (1912).
- Convención Única sobre Estupefacientes (1961).
- Convención de Naciones Unidas contra el Tráfico de Drogas Narcóticas y Sustancias Psicotrópicas (1988).
Y el consumo de opio era visto a mediados del
siglo XIX de manera muy diferente a la actual. Era posible entrar en una
farmacia y comprar no solo opio y cocaína, sino incluso arsénico.
Si fuera posible visitar uno de los grandes
puertos británicos del siglo XVIII o XIX, podríamos ser testigos de la
llegada de opio en el cargamento ordinario.
En febrero de 1785, el periódico The Times
informó de la descarga en Londres de opio procedente de Esmirna
(Turquía), junto con petróleo de Livorno (Italia), y guisantes de Gdansk
(actual Polonia).
Modas
En el siglo XIX, el opio era consumido a menudo por sus propiedades anestésicas.
Los cortesanos de la Reina Victoria podían
conseguir opio en la botica real. Se cree que la reina tomó goma de
mascar de cocaína con el joven Winston Churchill, y también que el
primer ministro William Gladstone (que gobernó en varias ocasiones entre
1868 y 1894) tomaba opio en el té o café antes de pronunciar discursos
importantes.
El opio, procedente de China era fumado en Reino
Unido como droga de ocio. Se generó un mito en torno al mundo de los
antros de opio, donde la aristocracia podía encontrar vicio en
abundancia.
"Había antros de opio en los que uno podía
comprar el olvido, antros de horror en los que el recuerdo de viejos
pecados podía ser destruido por la locura de pecados que eran nuevos",
escribió Oscar Wilde en "El retrato de Dorian Gray".
Pero con el tiempo la moda cambió y los
consumidores comenzaron a preferir la estimulación de la cocaína a la
sedación del opio. Sherlock Holmes, creado entonces por Arthur Conan
Doyle, tenía el hábito de inyectarse cocaína.
Marek Kohn, autor de "Dope Girls: The Birth of the British Drug Underground"
("Chicas de la droga: el nacimiento de la cultura clandestina de las
drogas en Reino Unido"), cree que el detective Holmes refleja la idea de
que la cocaína era para gente "cerebral y muy nerviosa" que necesitaba
estimulación constante.
Tomar cocaína era un "defecto personal" pero no una señal de la perversión con la que se asociaría más tarde a las drogas.
Pero en Estados Unidos la cocaína era asociada
con bandas callejeras y la propaganda racista decía que la droga volvía
locos a los negros y ponía en peligro a las mujeres.
Así que esas preocupaciones domésticas
impulsaron el acuerdo internacional de 1912. Pero en países como Reino
Unido las autoridades actuaron contra el comercio y no contra los
consumidores.
Cuando estalló la I Guerra Mundial, el opio y la cocaína eran aún legales en Reino Unido.
El punto de inflexión en Reino Unido se produjo
un año después del comienzo del conflicto, según Kohn. Se temía que la
cultura del alcohol dañaría el esfuerzo bélico y como consecuencia se
endureció la legislación de venta de alcohol.
La consecuencia indeseada fue la aparición por
primera vez de un submundo de consumo de drogas, explica Kohn. Un
reducido grupo de comerciantes del distrito teatral de Londres quedó
fuera de la ley y surgió un ambiente en el que se solapaban opio,
cocaína y prostitución. En un momento en que Londres era lugar de paso
para tantos soldados, no debe sorprender que las leyes de emergencia
prohibieran el consumo de las drogas.
Sobredosis
En los años de la inmediata posguerra, la inquietud aumentó, atizada por unos medios de comunicación ávidos de escándalos.
Algunos de ellos pueden resultar familiares a
los consumidores de noticias actuales: jóvenes actrices que mueren de
sobredosis en fiestas clandestinas y que son relacionadas con individuos
de dudosa reputación.
Un par de casos sonados de este tipo fortaleció
la idea de que la cocaína era una seria amenaza para las mujeres jóvenes
e inocentes. Pero tan pronto como el pánico alcanzaba su punto máximo,
se disipaba.
En realidad, en aquellos años no había una
"cultura de las drogas" en Reino Unido y el problema era fácilmente
controlado por la policía, explica Jay.
"En la Gran Bretaña victoriana abundaba el opio
pero no se fumaba en un tugurio, sino que se compraba en una farmacia
como un líquido viscoso. Los antros de opio eran por lo general
construcciones ficticias propias de las historias de Sherlock Holmes y
las novelas de Oscar Wilde", apunta Jay.
"En la Gran Bretaña victoriana abundaba el opio pero no se fumaba en un tuguio, sino que se compraba en una farmacia como un líquido viscoso. Los antros de opio eran por lo general construcciones ficticias propias de las historias de Sherlock Holmes y las novelas de Oscar Wilde"
Mike Jay
Hoy, con la eficacia de las medidas antidrogas
en continuo cuestionamiento, parece curioso que el tratado de 1912 fuera
eficaz. A nivel interno, la policía británica dominaba la situación.
El gran cambio de actitud respecto a las drogas se produce en Occidente después de la II Guerra Mundial, continúa Jay.
"Los baby boomers (nacidos tras la guerra)
fueron la primera generación de la historia que realmente se
convirtieron en consumidores globales. De repente, muchos de ellos se
iban a Marruecos a fumar hachís, o hacían autoestop con camioneros que se drogaban con anfetaminas".
De ese modo, se abrieron las compuertas.
Mientras que hubo un tiempo en que las autoridades luchaban contra
grupos de delincuentes relativamente pequeños, ahora combaten contra
consumidores y poderosos carteles internacionales.
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