El Estado de la Unión es un discurso anual que el
presidente de Estados Unidos presenta ante una sesión plenaria del
Congreso y que es, tal vez, el más importante de su agenda política.
Por esa importancia, por su complejidad, por la
necesidad de transmitir conceptos muy particulares que deben ser
claramente interpretados por diferentes grupos, el discurso debe ser una
perla de la retórica, elaborado con el cuidado de un artesano del
lenguaje que le de fuerza, significado, pasión y dirección.
Para eso están los escritores
oficiales de la Casa Blanca -varios de ellos- que se embarcan en un
arduo proceso de borradores, tira y afloje, e infinidad de cambios casi
imperceptibles para producir un texto coherente, estructurado e
incluyente.
El Estado de la Nación está cargado de
tradición, pompa y circunstancia. El escenario ha sido el mismo a lo
largo de las décadas para una larga línea de presidentes y es la
oportunidad para el ejecutivo de postular de una manera clara su plan de
gobierno a los legisladores para ese año.
Preparación
"Es una larga, complicada y agotadora empresa"
Robert Lehrman, exautor de discursos para la Casa Blanca
Aunque literalmente es una alocución frente al
Congreso, va dirigida también a una vasta y variada audiencia con
mensajes específicos que, en este año electoral, se tornan más
relevantes.
"Es una larga, complicada y agotadora empresa",
declaró a BBC Mundo Robert Lehrman, escritor en jefe de la Casa Blanca
durante tres años del gobierno de Bill Clinton para los discursos del
entonces vicepresidente Al Gore.
Lehrman explica que el proceso empieza a finales
de noviembre, en la época del Día de Acción de Gracias, cuando el
presidente se reúne con tres o cuatro escritores y varios otros
asistentes e investigadores para discutir temas generales.
"Después se habla con todo el mundo", dijo con
un suspiro. "Los diferentes departamentos del gobierno, agencias extra
gubernamentales, gente en el Congreso, tanto para realmente conocer sus
puntos de vista o por simple cortesía".
La idea, según el escritor, es confirmarle al
presidente que prácticamente se consultaron a todos los entendidos. Esto
porque el discurso va dirigido a una variedad de sectores que esperan
escuchar algo relevante a sus intereses.
Muchas manos
Frases históricas emitidas durante el Estado de la Unión
1995, Bill Clinton: "La era del gran gobierno ha llegado a su fin"
1961, Dwight Eisenhower: "El complejo militar-industrial"
1941, Franklin Roosevelt: "Las cuatro libertades; de expresión, de culto, de la escasez, de sentir miedo"
1823, James Monroe: "EE.UU. reafirma su poder de influencia sobre nuestro hemisferio".
1961, Dwight Eisenhower: "El complejo militar-industrial"
1941, Franklin Roosevelt: "Las cuatro libertades; de expresión, de culto, de la escasez, de sentir miedo"
1823, James Monroe: "EE.UU. reafirma su poder de influencia sobre nuestro hemisferio".
Así como tiene una variada audiencia, el texto
también está sometido a la interferencia de un gran número de personas.
"Quizá sean no más de tres o cuatro escritores pero hasta 50 personas le
pueden meter la mano", resalta Robert Lehrman.
Describe cómo las palabras del presidente son
desmenuzadas e interpretadas por su significado: "¿Por qué dijo
'tenemos' y no 'debemos'?".
Esos pequeños detalles pueden significar
proyectos de ley que implican la inversión de miles de millones de
dólares y cambios significativos en las vidas de las personas. "Pueden
ser imperceptibles, pueden ser captadas por sólo unos cuantos, pero
deben estar allí".
Hay una constante presión para que se incluyan o
excluyan palabras, pero esas palabras quedan enmarcadas en la historia y
pueden definir una presidencia.
Lehrman, que es también autor y profesor de
escritura de la Universidad Americana en Washington, asegura que el
presidente Dwight D .Eisenhower (1953-1961) es recordado por una sola
frase de su último discurso del Estado de la Unión en el cual advirtió
sobre los peligros del "complejo militar-industrial".
Mecanismos
Naturalmente todas esas palabras tienen que
formar frases estructuradas de manera exacta para crear un ritmo que las
eleve y le permita al orador darles el máximo impacto. Es ahí donde
entra a jugar la retórica.
Mecanismos como la asonancia, la ironía, la
repetición, la antítesis son los que producen esos grandes momentos de
silencio expectante y luego la explosión de aplausos. "La antítesis es
una de las favoritas de Obama", declaró el académico.
"Obama definitivamente ha sido un estudioso de
la retórica y la oratoria", afirmó. "En él escucho ecos de dos de los
discursos más influyentes en la historia política de este país, los de
John F. Kennedy y Martin Luther King".
Un ejemplo de antítesis en John Kennedy es: "No
pregunte '¿qué puede hacer mi país por mí'?, pregunte '¿que puedo hacer
yo por mi país?'". Martin Luther King, por su parte, repitió una y otra
vez: "¡Yo tengo un sueño!".
"Hay que escuchar la voz del orador y mejorarla donde se pueda, usando menos y mejores palabras"
Robert Lehrman, exautor de discursos de la Casa Blanca
No obstante, hay presidentes que no han tenido
destreza para emitir discursos. En la época anterior a los medios
masivos de comunicación era muy notable, pero hoy en día también los
hay.
Para ellos existen instructores expertos en
oratoria que les pueden decir cómo hacer una inflexión, cuándo hacer una
pausa, hasta qué punto elevar el volumen de la voz.
Antes del crucial discurso, el político hace uno
o varios ensayos frente a un grupo de consultores. Lo mismo sucede con
la mayoría de los políticos antes de una alocución pública, comenta
Robert Lerhman.
Algunos piensan que los autores tratan de
componer textos imitando la cadencia o patrón en la voz del orador, pero
Lehrman desmiente esa percepción.
Señala que es cierto que muchos políticos no
saben hablar ni escribir bien. Son muy abstractos o se expresan en
largas frases de 60 o más palabras. Sin embargo, "Hay que escuchar la
voz del orador y mejorarla donde se pueda, usando menos y mejores
palabras", manifestó.
Simpleza
El antecesor de Barack Obama, George W. Bush,
fue muy criticado por su inhabilidad de expresión y los enredos en que
se metía cada vez que hablaba en público.
Aunque Lerhman no comulga con mucho de la ideología de Bush, considera que sus críticos han sido injustos.
"En la vida pública uno no puede evitar
equivocaciones que crecen desproporcionadamente cuando salen en sitios
como YouTube", dijo. "En realidad, Bush era un orador bastante
agradable, sonaba como un tipo con el cual uno querría beberse una
cerveza".
"¿De qué me sirve escribir un excelente texto que el 40% no va a entender"
Robert Lehrman, exautor de discursos de la Casa Blanca
Esa simpleza, asegura, es lo que hacía que el discurso de George W. Bush fuera asequible a una gran parte de la población.
"La capacidad de comprensión de 40% del pueblo
estadounidense es de séptimo grado. Ahí hay una lección para el
escritor", dijo el profesor de la Universidad Americana.
"¿De qué me sirve escribir un excelente texto que el 40% no va a entender?", cuestionó.
En ese sentido, Robert Lehrman reconoce que la
composición de los discursos a través de los años han bajado de nivel.
"Son más simples, pero han permitido al pueblo entender lo que el
presidente está tratando de comunicar".
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