El año termina como empezó, en medio de la crisis.
Pero nada de eso sorprende a Irving Khan el broker más longevo de Wall
Street. Tiene el raro privilegio de estar trabajando en la corazón
financiero neoyorquino desde antes de la crisis del '29. Días atrás
cumplió 106 años, lo hizo trabajando y no piensa retirarse.
Su compañía de inversión, Kahn Brothers, maneja
un volumen de US$ 700 millones. Una responsabilidad a la que está
acostumbrado y sin la cual no podría vivir. "El trabajo es su vida,
siempre ha sido alguien que absorbe información", explica su hijo
Thomas.
Es que Irving se la pasa leyendo
noticias en internet. Devora dos periódicos financieros al día y se deja
un rato para libros de no ficción y ciencia. Mantener la mente en
activo es una decisión personal, pero también una necesidad básica para
él.
Pero no sólo de números vive el broker.
Hasta hace unos años, aún habiendo pasado la barrera del siglo, todos
los días caminaba unas veinte cuadras desde su casa hasta la oficina,
demostrando que sobrelleva tan bien el paso de los años a nivel
intelectual como físico.
Ya en su despacho se dedica a lo que mejor que
sabe hacer: buscar oportunidades de negocio infravaloradas. Sigue los
pasos cautelosos de su maestro, Benjamin Graham, de quien fue asistente
en la Escuela de Negocios de Columbia.
A largo plazo
No le interesan las operaciones a corto plazo,
muy sensibles a las bruscas variaciones del mercado, ni los productos
financieros que se ponen de moda, por su probable sobrevaloración. "No
hay que comprar acciones populares", declaraba al Financial Times hace
unos años. Se inclina por comprar acciones para tener en cartera durante
al menos dos o tres años.
En una entrevista más reciente para el portal The Daily Beast
resumía su estrategia defensiva: invertir en compañías con fundamentos
sólidos como comida, ropa, lo esencial. "Todos quieren aún hoy tener una
camisa limpia", asegura.
"El trabajo es su vida, siempre ha sido alguien que absorbe información"
Thomas Kahn, hijo de Irving.
A los largo de sus 83 años de trabajo en Wall
Street ha vivido todo tipo de vaivenes. Ni bien comenzaba su carrera
como analista de bolsa sufrió la gran crisis de del '29. Le recortaron
su sueldo a US$60 a la semana. Cuando su jefe le dio la noticia le
preguntó por qué sonreía. "Pensé que me iba a echar", le contestó.
Hoy ve ventajas en la pila de años acumulados
sobre sus espaldas. "Sabes lo que está podrido y lo que está fresco, lo
que es bueno y lo que es malo", resume.
Ver el vaso medio lleno puede ser una buena
receta para enfrentar las dificultadas y lograr vivir largos y
saludables años. Sin embargo, si uno analiza su vida verá que no es un
hombre que haya tenido excesiva precaución en sus hábitos, como sí lo
tuvo en los negocios. De hecho, si dejó de fumar de joven fue para dar
un buen ejemplo a sus hijos.
Pero la longevidad es algo que se lleva en la
sangre. Su hermana falleció a punto de cumplir 110 y su hermano menor
tiene apenas 101. De hecho el grupo familiar está siendo estudiado por
el Dr. Nair Barzilai del Centro Médico Albert Einstein, en el Bronx.
Aparentemente la clave de su salud está en un
gen relacionado con el nivel de HDL en sangre. Se trata del llamado
colesterol bueno. Esto lo protege de enfermedades del corazón, así como
del deterioro de sus capacidades cognitivas.
Es difícil imaginarlo de joven o como aprendiz.
Pareciera que siempre fue el más experimentado en la materia. Sin
embargo, no olvida que su empuje lo aprendió de su padre.
En las cuestiones más simples de la vida quiso
que supiera desenvolverse solo. Por ejemplo, a andar en bicicleta. "Me
subió y me empujó, iba por el medio de la calle casi cayéndome, y me di
cuenta que lo único que podía hacer era pedalear, así aprendí muy
rápidamente", recuerda.
Y así pedaleando en un mundo complicado como el
de las inversiones llegó a sus 106 años, más de los que pueden presumir
la Reserva Federal y la mayoría de los grandes bancos. Y lo más
importante, no tiene pensado bajarse de la bicicleta.
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