Los abuelos, mamá, papá, los niños, y quizás el tío Carlos que se deja caer por ahí.
Es una escena común. Y quizás porque es demasiado familiar, nunca se cuestiona.
Pero, ¿de dónde viene la familia humana?
Un nuevo estudio sobre las sociedades primates está ayudando a arrojar luz sobre los orígenes de la familia humana.
La investigación intenta explicar cómo ha
evolucionado la unidad familiar y por qué los humanos tienen estructuras
familiares diferentes a las de los parientes más cercanos, los otros
grandes simios.
En términos biológicos, la unidad familiar humana es algo muy novedoso.
Manadas y rebaños
Todos los animales tienen una herencia
biológica; un padre biológico si se reproducen de forma asexual y dos si
se reproducen de forma sexual, y normalmente hermanos con los que están
relacionados genéticamente.
Sin embargo, la mayoría de los animales no viven
con sus padres o hermanos. Con frecuencia, los animales que salen de
huevos nunca conocen a sus padres y otros muchos que son criados por sus
madres no conocen a sus padres.
Un número menor son criados por sus padres biológicos en compañía de sus hermanos.
La mayoría de los animales, o viven solos o pasan sus días con hermanastros, tíos, primos, o en un manada o rebaño de extraños.
Entre los humanos, existen muchas clases de
familia, pero generalmente se opta por grupos familiares con un núcleo
familiar pequeño.
Dos investigadores japoneses están tratando de
identificar lo que impulsó la evolución de nuestro comportamiento
familiar: Wataru Nakahashi y Shiro Horiuchi del Instituto Meijí para el
Estudio Avanzado de las Ciencias Matemáticas en Tamaku.
Kawasaki ha adoptado el acercamiento teórico,
debido a la ausencia general de fósiles y artefactos de los primeros
humanos que podrían explicar por qué los humanos vivieron como lo
hicieron.
Padres asesinos
Ambos investigadores crearon modelos matemáticos
que podrían predecir o explicar las estrategias de apareamiento y
agrupación que podrían emerger entre ciertos grupos de primates que
enfrentar ciertas condiciones.
Tuvieron en cuenta variables como las
estrategias de los machos y las hembras, tamaños de los grupos, tasas de
reproducción y promedios de promiscuidad.
Muchos primates modernos han seguido un camino
particular. Por ejemplo, en especies como los babuinos, los machos
tienen colmillos grandes y compiten entre sí, creando a menudo
coaliciones para derrotar a los rivales.
Esos machos pueden matar bebés que no son suyos
para que las hembras estén más dispuestas aparearse con ellos. En estas
sociedades, las hembras pueden desarrollar un comportamiento promiscuo
para sembrar la duda sobre la identidad de sus crías y prevenir
semejantes ataques.
Los humanos y otras especies de primates han tomado un camino diferente.
Los humanos generalmente forman grupos con machos y hembras múltiples.
Dentro de estos, grupos más pequeños tienden a
basarse unicamente en relaciones sexuales exclusivas a largo plazo, por
lo general entre un hombre y una mujer (mamá y papá), y cada uno de
ellos tiene prohibido mantener relaciones sexuales fuera de ese núcleo
familiar. Una vez que se han establecido estos lazos, los machos no
tienden a competir entre ellos y las mujeres no tienden a ser
promiscuas.
Por supuesto que hay aventuras amorosas, peleas y
familias se rompen. Pero en general, los humanos hemos evolucionado
hacía un sistema bastante estable y consistente de unidades familiares
en los cuales sobrevivimos y criamos a nuestros hijos.
La historia de los fósiles sugiere que los
humanos desarrollaron su propio sistema familiar hace mucho tiempo, con
los primeros homínidos, y la evidencia está en el descubrimiento de
grupos familiares de Australopithecines, por ejemplo.
Pero, si bien sabemos más o menos cuando sucedió, lo que no sabemos es por qué.
Midiendo la promiscuidad
Para su investigación, los profesores Nakahashi y
Horiuchi empezaron tomando los sistemas de apareamiento de diferentes
especies de simios.
Los gibones forman grupos de un sólo macho con
una sola hembra y sus crías, y cada pareja monopoliza parte del
territorio. Los orangutanes viven sólos, con los machos apareándose con
varias hembras que rondan por su territorio. Los chimpancés forman
grupos promiscuos en los que participan machos y hembras, mientras que
los gorilas viven en grupos cohesivos que generalmente incluyen un macho
y varias hembras.
A partir de ahí, Nakahashi y Horiuchi moldearon
de forma matemática las condiciones requeridas para que cada sistema
pudiera emerger.
Concluyeron que es más probable que el sistema
familiar humano haya evolucionado de un tipo de sistema similar al de
los gorilas que de un tipo de sistema de los chimpancés.
El escenario más plausible y que mejor encaja con las evidencias fósiles sería el siguiente:
El último antepasado común de los humanos, los
gorilas y los chimpancés tenía un cuerpo similar en tamaño al de los
gorilas actuales.
Ese antepasado también tenía un sistema de apareamiento similar al de los gorilas.
Cuando el clima en África empezó a hacerse más
seco, estos simios, que eran los antepasados de los gorilas modernos,
mantuvieron su tamaño comiendo grandes cantidades de plantas fibrosas. Y
porque eran grandes no fueron perseguidos tanto por grandes felinos.
Eso le permitió a los gorilas mantener sus estructuras de grupo y
sistemas de apareamiento.
En cambio, los antepasados de los chimpancés y
los humanos desarrollaron cuerpos más pequeños al tiempo que el clima se
secaba. Eso hizo que fueran más vulnerables frente a los predadores.
Para compensar esto y protegerse empezaron a formar grupos con varios
machos.
No obstante, es aquí donde los humanos y los chimpancés se separaron.
Cambiando de pareja
Los modelos matemáticos muestran que ambos
modelos -el de las familias humanas y el de chimpancés- son estrategias
estables, y que pequeños cambios podrían haber forzado a los humanos a
tender a formar unidades de núcleos familiares pequeños y a los
chimpancés grandes unidades promiscuas.
No está claro qué cambios fueron estos, pero podrían haber sido cambios mediambientales.
En los humanos, el sistema familiar le permite a
grupos intercambiar machos y hembras, y obtener nuevas parejas de
apareamiento sin tener que competir de forma agresiva por ellas.
Tal cooperación podría ser el pilar de la sociedad humana, que se diferencia dramáticamente de la de otros primates.
Y las matemáticas indican que todo podría haber empezado con un poco de amor protogorila.
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