Mientras
México y algunos países de Centroamérica sacan los militares a las
calles para pelear una "guerra" contra el narcotráfico y el crimen
organizado, en Río de Janeiro, Brasil, se ensaya una estrategia
diferente.
Tras décadas de combate frontal al comercio
ilegal de drogas que causó muertes, violencia y frustración, Río apostó
por lograr una presencia policial constante en algunas favelas, para
proteger a la población local de los abusos de narcos que, se admite,
seguirán con su negocio de todos modos.
Ese nuevo modelo de seguridad
pública, basado en la implantación de Unidades de Policía Pacificadora
(UPPs) en lugares que eran controlados por bandas criminales armadas,
enfrenta retos importantes para sobrevivir.
Pero después de tres años de haber sido
estrenado, el esquema comenzó a dar frutos tangibles, incluida una
reducción significativa de la violencia y los homicidios en las
comunidades donde fue aplicado.
"El gran cambio es el paso de una política de
militarización y guerra al crimen y la droga, a una política de
pacificación y reducción de los enfrentamientos armados y los incidentes
letales", dijo Ignacio Cano, del laboratorio de análisis de la
violencia en la Universidad Estatal de Río de Janeiro.
Cano explicó a BBC Mundo que con esta
experiencia Río ha cambiado sólo parcialmente, ya que la ciudad tiene
cientos de favelas y hasta ahora se implantaron 18 UPPs, mientras en
otras partes sigue la vieja política.
"Pero por lo menos tenemos un modelo alternativo
que debería inspirar en el futuro al conjunto de la policía y la
política de seguridad para que se persiga, no la victoria sobre el
crimen, sino la protección de la población y la reducción de los
enfrentamientos armados", dijo.
"No valía la pena"
Pricilla Azevedo, mayor de la policía militar
brasileña y ex comandante de la primera UPP de Río, instalada hace tres
años en el morro de Santa Marta, en Botafogo, sostuvo que hay un "cambio
drástico" de estrategia.
Antes los policías incursionaban en favelas
dominadas por criminales sólo en operativos puntuales para capturar a
algún criminal, con grandes despliegues de hombres, armas y vehículos
blindados, y luego se retiraban.
"Siempre que la policía militar entraba en esas
comunidades tenía una confrontación, porque ellos no querían perder el
territorio ni sus mercaderías, y lo defendían a tiros", dijo Azevedo,
ahora coordinadora de proyectos estratégicos en la Secretaría de
Seguridad de Río de Janeiro.
Eso supone un costo "desproporcionado" para los resultados que se obtienen, admitió en una entrevista con BBC Mundo.
"Teníamos policías heridos, habitantes inocentes
heridos, para aprehender una cantidad (de droga) y al día siguiente ya
había cantidades iguales o mayores", señaló. "No valía la pena esa
estrategia".
Azevedo define que el objetivo que se persigue
con las UPPs es "rescatar" los territorios que antes eran dominados por
criminales, disminuyendo así el poder local de los traficantes.
Pero admite que la idea de eliminar la
criminalidad y la venta ilegal de drogas está fuera de las metas
definidas, porque "si no ya tendríamos un proyecto fracasado".
"Hoy claro que quien tenga la intención de usar
droga, el dependiente químico, va a conseguir comprar droga", dijo.
"Pero el tipo que quizá esté ahí vendiendo no tiene aquel poder, aquella
influencia".
Resultados
Después de tres años de esta nueva estrategia de
seguridad han comenzado a aparecer balances que hasta hace un tiempo
era inimaginables para muchos.
La cantidad de homicidios en los barrios que
recibieron las primeras 17 UPPs se redujo 50% en promedio, informó el
diario O Globo el mes pasado en base a estadísticas oficiales, lo que
representa 270 muertes menos.
Los robos y asaltos también han caído de forma importante, indicó el diario.
Además, una encuesta del Instituto Endeavor
Brasil en 23 favelas "pacificadas" divulgada este mes concluyó que dos
de cada tres habitantes cree que la seguridad local mejoró tras la
instalación de las UPPs.
El mismo sondeo reveló que la confianza de
quienes viven en esas favelas en la policía militar aumenta: 72,4% dijo
que la corrupción de los efectivos de las UPPs es inexistente o afecta a
sólo una porción baja del total.
Azevedo sostuvo que "sin dudas" el nivel de
corrupción en las UPPs es menor que en otras unidades policiales, por su
mayor cercanía con la comunidad, que rechaza a los policías corruptos y
tiende a denunciarlos.
Riesgos por delante
Sin embargo, también han surgido casos de abusos
de miembros de las UPPs contra pobladores de favelas y es posible que
el miedo de la gente a presentar denuncias impida que se conozcan más.
Muchos de los pobladores están acostumbrados a
ver al enemigo más bien en la policía militar. Cada año cientos de
sospechosos han muerto durante sus incursiones de "guerra" contra el
narcotráfico.
De hecho, en algunas favelas el proceso de
"pacificación" es aún incompleto, hubo enfrentamientos armados
recientes, y la llegada de servicios públicos que mejoren las
condiciones de vida es demasiado lenta.
Hasta ahora, los lugares donde se han implantado
UPPs están próximos a sitios turísticos o a puntos importantes para que
se desarrollen el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de
2016.
Las autoridades de Río han dicho que esperan instalar un total de 40 UPPs hasta 2014.
Pero los recursos y el personal son
insuficientes para llevar el modelo a toda la ciudad y los expertos
dudan que así la estrategia sea sostenible.
"Lo que podemos aspirar es a que este modelo
tenga un impacto sistémico, cambiando la doctrina policial, la forma en
que la policía actúa y la forma en que el propio crimen actúa, con
niveles menores de violencia y control territorial", dijo Cano.
A su juicio, sin ese efecto "global" habrá un
riesgo de volver a la situación anterior en 2017, cuando se terminen los
fondos excepcionales vinculados a los megaeventos deportivos.
"Valorización de la vida"
También existen indicios de que la nueva
estrategia por ahora ni siquiera tiene legitimidad suficiente entre
quienes deben llevarla adelante.
Un estudio de la Universidad Cândido Mendes
indicó hace un año que siete de cada 10 policías que trabajan en las
UPPs preferirían estar en batallones convencionales de policía.
"Por cerca de 10 años trabajé en una política de combate, de confrontación al narcotráfico. Y con eso sólo conseguí ver violencia, aumento de la violencia, y no resolución de los conflictos"
Capitán Renato Senna, policía militar
El capitán de la policía militar Renato Senna
admite que él mismo tuvo cierto recelo cuando le ofrecieron comandar una
UPP después de haberse formado en una guerra a las drogas que le valió
una marca de bala en el cuerpo.
"Por cerca de 10 años trabajé en una política de
combate, de confrontación al narcotráfico. Y con eso sólo conseguí ver
violencia, aumento de la violencia, y no resolución de los conflictos",
dijo.
Pero aceptó el cambio y hoy comanda la UPP
instalada hace dos años en la favela de Cantagalo, en el medio de
Copacabana, convencido de que la nueva estrategia permite una
"valorización de la vida" en la ciudad.
Senna y algunos de sus hombres caminan ahora por
los estrechos corredores interiores de Cantagalo sin chalecos
antibalas, aunque otros aún llevan esa protección y todos saben que aún
se venden drogas por ahí.
"Infelizmente el narcotráfico todavía funciona,
pero de forma más disimulada y pequeña", reconoció. "No tenemos la
ilusión de acabar con el narcotráfico".
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