Además de concebir apps innovadoras, diseñar
chips cada vez más veloces y pensar cómo será la Internet del futuro,
varios líderes de las compañías tecnológicas de Silicon Valley se han
embarcado en un programa de ayuda para inmigrantes indocumentados.
En el valle californiano, cuna de la revolución
informática y sede de la mayor cantidad de empresas del rubro en Estados
Unidos, varios de los jefes de la industria aportan fondos para ayudar a
estudiantes sin papeles a ingresar a la universidad, insertarse en el
mundo laboral y explorar opciones para legalizar sus estatus.
Los han apodado "Silicon dreamers",
los soñadores del valle del silicio, en alusión al proyecto de ley
conocido como Dream Act, que propone allanar el camino a la ciudadanía a
jóvenes indocumentados que consigan buenos resultados académicos en una
carrera universitaria o sirvan en el ejército por al menos dos años.
El proyecto -entre
reveses en el Congreso, postergaciones por falta de acuerdo bipartidista y sucesivas modificaciones de sus cláusulas- lleva más de 10 años sobre el papel.
La impaciencia ante la falta de acción
legislativa sobre el Dream Act es lo que ha impulsado a los empresarios a
destinar parte de sus jugosas ganancias a aliviar, al menos en parte,
la situación de universitarios sin permiso de residencia.
"Tenemos a estos chicos que crecieron aquí,
fueron a la escuela aquí. Son niños estadounidenses, no tienen otro
hogar y esencialmente los estamos abandonando", señaló Jeff Hawkins,
creador de la Palm Pilot y una de las caras visibles del grupo.
"El estado de cosas actual parece diseñado para
crear una segunda clase permanente (de jóvenes) y para relegar la
competitividad de nuestra nación. El Congreso puede solucionar este
problema", reclamó Powell Jobs, viuda del cerebro de Apple Steve Jobs, a
través de un comunicado de la fundación que lidera, College Track.
Para becas o pasantías
Powell ha sido una de las primeras figuras de la
industria tecnológica en alzar su voz en defensa de la postergada
norma, además de trabajar en varios proyectos para alumnos
"subrepresentados".
Junto a ella y Hawkins, entre los "Silicon
dreamers" figuran también Mark Leslie, fundador de la ex empresa de
software Veritas, y el co-fundador de la fabricante de procesadores
Intel, Andrew Grove.
En una "coalición laxa", según la denominó
Hawkins, los empresarios destinan recursos a varios programas
californianos relacionados con la educación.
La principal organización encargada de
direccionar estos fondos ha sido Educadores para un Tratamiento Justo
(E4FC, en inglés), una entidad que gestiona becas, asistencia legal y
programas de pasantías para graduados indocumentados, entre otros
servicios.
Creada en 2006, E4FC recibió US$5.000 en
donaciones durante su primer año de operaciones, mientras que en 2011
entregó US$160.000 en subsidios a unos treinta estudiantes, según su
directora ejecutiva, Katharine Gin.
"No fue tan fácil como pensábamos: la gente
tenía muchos reparos por la condición legal de estos alumnos. Por eso ha
sido importante sumar a estas figuras del Silicon Valley, que no son
las caras que en general la gente relaciona con el activismo por las
causas de los migrantes. Son personas que han ganado prestigio y dinero
en un área completamente diferente", expresó Gin a BBC Mundo.
Experiencias personales
Aunque la cruzada que reúne a los empresarios del valle californiano fue difundida por primera vez esta semana por el Wall Street Journal, muchos de ellos llevan tiempo como donantes silenciosos.
Jeff Hawkins se acercó a la fundación para ver
cómo podía involucrarse hace aproximadamente un año y dedicó sus aportes
a sostener el trabajo de asesoramiento legal que E4FC ofrece a
indocumentados. Powell Jobs, por su parte, se convirtió en asociada para
la adjudicación de becas.
Grove y su esposa, en tanto, tuvieron como motor
su propia experiencia como judíos refugiados de Hungría, llegados a
Estados Unidos a fines de los años ’50.
"Su tarea está basada en sus creencias, en
querer que el país sea abierto y receptivo con los inmigrantes como lo
ha sido con ellos en el pasado. Es un caso de inmigrantes que quieren
apoyar a otros inmigrantes", señaló Gin.
Pero, según señala la directora ejecutiva, la
mentalidad imperante en el Silicon Valley es, en parte, responsable de
la buena acogida para estos programas: resulta difícil dar con una
oficina en el valle donde no haya una fuerte presencia de extranjeros,
lo que da a sus habitantes una experiencia particular de la
multiculturalidad y la inmigración como fenómeno.
Sin acceso
Según datos del Centro para la Investigación del
Empleo y la Educación de la Universidad de California en Los Ángeles
(UCLA), unos 65.000 graduados con estatus migratorio irregular salen de
las escuelas estadounidenses cada año, 40% de los cuales reside en el
estado de California.
En línea con un dictamen de la Corte Suprema,
los menores indocumentados tienen derecho a recibir educación pública
gratuita hasta terminar la secundaria. Pero los obstáculos comienzan si
deciden continuar con su formación a nivel universitario.
La propuesta del Dream Act (un acrónimo del
título "Ley para el Desarrollo, Alivio y Educación para Menores
Extranjeros") es la de allanar el camino a quienes hayan sido traídos al
país antes de los 16 años y hayan completado con éxito la secundaria.
Con dos años de buen rendimiento en una institución terciaria o al
servicio de las fuerzas armadas, los jóvenes podrían acceder a una
tarjeta de residencia y postular más tarde a la ciudadanía.
Esta norma, que beneficiaría a unos 2 millones
de estudiantes, fue debatida por última vez en el Congreso en diciembre
de 2010, cuando no logró reunir los votos suficientes
en su paso por el Senado.
Ante el postergado trámite a nivel federal,
varios estados han diseñado leyes genéricamente bautizadas como Dream
Act, aunque aplicables sólo a cada jurisdicción estatal y de menor
alcance a la original.
Entre ellos se cuenta California, donde losindocumentados pueden ahora
postular para becas de fondos estatales, además de Illinois y
Nueva York. Asimismo, 13 estados permiten que los indocumentados abonen
aranceles académicos similares a los de los residentes legales (lo que
se conoce como "in-state tuition" y representa una cuarta parte de las
tarifas para extranjeros).
Los críticos de estas normas no ven con buenos
ojos que, en tiempos de crisis económica, los estados subsidien la
educación de los sin papeles.
Para muchos, el Dream Act es una forma velada de
amnistía que beneficia a los hijos de quienes conscientemente violaron
las regulaciones migratorias estadounidenses país y podría alentar la
llegada de más indocumentados, de ser convertida en ley.
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