Los científicos dieron a conocer lo que consideran es
el "automóvil eléctrico" más pequeño del mundo. Se hizo a partir de una
molécula cuidadosamente diseñada. Con 10 impulsos eléctricos, el
vehículo logró moverse una distancia microscópica: seis milmillonésimas
de un metro.
La molécula tiene cuatro ramificaciones que
funcionan como ruedas, las cuales se mueven cuando una diminuta punta
metálica les pasa corriente.
La investigación, que se publicó en la revista especializada Nature, forma parte de esfuerzos recientes en el ámbito de la ciencia a escala miniatura, mejor conocida como nanotecnología.
La "batería" del automóvil se encuentra en la
ruta de lo que sus creadores denominan como un túnel microscópico, un
punto de metal extraordinariamente fino que termina en sólo un átomo o
dos.
A medida de que la punta se acerca a la molécula, los electrones se activan.
El motor de la pieza recae en cuatro "rotores
moleculares" que funcionan como las ruedas y que cambian de forma cuando
absorben los electrones.
Mecánica molecular

A medida de que los grupos químicos en cada "rueda" cambian de forma, el automóvil avanza pulgadas.
En los últimos años, se ha desarrollado una
amplia variedad de máquinas a las que se les han incorporado partes
minúsculas, como trozos de metal o semiconductores.
La construcción de moléculas es otro tema,
señaló Tibor Kudernac, un químico de la Universidad de Twente, en
Holanda, y uno de los autores del estudio.
"Si ves a tu alrededor, en todos los sistemas
biológicos existe un vasto número de máquinas y rotores moleculares
basados en proteínas, que cumplen funciones importantes y lo hacen de
una gran manera. Por ejemplo, la contracción muscular se basa en motores
de proteínas", explicó.
"(Este vehículo) es una demostración simple de
que podemos alcanzar cualquier cosa como esa. Es un hallazgo importante y
pienso que motivará a la gente a pensar más desde un punto de vista de
sus aplicaciones (prácticas)".
Kudernac indicó que aplicaciones para máquinas moleculares como este vehículo se ven aún lejos en el futuro.
La primera tarea, señala, debería ser hacerlo
trabajar en condiciones normales. El actual prototipo se hizo a
temperaturas de -266 grados centígrados y en un sistema al vacío.
Y, aunque cada aplicación potencial requerirá una máquina molecular nueva, Kudernac se mantiene optimista.
"Hay formas para seguir jugando", indicó. "Eso
es lo que los químicos hacen: intentamos diseñar moléculas para
objetivos particulares y no vemos limitaciones fundamentales".
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