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jueves, 24 de noviembre de 2011

Confusión en Calle 13

Autor Benjamin Garcia
Intelectual mocano
  
¿Cuáles son los paradigmas de esta época? ¿Qué sociedad pretendemos construir? ¿Qué tipo de humanismo aspira? Simples inquietudes surgidas a partir de la observación de fenómenos artísticos, culturales o políticos cuyos matices  nos llevan a reflexionar sobre el porvenir.  Modas asumidas por mayorías como si tuvieran el sabor de un manjar preparado por Ángeles.  Tendencias seguidas, casi con delirio, cuyos valores desdicen y contradicen hasta la misma esencia humana.

En Japón, por ejemplo, donde se suponen altos niveles en la educación, se ha impuesto la moda "del colmillo" (este nombre se lo he dado yo).  La saga de Crepúsculo, las famosas novelas de Stephenie Meyer, éxito editorial y de taquilla, ha impuesto entre los mozalbetes el uso de los dientes caninos salidos, imitando la forma de los vampiros.  Años de estudios, esfuerzos y recursos para lograr herramientas que permitieran la corrección de las dentaduras, parecieran lanzados al vacío, por el afán de los jóvenes reconocerse en personajes de ficción y responder a manías del momento.
 
Así van las masas irredentas, desafiando hasta los mismos pastores, más preocupados de la paga por sus servicios, que interesados en el camino recto de sus rebaños, desorientados por la fuerza demoledora de una obra cinematográfica o una cancioncilla de mayo sin pena ni notas, pero con macabras intenciones de lanzar al despeñadero, el más resplandeciente sol de verano. 
 
Esa desorientación hace pensar en las buenas intenciones de un canto como el de Calle 13, clamando por una sociedad mas justa, sirviendo de voz a los desprotegidos y depauperados de nuestra América.  Un canto rebelde, pero irrespetuoso.  Lleno de buenas intenciones, pero cargados de expresiones ofensivas.  Se atreven a levantar con valentía la bandera, en un escenario internacional, del reclamo justo del cuatro por ciento para la educación, pero al escuchar su obra nos damos cuenta, que también ellos necesitan volver a la escuela.
 
Delira la "fanaticada" ante su espectáculo.  Sus videos son obras maestras y han recibido el respaldo de artistas de reconocida fortaleza moral, pero cuando nos vamos al fondo, escudriñamos su música, nos encontramos en la dualidad de admirar su canto al niño de la calle, abandonado a su suerte por una sociedad hipócrita, o aborrecer y repudiar el desenfado con que ofenden al público cuando hacen uso de un lenguaje soez y destemplado, carente de todo respeto a la dignidad humana.
 
Vemos entonces que todo es un show.  Un elemento más del sistema mismo que ellos enfrentan y denuncian en su canto.  El movimiento hippie de los sesentas, era un clamor a la paz, al amor y a la libertad, pero mientras elevaban su reclamo, se mordían la conciencia en el fango del libertinaje, el uso de alucinógenos y el sexo mal llevado. 
 
Cada generación tiene su código, la manera particular de llamar la atención, de rebelarse ante los patrones conductuales impuestos por sus padres.  De negar lo establecido de antemano.  Se hace desde una conciencia social colectiva, pero a veces son respuestas automáticas buscadas por el mismo "establishment" para "hacer creer".  Como la apertura del tirano a movimientos democráticos con el único fin de ubicar sus contrarios.
 
No puedo ir a la casa del vecino a reclamar que su perro "ha obrado" en la mía, llevando mi gato a comerse sus flores.  Los panfletos se quedan en la frontera de una generación, por más descarnada que grite la verdad. Por cierto, una pregunta: ¿Por qué sus contradicciones con los gobiernos de avanzada de la región?



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