La harina de la semilla de algodón tiene el potencial de alimentar a
millones de personas tras ser sometida a un método para suprimir su
toxicidad que es investigado por el experto en biología molecular de la
Universidad de Texas A&M, Keerti Rathore.
Este experto ha comenzado
dando su semilla especial a las gambas, en uno de los estudios que
espera que culminen con la harina del algodón en el plato de los seres
humanos.
“La cantidad de semilla de algodón producida en todo el mundo
satisfaría los requisitos básicos de proteínas de 500 millones de
personas”, dijo Rathore en una entrevista con Efe durante una visita a
Quito, como parte de un programa de intercambios auspiciado por el
Gobierno de Estados Unidos.
En un planeta que acaba de pasar el umbral
de los 7.000 millones de habitantes y que ha sufrido alzas importantes
del precio de los alimentos en los últimos años, encontrar una fuente no
aprovechada de nutrientes es una perspectiva muy tentadora.
La idea es de especial interés para los más de 20 millones de
agricultores que cultivan algodón, especialmente en países como China,
India, Estados Unidos, Brasil y Argentina, que ahora recogen la fibra
blanca pero desaprovechan el resto.
Rathore gritó “Eureka” tras 10
años de trabajo en su laboratorio de la universidad texana, después de
que durante algún tiempo tuvo que relegar el proyecto prácticamente a un
hobby ante los fracasos iniciales.
El algodón cuenta con unas glándulas que secretan gosipol, un
compuesto tóxico que le ayuda a defenderse de plagas y de la mayoría de
los herbívoros, incluido, hasta ahora, el ser humano.
Hace unos 50 años
unos botánicos lograron una planta de algodón sin ese compuesto tras
cruzar una variedad salvaje de algodón sin gosipol con las variedades
comerciales.
Fue un momento de gran entusiasmo, que llevó a realizar
estudios entre seres humanos en África, India y América Central, donde
se llegó a administrar a niños, y que probaron que la semilla de algodón
era un buen nutriente sin efectos adversos, explicó Rathore.
En la
Universidad de Texas A&M un grupo de voluntarios las saló y “y a la
mayoría le gustó el sabor”, dijo. No obstante, el proyecto fracasó
porque las suculentas plantas de algodón sin gosipol fueron presa de
todo tipo de insectos.
Tuvo que llegar la ingeniería genética para resolver el problema,
de las manos del indio Rathore, quien en 2006 “silenció” el gen
responsable por la producción de gosipol solo en la semilla, con lo que
se mantienen las glándulas con el compuesto como protección en el resto
de los tejidos.
Desde entonces su equipo, compuesto por cinco personas,
ha cultivado ocho generaciones de la semilla especial, tanto en
invernaderos como al aire libre, y ha concluido que su peculiaridad
genética “es estable y transmisible".
Con su hallazgo Rathore aspira a cambiar la relación entre el ser
humano y el algodón, una planta originaria de África que se cultiva por
su tejido desde hace 7.000 años, pero que produce 1,6 más semilla que
fibra.
Actualmente el aceite de la semilla se aprovecha para consumo
humano, pues es posible quitarle el gosipol por medios mecánicos y
químicos, mientras que el resto se le da a las vacas, que son capaces de
digerirlo gracias a los poderosos cuatro compartimentos de su
estómago.
Sin embargo, las reses son un vehículo muy poco eficiente para
el procesamiento de comida, dado que necesitan 5,8 kilos de alimento
para producir 1 kilo de carne. En cambio, la proporción en las gallinas
es de 2 por 1 y en algunos peces como el salmón se acerca al 1 por 1.
Por su combinación de aminoácidos, a los camarones les gusta en especial
la semilla, que Rathore también ofrecerá a pollos y cerdos en futuros
estudios, según dijo.
Sin embargo, cree que aun tardará unos diez años
en cumplir los requisitos de seguridad impuestos por las agencias
reguladoras de Estados Unidos y con ello sacar la semilla al mercado,
pese a que Washington es el lugar más permisivo con los alimentos
modificados genéticamente.
En Europa, donde se concentra la oposición a
que el ser humano altere los genes de lo que comemos, previsiblemente
tardará mucho más. EFE
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