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miércoles, 1 de febrero de 2012

Las bodas donde el valor de las novias se mide en cerdos

No todos los días tienes la oportunidad de visitar Papua Nueva Guinea, y aún más raro que seas invitado a una boda en las tierras altas, donde los trajes de hierba son de rigor y el valor de la novia se mide en cerdos.
Era una boda que no podía dejar pasar. Fui invitada como familiar de uno de los novios a una ceremonia tribal en las remotas montañas del sur del país.

"Un taxista nos dijo que había pagado 30 cerdos por su segunda esposa. Eso me hizo comprender la ganga que había sido Danielle. Mi sobrina había sido valorada en cuatro cerdos, y algunos de esos desventurados ejemplares, se comerían en el banquete nupcial"
El pueblo de Komya fue una vez el hogar de Moisés, el novio. Después de ser abandonado de niño y de estar al borde de la inanición, una pareja australiana lo acogió y se lo llevó a Melbourne.

Allí conoció a Danielle, mi sobrina. Sólo tenían 13 años de edad, pero poco a poco el romance floreció y una década más tarde decidieron casarse.

Aunque la pareja es auténticamente australiana, decididieron hacer una viaje a Komya para su boda.
Moisés llegó al mundo como el quinto hijo, de la quinta esposa, del jefe del clan. Él, pese a la distancia, ha tratado de conservar sus raíces.

Cuando su padre murió, su madre volvió a casarse en un clan rival, pero sus hijos no eran bienvenidos y tuvieron que quedarse atrás y valerse por sí mismos. Fueron rechazados por su familia extendida que se veían incapaces de conseguir suficiente comida para alimentar las bocas adicionales.

Pero en un extraño giro del destino ha provocado que Moisés regrese triunfante con una novia desconocida de un lugar desconocido. En Komya, esto nunca había ocurrido.

800 lenguas en un pequeño país

Desde un pequeño aeródromo de la capital provincial, Mendi, la aventura de nuestra boda comenzó en una larga carretera que atraviesa la selva tropical.
La quinta esposa del jefe del clan con su quinto hijo: Moisés.
Durante el viaje de tres horas, los lugareños nos saludaban animosamente pidiéndonos que nos detuviéramos.
Querían hablar con Moisés y con sus curiosos compañeros (todos nosotros) de piel blanca.

Las entretenidas conversaciones se daban en una mezcla de inglés y y Pidgin, dos de las más de 800 lenguas que se hablan en Papúa Nueva Guinea.

La noticia de la boda se había extendido, evidentemente, por todas partes. Cientos de personas se acercaban a Komya para la ceremonia.

El matrimonio en esta parte del país es vista como una transacción comercial. La familia del novio negocia un precio con la familia de una mujer de otra aldea.

Si llegan a un acuerdo, ella se trasladará a su choza y el construirá en su tierra. El precio de la novia se mide en cerdos y caracoles, aunque en estos días los billetes también se consideran una buena medida.

En Port Moresby, la capital del país, nuestro conductor de taxi nos dijo que había pagado 30 cerdos por su segunda esposa. Eso me hizo comprender la ganga que había sido Danielle.

Mi sobrina había sido valorada en cuatro cerdos, y algunos de esos desventurados ejemplares, cebados durante un año, serían parte del banquete nupcial.

Ceremonia del traspaso de cerdos

El día de la boda cayó una lluvia ligera. Las mujeres fueron separadas de los hombres.
Un grupo de mujeres con el pecho desnudo nos rodearon y comenzaron a quitarnos la ropa. Luego nos pusieron dos delantales de hierba, abiertos por los lados.

Nuestros rostros fueron pintados cuidadosamente al estilo del pueblo: blanco desde la nariz hasta la mandíbula y vetas amarillas encima de la frente y los pómulos.

Junto con la pintura de la cara, a los hombres les entregaban arcos y flechas. Ellos llevaban hojas en la espalda, un escudo en el pecho fabricado con caracoles y fibra, brazaletes decorativos y un sombrero con plumas brillantes.

Acto seguido las mujeres del pueblo se tomaron de los brazos y comenzaron a moverse arriba y abajo rítmicamente mientras silbaban de una forma particular. Los hombres, que estaban frente a ellas, comenzaron a hacer lo mismo.

Las chicas jóvenes de la multitud gritaban de alegría: Danielle y Moisés estaban casados.
Entonces, la ceremonia del traspaso de los cerdos comenzó.
"En Port Moresby, la capital del país, nuestro conductor de taxi nos dijo que había pagado 30 cerdos por su segunda esposa. Eso me hizo comprender la ganga que había sido Danielle"
Los habitantes del pueblo rodearon los animales hasta formar un círculo alrededor de ellos.
Los parientes de la novia fueron convocados para inspeccionar a los cerdos. Una vez hecho esto, se les desató y se les entregó a la madre de Danielle.

En aras de establecer una buena relación con los suegros, la madre de la novia regresó dos cerdos a la familia del novio.

Los otros dos ya habían sido destinados para el banquete nupcial del siguiente día. Este se iba a celebrar en un pedazo de tierra perteneciente a los hermanos de Moisés.

Sin agua pero con cobertura para celulares

Los cerdos, envueltos en hojas de plátano, fueron horneados en fosas llenas de piedras calientes.
Nosotros habíamos llevado juguetes para los niños del pueblo. Mientras reían y saltaban los adultos chupaban la grasa que había dejado la carne de los cerdo en las hojas donde se habían cocido.

Papua Nueva Guinea no es un país pobre. Tiene una significativa riqueza mineral. Actualmente se construye un ducto de gas natural licuado.

Pero muy poco de esa riqueza ha llegado hasta el pueblo de Komya, donde viven sin electricidad y sin agua en chozas con el piso de barro.

Al atardecer los habitantes se dirigieron descalzos al barro profundo de sus hogares donde ni siquiera tienen una vela.

Sin embargo, cuando miré mi teléfono me di cuenta de que la señal era excelente. Los aldeanos carecían de cualquiera de los servicios básicos pero se podía enviar mensajes de texto sin problema.

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