Claudia Méndez se fue de su casa
después de que sus compañeros de escuela, cansados de verle el cuerpo
lleno de moretones, la alertaran sobre las redes de asistencia social
que podían hallarle un hogar sustituto.
Tenía, según cuenta, un pasado de abusos "físicos y mentales".
"Decidí que era mejor alejarme de mi
familia porque había una violencia constante y descontrolada. Nunca
tuvimos una relación agradable con mi mamá y sus esposos no fueron buena
gente", señala la joven, en diálogo con BBC Mundo.
Hoy tiene 21 años y su camino por los vericuetos
del sistema estadounidense de hogares de guarda –como se llama a las
familias que reciben a menores para hacerse cargo de su custodia-
comenzó a los 16.
En San Francisco, donde se instaló su madre biológica
cuando llegó de El Salvador, le dieron a elegir entre ingresar a un
instituto o mudarse con una familia "postiza": ella eligió lo segundo y
se fue sin más ropa que la puesta.
Tuvo que aprender a conocer la ciudad. Cuenta
que su madre era muy estricta y casi no la dejaba salir, así que sus
amigos le enseñaron cómo tomar el bus o llegar hasta la escuela, dónde
hacer las compras o conseguir empleo: tuvo cuatro mientras aún estaba en
la secundaria.
"He tenido mis amistades que son como mi
familia, pero al mismo tiempo me he tenido que cuidar yo sola ya que las
señoras con que viví no eran muy responsables que se diga", dice
Méndez.
Su caso ilustra la crisis que golpea al sistema
desde adentro: cada vez hay más niños de origen hispano que pasan de sus
hogares de sangre a los de terceros bajo el modelo de "cuidado
sustituto" (foster care, en inglés).
Más latinos
Las estadísticas indican que hay medio millón de
menores en estos hogares de guarda o crianza. Y aunque el número ha
descendido en los últimos dos años, la proporción de niños hispanos se
ha movido en sentido contrario.
"He tenido mis amistades que son como mi familia, pero al mismo tiempo me he tenido que cuidar yo sola ya que las señoras con que viví no eran muy responsables que se diga"
Claudia Méndez, joven salvadoreña que vivió en hogares sustitutos
Previsiblemente, en los estados con mayores
índices de población migrante el problema es más notorio. A la cabeza
está Nuevo México, donde los hispanos son 59% del total de menores con
familias de reemplazo, según datos de 2009 del programa nacional Kids
Count.
California queda segundo en la lista. Aquí, los
latinos son la mitad de unos 58.000 niños asignados a estos hogares y en
algunos condados la brecha es aún mayor: en Santa Clarita, por caso, el
índice se eleva a 61,4%, según el recuento de la Universidad de
California en Berkeley.
Así las cosas, varios legisladores estatales se han propuesto trabajar para reformular el modelo de foster care.
"Hay dos aspectos para atender: primero, tenemos
que encontrar cómo proveer mejores servicios para quienes ya están
dentro del sistema. Luego, tenemos que delinear estrategias de
intervención y educación para reducir el número de niños latinos que
ingresa cada año", indicó a BBC Mundo el asambleísta californiano Jim
Beall, que lidera el comité especial sobre hogares de crianza.
Barreras culturales
Tal como funciona hoy, los hogares sustitutos se
presentan como opción después de probar que un menor está en situación
de vulnerabilidad, lo cual se avala –por ejemplo- con denuncias de
terceros o reportes de autoridades escolares.
"Se ven desde casos de violencia doméstica,
consumo de drogas por parte de los padres o abuso sexual intrafamiliar
hasta casos en los que los padres no se pueden ocupar porque tienen tres
empleos o no pueden mantenerlos", señaló Beall.
Tras la investigación del caso, los asistentes
sociales y los tribunales establecen un "plan de evacuación" para el
niño. A diferencia de la adopción, el trámite es acelerado y la custodia
puede darse con carácter temporario, en algunos casos sólo por meses.
A la hora de asignar un hogar, los lineamientos
del programa indican que se deberá hallar uno que sea compatible con el
contexto sociocultural del menor, para hacer menos traumática la
experiencia del traspaso.
Pero, en este sentido, los niños latinos no corren con ventaja.
"Las diferencias culturales resultan gravísimas
para ellos. Empiezan muchas veces con el mismo sistema de asistencia
oficial, donde algunos asistentes no hablan español y evalúan a familias
que a su vez no hablan inglés", reveló el parlamentario.
Nueva familia
Sin embargo, las autoridades destacan que el
principal problema es la casa de destino: entre quienes postulan para
tener menores a cargo –lo que se compensa con un subsidio gubernamental-
se cuentan muy pocas familias latinas.
"La pobreza obliga a algunas familias a entregar a sus hijos temporariamente en guarda. Pero no es la única causa: muchos de los niños que están en el sistema tienen padres en prisión o han nacido de madres muy jóvenes, dos problemáticas que se ven en las familias latinas en mayor grado que en otros grupos"
Jim Beall, legislador de California
¿El resultado? Quienes salen forzados del núcle familiar deben insertarse en un contexto que les resulta completamente extraño.
"A mí me pasó que no estaba comiendo las comidas
con las que crecí y me sentía deprimida. No quería ir a La Misión
(barrio latino de San Francisco) por miedo a encontrarme con mi mamá,
así que no comía nada. Y eso me pasó a mí que crecí en Estados Unidos y
hablo inglés, no me imagino cómo será para chicos que no hablan", relata
Méndez.
Hasta llegar a la mayoría de edad, ella cambió
de casa seis veces, alternando entre hogares asignados y casas de amigos
donde le daban cobijo por temporadas.
"El sistema está bien, pero falta más
investigación sobre si los niños se van a sentir bien o no en una casa
determinada", señala la joven, que hoy trabaja dando clases de
"habilidades de la vida" a menores hispanos albergados en casas de
guarda.
Detrás de las cifras
Ahora, ¿por qué los latinos son cada vez más en el sistema?
Los expertos apuntan a la realidad económica de
este grupo étnico, que exhibe indicadores de bienestar peores a los de
otros sectores de la sociedad y, según un
estudio reciente del Centro Pew, se reconoce como el más afectado por la crisis económica iniciada en 2007.
La pobreza y la falta de empleo estable ha
llevado a familias a dispersarse y, en ciertos casos, a dar a sus hijos
temporariamente en guarda.
"Pero no es la única causa. Muchos de los niños que están en el sistema tienen
padres en prisión o han nacido de madres muy jóvenes: estas
son problemáticas que se ven en las familias latinas en mayor grado que
en otros grupos", indica Beall.
La falta de documentos de residencia legal
también su impacto: por un lado, porque impide que muchas familias
accedan a programas oficiales de ayuda oficiales que permitirían evitar
la entrega de hijos a terceros.
Pero, además están las deportaciones de "sin
papeles". Al momento, más de 5.000 niños residen en hogares sustitutos
después de que las autoridades federales expulsaran o detuvieran a sus
progenitores.
Según un reporte del Centro de Investigación
Aplicada (ARC, en inglés), los hijos de inmigrantes deportados son los
que probablemente queden dentro del sistema de guarda por periodos más
prolongados que el resto de los menores.
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