El gobierno de Uruguay autorizó la construcción de un
puente para conectar dos localidades divididas por un lago, pero los
vecinos prefieren cruzar por balsa.
Los dos departamentos, en la zona costera de
Uruguay, están divididos por una laguna llamada Garzón, y para
atravesarla hay que utilizar balsas, incluso para trasladar autos.
Ahora el gobierno de José Mujica
autorizó la construcción de un puente para unir ambas localidades. Pero
lejos de alegrarse por la noticia, muchos vecinos de ambas márgenes se
oponen a la idea.
Tanto los residentes del histórico barrio de
José Ignacio (en el departamento de Maldonado) como los habitantes del
agreste departamento de Rocha, al este, vienen rechazando hace décadas
los intentos privados de construir un puente.
Incluso existe un "monumento" a esa lucha en la
forma de un puente inconcluso, de apenas unos metros, que empezó a
hacerse en los años 60 hasta que los vecinos lograron frenar la obra.
Pero el auge inmobiliario que vive actualmente
la costa atlántica uruguaya, en particular la zona alrededor del
balneario de Punta del Este (también en el departamento de Maldonado)
habría hecho que ahora el gobierno vuelva a dar luz verde al resistido
proyecto.
No al puente
¿Por qué se oponen los vecinos a estar unidos por un puente?
"En el 80% de las áreas protegidas no se respetan las prohibiciones"
Lorena Rodríguez, Vida Silvestre Uruguay
La principal objeción que esgrimen de ambos lados es de carácter ecológico.
No es en sí la construcción del puente -que
mediría menos de 100 metros- lo que preocupa a los ambientalistas, sino
el aluvión de turistas y nuevos residentes que llegaría a través de la
nueva conexión.
En efecto, dicha infraestructura es promovida
por empresarios argentinos que planean al menos seis emprendimientos
inmobiliarios en Rocha, en la zona costera (de unos 25 kilómetros) que
se extiende entre la Laguna Garzón y la Laguna Rocha, al oriente.
En la actualidad, para llegar hasta ese lugar
hay que cruzar la Laguna Garzón en balsa o, en su defecto, tomar uno de
los caminos que se desprenden hacia la costa desde la ruta 9, que está a
unos 15 kilómetros tierra adentro.
El impacto ambiental
Lorena Rodríguez de Vida Silvestre Uruguay dijo a
BBC Mundo que se trata de una región "muy rica en biodiversidad y de
alto valor paisajístico".
Actualmente sólo 77 personas residen allí y hay 17 viviendas.
Pero de acuerdo con los planes preliminares
presentados por las intendencias de Maldonado y Rocha (que apoyan la
construcción del puente), la expansión inmobiliaria de la zona será
prolífica.
En una década habría unas 230 casas y 4300
habitantes. Y para 2035 en el lugar vivirían 11.200 personas en cerca de
2500 viviendas.
Para Rodríguez se trata de una expansión que
será "catastrófica" para los bosques y algunas de las especies animales
que actualmente habitan en esa zona.
El gobierno uruguayo señaló que Laguna Garzón
forma parte del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, lo que garantizará
la conservación del ecosistema.
Pero los ambientalistas se muestran escépticos sobre la protección que esa disposición pueda ofrecer.
"En el 80% de las áreas protegidas no se
respetan las prohibiciones porque hay falta de personal", criticó la
representante de Vida Silvestre.
Preservar la identidad
Vecinos de José Ignacio y de Rocha coincidieron en la preocupación respecto al impacto ambiental del proyecto.
"Todo se hace a pie, las distancias son cortas y nadie anda con apuro"
Ignacio Ruibal, Liga de Fomento
Pero además, representantes de ambas localidades
recalcaron a BBC Mundo la amenaza que el puente supondrá para el estilo
de vida que caracteriza a cada lado.
A pesar de ser vecinas, las regiones a ambas
márgenes del Lago Garzón tienen identidades muy singulares, algo que la
mayoría de quienes se oponen al puente quieren preservar.
Ignacio Ruibal, que vive en José Ignacio desde
hace 25 años y es vicepresidente de la Liga de Fomento local, explicó
que ese pequeño pueblo, compuesto de sólo 36 cuadras que rodean el faro,
se distingue por su carácter familiar y por su ritmo tranquilo.
"Todo se hace a pie, las distancias son cortas y nadie anda con apuro", describió.
Quizás la palabra que mejor ilustra a José
Ignacio es "pintoresca". Sus 12 kilómetros de playas atraen a cientos de
turistas todos los veranos, pero apenas un puñado tiene el privilegio
de hospedarse allí, ya que en el pueblo no hay edificios (sólo casas) y
la mayoría son residencias particulares.
"Ahí se puede vivir bien sin necesidad de bienes de consumo"
Daniel De Alaba, vecino de Rocha
En cambio, del otro lado de la Laguna Garzón se encuentra lo que muchos consideran un paraíso agreste.
Allí no hay redes eléctricas, ni sistemas de saneamiento, y tampoco hay instalaciones sanitarias.
Para algunos rochenses, como Daniel De Alaba, esto ofrece un contacto único con la naturaleza.
"Ahí se puede vivir bien sin necesidad de bienes de consumo", dijo a BBC Mundo.
¿Identidad o exclusividad?
Desde ambas orillas de la Laguna Garzón se habla
de la importancia de preservar la identidad de cada lugar. Pero algunos
creen que no es la identidad sino la exclusividad lo que se quiere
mantener.
"Quieren que quede para unos pocos"
Eduardo Costantini, empresario
"Quieren que quede para unos pocos", acusó el
empresario argentino Eduardo Costantini, el principal inversor
inmobiliario en la zona y mayor promotor del puente, según el sitio
Información Profesional.
Los impulsores de la iniciativa también afirman
que los vecinos "pitucos" de José Ignacio no quieren recibir a los
turistas más "bohemios" que suelen visitar los parajes de Rocha, y
viceversa.
Ruibal y De Alaba aseguraron que ambas
localidades quieren estar mejor conectados, pero para ello sugieren un
sistema de balsas eléctricas –que mantendrá las características que
hacen especial a la zona- y no un puente.
Ruibal admitió que a muchos vecinos de José
Ignacio les preocupa que los cientos de constructores que llegarán para
desarrollar la región vecina podrían inundar los servicios de salud del
pequeño poblado.
Otra preocupación es que la costa de Rocha, al
ser mucho más profunda que la de José Ignacio, es menos apta para nadar,
por lo que algunos vecinos temen que las serenas playas de ese
balneario podrían verse repletas de toda la gente llegada desde el otro
lado del puente.
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