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lunes, 28 de mayo de 2012

LA PALABRA CUENTA


La política

                                               Escrito por Benjamín García


Eran conocidos, de toda la vida y la historia, sus amoríos con lanzadores derechos y zurdos.  Convencida estaba de la condición de verdugos de ambos, pero no había remedio, su condena era sobrevivir en aquella dualidad.  Época hubo en que la discusión de la conveniencia entre andar con uno y otro era posible en cualquier improvisada tertulia de parque, actividades de clubes sociales o colmado de esquina.


Convencidos estaban unos de las bondades de los derechos. Razones exponían;  eran más dados a la libertad, al juego del respeto a las iniciativas privadas, a no entorpecer las creencias, entre otras virtudes. Pero los zurdos, atrincherados en teorías dialécticas, les echaban en cara las injusticias, las desigualdades sociales, el desequilibrio en las clases. Además, por alguna razón, eran más dados a la “cogioca” cuando lograban el derecho de recorrer las “oscuras galerías del poder”.

Los de la zurda tenían sus defensores.  Eran rebeldes, bravucones de barricadas.  Echaban manos de miles de formas para resistir las embestidas de los derechos, todo por encontrarse en minoría, la mayoría de las veces. Pero les defendían a partir de la promesa de una sociedad justa, la construcción de un hombre nuevo, más solidario y donde las riquezas producidas, prometían, serían repartidas por igual.

Desde la acera del frente les venían los dardos.  No es gente de fe, le gritaban, para que no se fuera con ellos, sustentaban su argumento en las criticas vertidas contra la cultura religiosa establecida.  No repartirán riquezas, sino pobrezas.  Además, solo es cuestión de probarlos cuando através de ella pudieran accesar a los salones tenebrosos del poder.

A través de ella, la política, los de derecha, jugando a la opresión en momentos, como los de izquierda, o distraídos con la vieja gorda e impostora sin postura de la democracia, han dominado por más tiempo la sabana.  Aunque los zurdos hayan alcanzado la sombra fresca de alguna pradera donde todavía pastan. Cuba el ejemplo.

Sin embargo, y he aquí la triste victoria sobre la tan pretendida política.  Que ya andan todos juntos y cuando no, pasan de una acera a la otra con tal facilidad que no alcanzamos a descubrir la diferencia entre uno y otro.  Quizás por eso ya no es lo mismo.  Y aquello sobre lo cual intentamos alguna vez construir los sueños de una sociedad justa ha permitido ser vilipendiada, vapuleada y violada en su propio honor.   

Y es que hubo un tiempo en que la mirada de la política era diáfana y transparente. Con ella iban unos y otros, más unos que los otros, a visitar con frecuencia las bibliotecas del pueblo o a bailar con sus promesas en el club de la comunidad. Estaba en boca de todos, intelectuales de barba blanca, jóvenes inquietos cuyo mayor orgullo era su boina calada. Sin embargo, esta dualidad la ha llevado a la coquetería destructiva. Mas que hermosa, hoy se presenta seductora y cruelmente devoradora. Joder Joaco… ¿tú lo recuerdas?

Hoy la bella y radiante política ha sustituido el libro por una botella de ron, o whisky, ya da  para todo.  El galanteo por la “chercha”.  Las charlas clandestinas por reuniones de aposento para repartos malsanos. Prefiere el colmadón con aliento etílico a las aulas universitarias.  Es mejor quien seduce con galanteo de pavo real o bravuconadas de patio, que aquel de idea clara o convincente argumento.

Pasó del sueño colectivo al pragmatismo de unos cuantos.  Mas dados a las cuentas personales que a las estadísticas sociales.  Mas atentos a la producción de riquezas que a los valores de promoción del ser humano.  La política salió del barrio vestida de paloma y ha vuelto con alas y pico de águila hambrienta, capaz de comer carroña.


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