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martes, 18 de mayo de 2010

Ganó un partido y perdió el pueblo‏

Por Luis Alfredo Collado
El autor es un comunicador dominicano residente en los Estados Unidos

Pobres de los que llegaron a creer que estas elecciones iban a ser una fiesta democrática donde los votos cuentan, y que acudir a las urnas era un privilegio que permite elegir libremente a sus representantes. Esto es lo que decían los que viven del negocio de la política, los candidatos y por supuesto la Junta Central Electoral. Con este cuento tienen las masas manipuladas y atrapadas.




Si las elecciones fueran una fiesta democrática no hubiera reservación de candidaturas ni mucho menos imposiciones de candidatos, si el voto contara, cada elector debiera sentirse representado por el funcionario que elige. El privilegio de acudir a las urnas solo le da al ciudadano un protagonismo de escasos cinco minutos para que sienta que es importante, después de esos cinco minutos empieza su ciclo de victima indefensa del sistema y de quienes lo utilizaron.



Las muertes, incidentes violentos y las compras de cédulas en varios pueblos del país, constituyen una cruel evidencia de que la democracia al estilo dominicano aún continúa siendo un sueño para los que anhelamos un sociedad aproximadamente justa.



Los hechos de violencia que se produjeron en las elecciones deben motivar un impostergable debate nacional sobre el funcionamiento y efectividad de este sistema, donde el salvajismo protagonizado por el activismo político revela un peligroso desbalance de formación en el seno de los partidos mayoritarios.



Ante la ausencia de propuestas convincentes y reales, los billetes, las mañas y la violencia, han sustituido la racionalidad de los que implementan estos métodos para ganar a la mala.



Estos comicios han modificado el mapa político nacional dándole una abrumadora mayoría al Partido de la Liberación Dominicana, sobre todo en el Senado donde tendrán el control absoluto de la cámara alta. Con esta aplastante victoria del PLD, ha surgido la figura perniciosa del unipartidismo, que le otorga una concentración dañina de poder al partido oficialista.



Ahora el PLD no tendrá nada que le estorbe en la cámara alta por los próximos dos años que le quedan al Presidente Leonel Fernández, y si por alguna casualidad la oposición logra ganar las elecciones presidenciales del 2012, también seguirán siendo los dueños del poder legislativo, una condición que automáticamente tendrá maniatado a cualquier opositor que logre alcanzar el poder.



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