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lunes, 24 de mayo de 2010

Sabina, el grandioso poeta de Úbeda en Dominicana

Por Shayra Ramírez
La autora es amiga y compueblana nuestra,20 años después  el Dios Sabina hizo el milagro de encontrarnos

"Hice un solo desafinado

con las cenizas del amor

las verbenas del pasado

gangrenan el corazón.



Acórtate la falda nueva

despiértate al oscurecer

túmbate al sol cuando llueva

no desordenes mi taller."



Así empezó el concierto este "traficante de emociones cantadas" que es Joaquín Sabina, con hora y media de retraso -consecuencia de un aguacero de mayo, nunca mejor dicho- y de la tardanza que identifica al pueblo dominicano.

El público esperaba impaciente en el Palacio de los Deportes de la primera ciudad de América y él no se hizo esperar. Al "Tiramisú de limón" le siguió "Viudita de Clicquot", canción en la cual el flaco de Jaén descorcha una botella con quien estableciera el champán en Francia en el 1811. ¡Vaya surrealismo!



Empiezan los aplausos, los gritos, las fotos, y el público se viste de adrenalina. Todo, hasta ahora, va bien.

Siguió con "Medias Negras" y "Ganas de...", acompañado de sus cómplices por excelencia, Pancho Varona y Antonio García de Diego, quien me dejó boquiabierta cuando interpretó magistralmente "Amor se llama el juego". También lo acompañaba Jaime Azúa, apodado por las dominicanas como el chévere y con quien cantó "Llueve sobre mojado".

Empieza la tensión. El calor agobiante tampoco ayudó y mucho menos las luces encendidas para poder encontrar los asientos de la gente que llegaba tarde. Sabina se quejó y ya, a la tercera vez dijo: "¿Pueden apagar las luces de una puta vez?".

Mientras el flaco intentaba acercarse a nosotros cuando nos contaba de su relación con las musas - a las que cataloga como putas- la gente le hacía fotos, comentaba y le faltaban al respeto. Se empezó a enfadar y dijo: "¿Me pueden dejar trabajar?. Yo soy un señor mayor ya; tengo 61 años y pongo el alma en el escenario. Quisiera que valoraran un poco más mi trabajo y el de mis compañeros y cooperaran. Déjenme trabajar, carajo".



Lo intentó de nuevo. Dijo: "es maravilloso dejarse mojar por las tormentas tropicales del Caribe", a lo que siguió el inicio de una de sus rimas para presentar su "Cristales de Bohemia". La gente seguía comentando, pidiendo tragos, pizzas, nachos a los camareros que le hacían competencia al flaco de Jaén. Jamás había visto cosa igual. ¿Serán las Memorias del Sub-desarrollo de Subiela?.

La falta de respeto era tal que sentía vergüenza ajena.

Aquí no pudo más y estalló: "Por cosas como éstas es que voy a dejar de cantar en estadios grandes. Yo ya estoy muy mayor y pongo mucha ilusión en esto como para que no me dejen trabajar. ¿Para qué pagan entonces por venir a verme?. Y me cabreo porque me sale de los cojones. Canta tú, Pancho, que ahora vuelvo".

Se fue y, por un momento temí que no volviera. Pancho interpretó "Y si amanece por fin" y, aunque hubiese preferido escucharla por el Joaco, no niego que Varona lo hizo fantásticamente bien.



La cosa no termina ahí. Esto ya fue el colmo de mi enojo.

El chico que estaba detrás de mí dijo, con toda la prepotencia del mundo: "¿Que es lo que Sabina se cree?. Él lo que quiere es ganarse los cuartos fácil. El 'tíguere' lo que quiere es llamar la atención. ¿Qué vaina es?. Eso pasa en todas partes".

Yo no pude callarme la boca y le dije: "Por eso catalogan a los dominicanos como un pueblo falto de cultura, escandaloso y mal educado; nos cortan a todos por las mismas tijeras. ¿Crees tú que sea necesario que, en medio de un concierto, Joaquín tenga que ponernos de frente -con toda la razón del mundo- que somos unos irrespetuosos?.¡Ah! Y esto no pasa en todas partes. No pasa en España; no pasa en México. Pasa aquí en este país cuya nacionalidad llevo con mucho orgullo, salvo en momentos como éste. Es vergonzoso que Sabina se marche de aquí con esta imagen del pueblo dominicano".



Posteriormente Sabina se disculpó y dijo: "nosotros los artistas somos personas comunes y corrientes y a veces se nos cruzan los cables. El concierto siguió sin mayores contratiempos.



Aunque no se le pusiera la atención merecida, Mara Barros -la nueva corista onubense que sustituye a Olga Román y quien actuara en el musical "Hoy no me puedo levantar" de Mecano- me cautivó con la interpretación del trozo de poema del SubComandante Marcos hecho canción diez años más tarde. "Como un dolor de muelas" salió de sus cuerdas como una obra maestra. ¡Dios... qué desparpajo de emociones causó en mí oír a esta chica cantarla!!.

Acto seguido, ya con Sabina en el escenario, Mara interpretó "Y sin embargo te quiero", la copla de Quintero, León y Quiroga que desembocó en la extraordinaria, la que me derrenga y me emociona hasta las lágrimas, mi favorita, "Y sin embargo". Tras un par de canciones más, para que la corista se transformara "en la más señora de todas las putas para, fumando y apoyada en un farol, interpretar junto a Sabina "Canción para la Magdalena".

El repertorio fue inmejorable. La banda estuvo genial y, aunque el concierto se viera empañado por malos ratos, no niego lo afortunada que soy de haber visto a este poeta irreverente hacer canción delante de mis ojos.



El concierto del Gran Arena del Cibao me dejó fascinada. El ambiente estuvo mucho mejor, aunque aquí también se paseaban los camareros de un lado a otro ofreciendo y sirviendo tragos. El aire acondicionado funcionaba. El público estaba quizás menos ansioso y Joaquín, visiblemente, mucho más feliz. No lo interrumpieron cuando hablaba de que sus musas eran unas putas que se iban con Juan Luis Guerra, Víctor Víctor o Silvio Rodríguez cuando él más las necesitaba. La experiencia fue mágica y la diferencia entre ambos conciertos fue abismal.

Pude sentir ese desparpajo de emociones por segunda vez consecutivamente y anegarme en ese mar interminable que es la obra Sabinesca. Aún lo saboreo y a veces creo que, con la gran ayuda de Berry, viví un sueño. Fui feliz y, aunque el poeta jiennense dice: "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver", siempre volveré a Santiago...porque "no quiero París con aguacero ni Santiago sin ti", como dijo el flaco de Úbeda.



¡Ah! Sabina. ¡Cuánto me has dado! ¡Cuánto me sigues dando!







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