En los últimos años, el mundo ha visto el
desmoronamiento de diferentes gigantes corporativos, desde empresas
financieras como Lehman Brothers a fabricantes de automóviles como Saab.
La crisis económica, las deudas y la competencia han llevado a la
quiebra a emblemáticas marcas y a otras las ha puesto contra la pared.
La última es el gigante de la fotografía Kodak
que acaba de acogerse al código de bancarrota de EE.UU. mientras intenta
gestionar préstamos y vender miles de sus patentes para salir a la
flote.
Y todavía no hay que dejar el luto
por estos gigantes: el ritmo de funerales y descalabros de grandes
empresas sólo ha comenzado.
El caso de Kodak
Eastman Kodak Co, el gigante de la
fotografía que inventó la cámara de mano y que inmortalizó las primeras
imágenes de la luna, se declaró en bancarrota este jueves después de un
año de pérdidas constantes ante la feroz competencia de la fotografía
digital, tecnología que irónicamente la misma empresa inventó a mediados
de los años ochenta.
De esta manera el pionero de la fotografía (con 130 de antigüedad) se acoge al Código de Bancarrota de EE.UU. que le da un margen de maniobra para intentar vender más de 1.100 patentes y para gestionar préstamos bancarios cercanos a los US$ 1.000 millones.
Sus directivos aspirar remodelar el negocio sin dejar de pagar a sus 17.000 trabajadores, una cifra residual si le compara con los 140.000 empleados que tuvo Kodak en su momento de esplendor en los años ochenta cuando su logotipo podía verse en todas las atracciones turísticas.
Víctima de su propio invento
Kodak no solo anticipó el cambio que se avecinaba con la fotografía digital, sino que en muchos sentidos fue pionera en este campo.
La empresa creó el primer sensor de megapíxeles en 1986 y la cámara QuickTake lanzada por Apple en 1994 había sido desarrollada en gran medida por Kodak. La cámara se parecía a unos prismáticos, almacenaba 32 fotos y podía conectarse a un computador portátil.
El limitado rendimiento de la cámara y el alto costo de la innovadora tecnología (una cámara pequeña costaba unos US$ 800 mientras que una de fotoperiodismo podía dispararse a los US$ 15.000), reducía el mercado a unos cuantos aficionados.
Kodak se dedicó de llenó a su principal negocio: las películas para cine y cámaras analógicas. Sin embargo, cuando el negocio comenzó a dar signos de declive, las nacientes empresas de fotografía digital ya habían rebasado al gigante.
Y a pesar de que Kodak transformó sus productos a la fotografía digital y abrió nuevos mercados en sectores como la salud, la alarma saltó el año pasado cuando sus directivos anunciaron que necesitaban US$500 millones para seguir operando en 2012.
De esta manera el pionero de la fotografía (con 130 de antigüedad) se acoge al Código de Bancarrota de EE.UU. que le da un margen de maniobra para intentar vender más de 1.100 patentes y para gestionar préstamos bancarios cercanos a los US$ 1.000 millones.
Sus directivos aspirar remodelar el negocio sin dejar de pagar a sus 17.000 trabajadores, una cifra residual si le compara con los 140.000 empleados que tuvo Kodak en su momento de esplendor en los años ochenta cuando su logotipo podía verse en todas las atracciones turísticas.
Víctima de su propio invento
Kodak no solo anticipó el cambio que se avecinaba con la fotografía digital, sino que en muchos sentidos fue pionera en este campo.
La empresa creó el primer sensor de megapíxeles en 1986 y la cámara QuickTake lanzada por Apple en 1994 había sido desarrollada en gran medida por Kodak. La cámara se parecía a unos prismáticos, almacenaba 32 fotos y podía conectarse a un computador portátil.
El limitado rendimiento de la cámara y el alto costo de la innovadora tecnología (una cámara pequeña costaba unos US$ 800 mientras que una de fotoperiodismo podía dispararse a los US$ 15.000), reducía el mercado a unos cuantos aficionados.
Kodak se dedicó de llenó a su principal negocio: las películas para cine y cámaras analógicas. Sin embargo, cuando el negocio comenzó a dar signos de declive, las nacientes empresas de fotografía digital ya habían rebasado al gigante.
Y a pesar de que Kodak transformó sus productos a la fotografía digital y abrió nuevos mercados en sectores como la salud, la alarma saltó el año pasado cuando sus directivos anunciaron que necesitaban US$500 millones para seguir operando en 2012.
El promedio de vida de una sociedad que cotiza
en el índice S&P 500 de las principales empresas de EE.UU. se ha
reducido en más de 50 años en un siglo. Si en 1920 una gran empresa
podía vivir hasta 67 años, ahora su esperanza de vida es de 15 años,
explica Richard Foster de la Univesidad de Yale.
"La tasa de cambio actual más rápida que nunca", señala.
El profesor Foster estima que para el año 2020
más de tres cuartas partes de los S&P 500 serán empresas de las que
todavía no se sabe nada.
Así que en un mundo donde el ex titán General
Motors fue puesto de rodillas hace un par de años, requiriendo una
inyección de dinero del gobierno para escapar de la quiebra, parece
conveniente preguntarse: ¿Cuánto tiempo puede sobrevivir una empresa?
Japón y sus empresas centenarias
No es sorprendente que el país donde la gente
vive más tiempo es también el hogar de algunas de las empresas más
antiguas del mundo.
En Japón hay más de 20.000 empresas con más de
100 años de edad y un puñado que incluso tiene más de 1.000 años de
antigüedad, según la agencia de calificación Shoko Research.
La lista incluye a Nissiyama Keiunkan Onsen, un
hotel fundado en el año 705, considerado por algunos como la empresa más
antigua del mundo.
Incluso existe una palabra en japonés para las compañías longevas: shinise.
Entonces, ¿cuál es la clave de su longevidad?
"Las compañías japonesas han podido sobrevivir
durante tanto tiempo", según el profesor Makoto Kanda de la Universidad
Meiji Gakuin, "porque son pequeñas, sobre todo familiares, y porque se
enfocan en el principio o credo de que no están vinculadas
exclusivamente a obtener ganancias".
Los factores locales también podrían ser otra clave de su éxito, detalla Kanda.
Las Shinise se centran principalmente en el
mercado japonés, desde productos sofisticados hasta insumos para la
elaboración de sake. Las organizaciones se benefician de una cultura
empresarial que siempre ha evitado las fusiones y adquisiciones que son
comunes entre sus colegas occidentales.
"Esas condiciones deberían mantenerse", dice el
profesor Kanda. "De lo contrario, será un poco difícil para ellas
mantenerse vivas durante mucho tiempo".
Predecir el futuro
Pero, por supuesto, las condiciones cambian. ¿Y después qué?
Aunque hay excepciones a la regla, el factor más
importante para la supervivencia de una empresa es el énfasis en la
innovación y la reinvención.
Nokia era un fabricante de pulpa de madera antes
de que se dedicará al negocio de la electricidad y posteriormente a lo
teléfonos móviles. Incluso, en algún momento su marca se utilizó para
vender botas de goma.
O Berkshire Hathaway (la multinacional controlada por Warren Buffet) que comenzó como una fábrica textil en Rhode Island.
Sin embargo, la innovación por la innovación no es el objetivo, señala Vicki TenHaken, profesor de gestión en el Hope College.
Es una innovación dirigida a "apuestas pequeñas"
que ayudan a las empresas a crecer y mantenerse al día con la
competencia, subraya.
De hecho, la corporación de responsabilidad
limitada más antigua del mundo, la papelera finlandesa Stora Enso,
comenzó como una compañía de explotación de cobre en 1288.
Ahora la compañía está estudiando expandirse al
sector de las energías renovables y a los materiales de construcción que
respetan el medio ambiente, áreas que la firma explotó durante años
para su crecimiento.
"Los próximos 40 años lucen muy diferentes de
los 700 años que hay detrás de nosotros", dice Jonas Nordlund, portavoz
de Stora Enso.
La compañía busca expandirse fuera de Europa
(Brasil, China y Uruguay), así como invertir en la producción de madera
laminada, un material que atrapa el dióxido de carbono.
Innovación vs accionistas
Innovar no siempre es fácil, especialmente para
las empresas que cotizan en bolsa que deben encontrar un equilibrio
entre las preocupaciones de los mercados de capitales y los accionistas,
que demandan ganancias trimestrales y que no necesariamente están
interesados en proyectos de investigación que pueden durar décadas.
"No hay ninguna prueba real de que la antigüedad de una empresa la haga más rentable que una más joven. Por el contrario, los resultados de la bolsa de valores sugieren que la edad podría ser un obstáculo."
"La investigación y el desarrollo es siempre un
delicado equilibrio entre mantener una visión a largo plazo y una a
corto plazo centrada en los objetivos financieros", señala Marcos
Vergnano, vicepresidente ejecutivo de innovación de DuPont.
Vergnano comenta, como prueba del compromiso de
DuPont con la innovación, que la compañía guarda un "tesoro" de 37.000
patentes de sus primeros años como fabricante de pólvora. No obstante,
reconoce que las invenciones no son suficientes para mantener la empresa
que opera día a día.
DuPont implementó una regla en 2010 que ordenaba
que el 30% de los ingresos debían provenir de las innovaciones que la
compañía había creado en los últimos cuatro años.
El movimiento tranquilizó a los inversores, que
se resistían a invertir US$ 2.000 millones de la empresa en
investigación para el desarrollo.
Problemas de una empresa 'inmortal'
A pesar de las ventajas de la innovación, si una
empresa puede renovarse y su situación sigue siendo favorable, la
inmortalidad tiene sus desventajas.
Por ejemplo, no hay ninguna prueba real de que
la antigüedad de una empresa la haga más rentable que una más joven. Por
el contrario, los resultados de la bolsa de valores sugieren que la
edad podría ser un obstáculo.
De las 74 compañías que han permanecido en el
S&P 500 por más de 40 años, sólo una docena ha logrado vencer a la
media, según un estudio de la consultora McKinsey.
De hecho, si se hiciera un listado del S&P
500 sólo con las empresas que formaban parte del índice en 1957, el
rendimiento general habría sido un 20% peor.
"Cuando una empresa ha agotado su ciclo, es comprada", dice el profesor Foster.
"Es un buen paso porque si la economía se detiene, la productividad se iría a otro lado", detalla.
"A todas las compañías les gusta pensar que van a ser el Matusalén del mundo empresarial, pero no lo son", subraya.
¿Un buen momento para morir?
La señora TenHaken, una habitante de Michigan en
EE.UU, un estado que ha visto morir muchas empresas, hace hincapié en
las consecuencias que tienen las muertes no planeadas de empresas o
repentinas en las comunidades vecinas.
Desde su ventana ha visto muchos funerales empresariales.
"No creo que sea necesario decir que las empresas deban vivir para siempre", señala.
"Creo que la tragedia es la muerte prematura de
empresas. Si una empresa muere demasiado pronto tenemos que
preguntarnos: ¿qué falló?".
A medida que más empresas parecen que van a
llegar al final de su ciclo, la verdadera pregunta para las que quedan
no puede ser cómo sobrevivir, sino cuando morir.
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