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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Recuerdos de un viejo narco de Miami

Condenado por el cáncer y no por la Justicia, Jon Roberts, uno de los mayores narcotraficantes del Miami desmedido de los años ochenta, pasa sus últimos días encerrado en casa.

Hace dos meses que abandonó la quimioterapia porque le desgarraba y le dejaba postrado en la cama durante semanas y ahora son las inyecciones de vitaminas las que están prolongando su vida.

"Es frustrante que sea esto lo que va a acabar conmigo. Sobreviví a tantas peleas, a tantas batallas, pero sé que no podré vencer esta", confiesa Roberts, de 63 años, en el salón de su amplia casa, al norte de la ciudad en la que construyó su imperio criminal.
Su esposa Noemi, mucho más joven que él, observa atenta. En el día a día le hace compañía, le cuida y le ayuda a criar a Julian, de 11 años, el único hijo de Roberts, nacido de una relación anterior.

Roberts espera que cuando él no esté, Noemi y Julian puedan vivir de los ingresos que les reporte el relato de sus andanzas, American Desperado, un libro que fue publicado el 1 de noviembre en EE.UU. y que ha escrito él mismo junto al periodista Evan Wright, autor del best seller Generation Kill.

Sus ganancias podrían multiplicarse si el proyecto de rodar una película basada en su libro llega a buen puerto. Su papel lo interpretaría Mark Wahlberg, el protagonista de The Fighter y el rodaje comenzaría en seis meses.

"No sabía si iba a llegar a ver publicado mi libro y lo he conseguido", afirma Roberts. "Ahora espero aguantar hasta que salga la película".

Socios

PODER Y DECADENCIA

Jon Roberts
1948: Nace en el barrio neoyorquino del Bronx, en el seno de una familia de mafiosos italianos.
1955: Ve a su padre asesinar a otro hombre.
1969: Dirige varios clubes nocturnos de Nueva York propiedad de su familia.
1974: Huye a Miami tras ser implicado en un asesinato y empieza a traficar cocaína.
1978: Comienza su relación con el Cartel de Medellín.
1982: Se convierte en uno de los principales donantes del Partido Republicano.
1984: Colabora con la CIA en la entrega de armas a las Contras en Nicaragua.
1986: La fiscalía de EE.UU. le acusa de ser "el representante en EE.UU: del Cartel de Medellín". Huye a Colombia.
1991: Es arrestado en EE.UU. y las autoridades piden una condena de 300 años de cárcel. Aporta información y solo pasa tres años entre rejas.

1995: Vuelve a Miami y trabaja para una agencia de chicas de compañía.
2007: Vende los derechos para un libro y una película sobre su vida.

Roberts podía estar hoy pudriéndose en una cárcel, pero gracias a la información que dio a las autoridades consiguió que el fiscal redujera su petición inicial de condena de tres siglos a sólo tres años de prisión.

Aquello ocurrió a principios de los noventa, cuando Estados Unidos asestaba los golpes finales al cartel de Medellín, los antiguos socios de Roberts, y cerraba la ruta de la cocaína que había convertido al sur de Florida en la principal puerta de entrada de droga al país y a Miami en capital del crimen.
Roberts, el "gringo barbudo", era el enlace en EE.UU. 

De los narcotraficantes colombianos dirigidos por Pablo Escobar. Cuando fue arrestado, las autoridades estimaron que Roberts había introducido en el país unas 56 toneladas de cocaína, por valor de US$2.300 millones.

Viajó en numerosas ocasiones a Colombia y a Panamá, donde participó en las fiestas "desmadradas" del expresidente panameño Manuel Noriega, que lavó durante años el dinero de la droga del cartel.

Sobre Escobar recuerda que en las ocasiones en que comieron juntos solo hablaba de negocios. "Los colombianos tenían una sobreproducción de droga y necesitaban ayuda para introducirla en EE.UU.", explica Roberts, que para ello se encargó de aportar barcos, avionetas y pistas de aterrizaje clandestinas.

"Los colombianos no eran más asesinos que el resto", precisa sobre la fama sanguinaria del cartel para el que trabajó. "Lo que ocurre es que armaban más ruido.

Mataban a alguien y lo dejaban muerto en la calle".
En aquellos años, el tráfico de cocaína convirtió a Miami en la ciudad grande más violenta de EE.UU. El viejo narco no esconde que él también participó en tiroteos y que en su currículum delictivo no falta el asesinato.

En su libro asegura que la CIA hizo la vista gorda con sus operaciones de narcotráfico y recurrió a él en 1984 para contrabandear armas a la guerrilla antisandinista de Nicaragua, en una de las operaciones que derivaría más tarde en el escándalo Irán-Contra.

"Desganado"

En su momento de mayor poder, a mediados de los ochenta, Roberts llegó a ser uno de los hombres más ricos de la ciudad. Tenía negocios que le servían de fachada, casas, helicópteros, autos de lujo, e incluso un importante paquete de acciones en el Banco de Panamá.

Los políticos le agasajaban. Se convirtió en donante del Partido Republicano, que en los ochenta gobernaba en Washington de la mano del presidente Ronald Reagan, y asistió en una ocasión a una cena ofrecida por el entonces vicepresidente George Bush.
Jon Roberts (Foto: Fernando Peinado)
Roberts colaboró con las autoridades y consiguió que rebajaran 297 años su petición de tres siglos entre rejas.

Después de contar con pelos y señales sus fechorías, Roberts admite que extraña aquellos años. "Era una vida de ensueño. Tenía mujeres, autos... Nadie podía decirme no hagas esto".
"No me arrepiento de las cosas que hice", asegura sin el menor reparo. Agrega en su defensa que el mayor daño se lo causó a criminales como él.

Al salir de la cárcel en 1995, volvió a Miami y trabajó para una agencia de mujeres de compañía. Nadie le reconocía, pero eso cambió hace cinco años cuando fue entrevistado en el documental de bajo presupuesto Cocaine Cowboys, sobre los años de guerra contra las drogas en la ciudad. 

Fue tras ver el éxito inesperado del documental cuando Roberts tuvo la idea de lucrarse narrando sus crímenes.

Ahora no tiene grandes lujos. Dice que se conforma con poco y que la enfermedad le ha quitado las ganas de salir de casa, donde pasa horas apostando por internet en las carreras de caballos.
"Quiero ganar el máximo dinero con el libro para que mi hijo Julian y mi mujer Noemi vivan lo mejor que puedan".

La hermana mayor de Roberts, que vive cerca, se ha encargado hoy de recoger a Julian del colegio. Su padre dice que no quería que estuviera en casa durante la entrevista.
"No quiero que él siga mi camino".

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