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martes, 18 de mayo de 2010

El falso “nacionalismo” de Trujillo

Por Aquiles Julián 
Columnista invitado
El señor Ricardo Antonio Bodden, ex-capitan dela Fuerza Aérea Dominicana escribió un artículo sobre cómo se formó la flota de la F.A.D. Es un escrito sobrio, lleno de datos (http://www.atanay.com/detail.aspx?n=10856).

Y sorpresivamente el señor Miguel Aquino hace un comentario que da origen a este artículo señalando: “Bueno, por lo menos eso se adquiria para el fortalecimieno de la defensa nacional.


Ahora los militares utilizan los recursos destinados a la defensa nacional para apoyar y negociar con el narcotrafico. Ud debiese sentirse orgulloso de haber pertenecido al cuerpo armado que le dio el frente al intento del comunismo internacional por establecerse en nuestro pais en el 1965.

Esa FAD fue lo que impidio que en el pais se establecieran los paredones institucionalmente.Lamentablemente ya no hay hombres como aquellos guardias de San Isidro.Y no, no siempre hijo de gato caza raton.”



El señor Miguel Aquino emite consideraciones cuestionables. En su exabrupto incurre en una serie de juicios que bien vale la pena desmontar.

Por el momento desarticularemos la falsía de que Trujillo fue “nacionalista”, (según el señor Aquino los aviones se adquirían “para el fortalecimiento de la defensa nacional”), una mentira que ha sido repetida tantas veces que muchos pueden creerla verdad.

 Sin embargo, pese a lo que Joseph Goebbels y los estalinistas han practicado, no es verdad que la mentira repetida se hace verdad.

Usted puede confundir a las personas, pero quien busca los hechos y mantiene el espíritu crítico siempre podrá escapar a la manipulación infame de los que tratan de esconder los hechos y adulterar la historia.

 A nuestra ciudadanía se le ha estafado su historia por intereses espurios: se quiere que ignore la responsabilidad personal de ciertos “notables” y familias en la toma del poder y su mantenimiento por Trujillo y sus secuaces durante 31 funestos años.


Desmontemos ahora el mito del “nacionalismo” y dejemos para otra ocasión, espero que no tardía, el disparate de que las FF.AA. hicieron frente al “intento del comunismo internacional por establecerse en nuestro país en el 1965”, sin dejar de acotar lo siguiente: ¿Quiénes eran esos cabecillas “comunistas”: los hijos de Ludovino Fernández, el hijo de Fausto Caamaño, los oficiales trujillistas en desgracia? ¿Esos eran? La “revolución” de abril es uno de los mitos más artificiosamente construido. ¿Y sabe acaso la población ingenua que Ramfis Trujillo era un partidario de Caamaño? ¿Qué Hernando Ramírez era un trujillista furibundo? Como ven, hay tela de donde cortar. Pero vayamos a la mentira del nacionalismo de Trujillo que propagan sus colaboradores con el interés de justificar que le sirvieron, se prosternaron, fueron cómplices.


Las armas que Trujillo compró y el ejército que Trujillo sostuvo en nada estuvieron dirigidos al "fortalecimiento de la defensa nacional", pues la nación dominicana, ultrajada y sometida por Trujillo mediante una tiranía que Balaguer, que fue funcionario de la misma, calificó certeramente de fundada en el "terrorismo político" (vea para su ilustración Memorias de un cortesano de la "era de Trujillo", Pág. 92), fue víctima, no beneficiaría de ese inicuo régimen.

 Esas armas, ese ejército, fue un ejército de ocupación desde su inicio: una fuerza de serviles instrumentada por el U.S. Marines Corps para que reprimiera y asesinara a su propio pueblo en 1918 y dejado como fuerza local militar de ocupación para que preservara un Estado marioneta, a la que tras 1924 Trujillo maniobró por controlarla y, tras lograrlo, la puso al servicio de sus intereses personales, no de los del país.


El señor Aquino tiene que partir del origen espúreo del ejército, de esa Guardia Nacional a la que los nacionalistas rehusaron pertenecer y que, por ende, se llenó de todo tipo de crápula dispuesta a colaborar con los invasores norteamericanos en "pacificar" el país: léase someter, humillar, torturar, asesinar, reprimir, etc., a los dominicanos.

Durante ese período, Trujillo incurrió en mil y una tropelías en una escuela que tuvo que modelo a seguir a criminales como el capital Charles Merkel, de quien el mismísimo Gobernador Militar Snowden llegó a informar que era “un alemán que empleaba contra la población nativa los bien conocidos métodos alemanes” (Bruce J. Calder: El impacto de la intervención, Pág. 193) y el también capital Charles R. Buckalew, dos muestras del tipo de patán criminal que invadió nuestro país.


El inglés William P. Burke, que publicó en 1935 “Señor Burky”, memorias de sus aventuras, cuenta en varios capítulos su estadía en el país a principios del siglo XX.

Véase esto que narra de Merkel, para que entendamos cuáles eran los bien conocidos métodos alemanes de los que hablaba Snowden: “Seis nativos (dominicanos, A.J.) se refugieron en una casa y aunque recibieron órdenes de abandonar el lugar, rehusaron salir. Rociaron el techo (los marines, A.J.) de la vivienda con parafina y lo incendiaron.

Mataron a los ocupantes cuando salieron corriendo. Entre ellos había una mujer con un niño en brazos que recibió un disparo en el mismo seno.

Los infantes de marina se volvieron locos esa noche. Mataron a diestra y siniestra. Cuando sus colegas oficiales le indicaron que entre ese grupo habían personas que no eran bandidos, Merkell les respondió: “Nunca lo serán, ahora ya están muertos.

El único spick (despectivo de hispano, A.J.) bueno es uno muerto”. (Asuntos dominicanos en archivos ingleses, B. Vega y E. Cordero Michel, Pág. 144. En lo adelante nos referiremos a este libro como Archivos).


O este otro procedimiento llamado el tercer grado: “Un oficial con una plancha ardiendo al rojo cerca de sus pies le repetía: “¿Dónde están los rifles? ¿Dónde están los rifles escondidos? ¿Dónde están los rifles?” (Ibid. Pág. 148). ¿Habría que hablar de las torturas a Cayo Báez, campesino dominicano, que provocó una repulsa continental ante la brutalidad del suplicio inferido a un infeliz dominicano? En ese tipo de acciones era en lo que andaba comprometido hasta el tuétano el “nacionalista” Trujillo cuando no andaba despredando y enriqueciéndose.



Trujillo se aprovechó, y mucho, de la impunidad que el pertenecer a aquel ejército de ocupación formado por el U.S. Marines Corps para sustituirle en la represión y domesticación de la rebeldía campesina, sobre todo en el Este del país donde las grandes compañías azucareras despojaban a los campesinos de sus tierras, le garantizaba.



Lo del despojo, en que Trujillo y demás serviles favorecieron (y de paso se lucraron en el proceso), a los dueños de grandes plantaciones e ingenios cañeros, está registrado por el autor norteamericano Bruce J. Calder en un libro editado por la Universidad de Texas en 1984, y traducido y publicado por la Fundación Cultural Dominicana que dirige el economista y escritor Bernardo Vega en 1998.


Al imponer un nuevo sistema de registro de tierras, el propuesto por J.H. Edwards, oficial de receptoría de aduanas, intervenidas por los Estados Unidos, “el Gobierno Militar (norteamericano, A.J.) capituló completamente frente a los intereses extranjeros, ignorando los del pueblo dominicano” (Calder, Pág. 147). Y para que el señor Aquino sepa a qué tipo de régimen servía Trujillo (al que una serie de servidores han querido vender como “nacionalista”, cuando desde el comienzo fue un anti-nacional de tomo y lomo), este delincuente de cuello blanco llamado J.H. Edwards “Poco tiempo después que el comité había decidido su curso, renunció para convertirse en presidente de una corporación que poseía medio millón de acres de tierra dominicana”, sostenido por las armas del ejército de ocupación, la Guardia Nacional, organizada por el U.S. Marines Corps de la que Rafael L. Trujillo era parte (Calder: Pág. 159).

Otro autor norteamericano, Melvin Moses Knight informa en su libro Los americanos en Santo Domingo: “la Ley sobre terreno promulgada por el Gobierno Militar (norteamericano, A.J.), había sido utilizada enérgicamente por algunos azucareros para obtener títulos de propiedad sobre grandes extensiones de terreno” (citado por Leonardo Mauricio Amparo: La intervención norteamericana de 1966/24, Pág. 80).


Pues bien, señor Aquino, ese es el espurio origen del fementido “nacionalismo” trujillista: el despojo inmisericorde y criminal, con la destrucción de aldeas, la tortura y el crimen de infelices campesinos que se vieron arrojados de donde habían vivido por décadas, despojados y expulsados violentamente por la soldadesca norteamericana y sus esbirros y sicarios locales, entre ellos Trujillo.

Y, ni tonto ni perezoso, el señor Trujillo, viendo que tenía manos libres para cualquier desmán, protegido y apoyado por los norteamericanos que apreciaban su subordinación y su complicidad en los crímenes y tropelías, inició un proceso de enriquecimiento por medios non sanctos, entre ellos el abigeato, el secuestro, la extorsión y otros recursos similares.


El capitán Omar T. Pfeiffer del U.S. Marines Corps, escandalizado por las “indelicadezas” y mañoserías de Trujillo, llegó a decirle a Burke, refiriéndose al “nacionalista” Trujillo: “¡Es un vagabundo! ¡Los agricultores de aquí le tienen más miedo a Trujillo y a su Guardia que a todos los bandidos juntos!” (Archivos, Pág. 152)


Otro de los oficiales del U.S. Marines Corps para el que Trujillo servía contra los dominicanos, el mayor Thomas Watson, que luego apoyaría las truhanerías de Trujillo, molesto con los abusos, expoliaciones y acciones turbias del sicario, le dijo a Burke: “¡Voy a trancar a ese teniente spick cuando lleguemos a El Seibo!”. Le pregunté por qué.


- “¡Es un pillo! ¡Todo el mundo en el pueblo dice que él es un pillo!” (Archivos, Pág. 152)



Las acciones de exacción y expolio de Trujillo que le permitieron crear de la nada una fortuna en los ominosos años de la primera intervención norteamericana en el país quedan ilustrados en el siguiente episodio que narra el inglés Burke:



“Entonces una vieja de Candelaria denunció que Trujillo le había robado 500 dólares. El capitán Yowell investigó el caso y yo serví de intérprete. Un negro muy conversador, que hizo las veces de testigo, insistió en que el teniente era culpable, pero yo mismo no le creí. Yowell me llamó a un lado y me preguntó qué tipo de oficial era este Trujillo. Le dije que estaba seguro que estaba con nosotros, y que era leal.



- “Bueno”, dijo Yowell, tras ponderar el asunto por cierto tiempo, “todos vestimos el mismo uniforme y trabajamos para el mismo equipo. Creo que debemos de darnos cada uno la mano, si el caso lo amerita. Dígale al teniente (Trujillo, A.J.) que encierre a la vieja y al prieto. Dígale que suelte a la vieja cuando se ponga el sol, y ella regresará a su finca y se olvidará del asunto. Si él quiere se puede olvidar de que el negro está en la fortaleza”. Así era la Justicia de interventor, ¿entienden? (Archivos: Pág. 153).







¿Leal a quién era Trujillo? ¿Con quién dice Burke que estaba Trujillo? ¿Con los dominicanos, que reclamaban el retorno a la soberanía o con quienes groseramente intervinieron en nuestro país y se mantuvieron ocho años haciendo y deshaciendo y apropiándose del botín, tal como hizo el oficial de receptoría de Aduanas J.H. Edwards, delincuente si los hay, y como lo hacía otro pillo redomado, el teniente del ejército de ocupación Rafael L. Trujillo que, como dice el capitán Yowell, según testimonia el inglés Burke, viste el mismo uniforme que él y trabaja para el mismo equipo? ¿Dónde está el nacionalismo proclamado?







Una de las actividades que Trujillo desarrolló, junto al secuestro, el cuatrerismo y otros delitos, fue la extorsión. Pese a la prohibición existente en la época del juego de azar (hubo un merengue famoso: “Con la mesa al caco”), Trujillo lo permitía y “de vez en cuando realizaba un allanamiento relámpago en uno de los establecimientos más prósperos. Esto él llamaba eficiencia.” (Archivos: Pág. 153).







Para clarificar el modus operandi puesto en ejecución por Trujillo para enriquecerse mientras servía a los norteamericanos en asesinar campesinos en el Este para favorecer las plantaciones azucareras que crecían tras el despojo de los infelices aldeanos echados de su lar nativo por la Guardia en que Trujillo mandaba, veamos el siguiente caso narrado por su amigo personal, el ciudadano inglés William P. Burke: “Entonces Trujillo allanó una de sus guaridas autorizadas en Guanabinas. Ocurrió un sábado por la noche, cuando, por una extraña coincidencia, el Central Romana pagaba el jornal de la quincena. Muchos de los contratistas que fueron apresados mientras jugaban llevaban consigo grandes sumas de dinero, para pagarles a sus braceros. No se arrestó ni sometió a nadie, pero se rumoraba que Trujillo se había levantado 14,000 dólares” (Archivos: Pág. 154).







A la salida de los norteamericanos, Trujillo quedó en buena posición dentro de ese ejército local de ocupación que fue la Guardia creada por ellos, que nada tiene que ver con la Guardia Republicana que era el ejército tradicional dominicano, desbandado y destruido por los invasores del U.S. Marines Corps en 1916, tras la heroica e inútil resistencia que pudieron brindar como el episodio de La Barranquita en Santiago.







Y la miopía y debilidades de carácter de Horacio Vásquez, caudillo de escasas luces y probidad, que veía, al igual que sus semejantes, al Estado como un medio de parasitar y beneficiar acólitos, cedió ante los halagos y la simulación de Trujillo, más artero, taimado e inteligente que aquel triste cabecilla de una banda de depredadores de los fondos públicos.







Burke lo recalca con la ironía con que narra nuestras vicisitudes: “Como el General Trujillo era un hombre de visión, estaba haciendo dinero a diestra y siniestra” (Archivos: 197) e informa algunas de las trapacerías y dolos que le harían construir una fortuna que años más tarde le permitirían ufanarse ante Burke diciéndole: “ Ya es muy tarde para ellos hacerme daño. Debieron de haber atacado cuando era un pequeño y mal oliente segundo teniente. Ahora soy un general con 80,000 en el banco, una esposa rica y fincas ganaderas” (Archivos: Pág. 159).







Y para que el mito del nacionalismo se ponga en evidencia como una mentira dicha por sus colaboradores para justificar su servilismo y su complicidad, Trujillo le confiesa a Burke lo siguiente: “Me propongo mantener este país como lo dejaron los americanos” (Ibid.)







Desde su origen, como parte de la crápula social que se enganchó en la Guardia creada por los norteamericanos para perseguir, torturar, expulsar de sus viviendas y tierras, eliminar y someter a los campesinos que resistieron el despojo y a la sociedad que resistía en pisoteo grosero de nuestra soberanía, un ejército de ocupación formado por nativos contra sus propios conciudadanos, Rafael Leónidas Trujillo Molina fue cualquier cosa menos un nacionalista.







Con maestros como los capitanes Charles Merkel y Charles R. Buckalew del U.S. Marines Corps aprendió cómo someter a los dominicanos que quedamos a su merced. Aprovechó la posición de poder que los invasores le otorgaron para depredar y enriquecerse, además de violar mujeres como lo hizo en el célebre caso de violación en el campanario de la iglesia de Los Llanos a Isabel Guzmán.







Y cuando el ejército norteamericano abandonó el país, Trujillo arrimó su suerte a la del obtuso caudillo mocano Horario Vásquez que lo encumbró, seducido por sus declaraciones de lealtad hasta que se sintió lo suficientemente fuerte como para destutanar a su protector y adueñarse del poder.







Quienes engañan a los dominicanos pintando a Trujillo fraudulentamente de nacionalista, de estadista y otros méritos, lo que hacen es disfrazar el hecho de que le sirvieron, de que fueron cómplices de sus crímenes, de que contribuyeron a la expoliación y al sometimiento de nuestra población a los dictados de este delincuente de tomo y lomo. Fueron parte de una asociación de malhechores y ahora quieren disimularlo.







Son los que quieren hacernos creer que hubo una parte buena y una parte mala en el trujillismo… ¡Y ellos fueron la parte buena! Y que la parte mala se concentra en dos o tres nombres de calieses y oficiales del SIM tomados como chivos expiatorios, ejecutores que siempre tendrán menor responsabilidad que los esbirros intelectuales que sostuvieron el trujillismo, justificaron sus desmanes, ocultaron sus crímenes, contribuyeron a ellos, delataron y facilitaron mantener el terrorismo político de la Era, durante los nauseabundos 31 años peores que ha vivido el país.







La falta de decoro de quienes, con deudos asesinados, comparten en los mismos partidos y lugares junto a los verdugos intelectuales del régimen es lo que contribuye al ocultamiento y a la confusión. No, Johnny Abbes, Víctor Alicinio Peña, Clodoveo Ortiz, Candito Torres, Ciriaco de la Rosa, chivos expiatorios, no son lo peor del trujillismo. Ellos fueron sicarios, pero lo peor quedó en el aparato burocrático, en la dirección de los partidos en que se refugiaron para blanquear sus culpas, en la estructura militar, política, judicial y civil del país. Allí quedaron, hicieron algunos actos formales de contrición y desviaron la atención pública hacia los dos o tres calieses a los que se culpó de todo.







Depredaron las propiedades de los Trujillo y buscaron borrar la historia. Y hoy quieren contrabandearnos una imagen falsa del trujillismo para hacernos creer que fueron colaboradores sanos de la dictadura. Pero fueron cómplices, sabían de los crímenes, delataban, eran cofrades de Johnny Abbes García, adulones y serviles. No hubo tal nacionalismo de Trujillo. No hubo tal calidad de “estadista”, quienes dicen eso simplemente se desnudan como lo que nunca han dejado de ser: trujillistas nostálgicos de una Era a la que el pueblo dominicano no volverá de ningún modo, aunque sigan publicando libros indecentes, difundiendo mentiras y añorando un pasado putrefacto de abyección y bajeza sin límites.







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