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jueves, 5 de enero de 2012

Lujos caros que hacen pobre un país rico VI

Un año lleno de aventuras y apretones para todos... son de las cosas que mas feliz nos hacen...
Mientras, una reflexión sobre esa particular característica de creernos "Sabelotodo"...
 Autor Benjamin Garcia
Intelectual mocano
 
Espero les guste...

Retomamos la serie de los lujos caros que nos mantienen pobres.  Y hoy me adentro en la difícil tarea de describir, cómo somos proclives a creernos en la capacidad de afrontar determinadas tareas a partir de la experiencia o la pura intuición.  Hasta dónde, este vicio de creernos autosuficientes o entendernos “sabelotodo”, nos puede salir tan costoso.


La amiga mostraba el orgullo de vivir en una casa diseñada por su padre. Estaba convencida de tener la mejor vivienda del mundo, sin la necesidad de un profesional del diseño, pues su padre sin ir a la universidad se dedicaba con éxito a esta labor. La visita de un arquitecto le desvaneció la presunción. 


Ante algunas preguntas descubrió defectos tan elementales como el baño frente a la sala, la orientación de las habitaciones con relación al sol lo que implicaba problemas de aclimatación, entre otros no menos importantes errores.

Somos propensos a dar soluciones profesionales partiendo del instinto, como genios salidos de una botella al que se le pide un deseo. Emitimos opiniones sobre asuntos delicados de leyes sin tener un título de abogado.  Discutimos de economía con los propios economistas y a veces, pretendemos dar lecciones a los profesionales del área.

Nos metemos en cultivar grandes plantaciones sin ser agrónomos, en producir animales sin llamar un veterinario, porque para qué, si eso se aprende en la práctica.  Diagnosticamos problemas de personalidad o depresión cual sicólogo graduado en Harvard.

La lista es enorme y no podemos dejar de mencionar los nutricionistas, aquellas personas que entran a Internet, se leen tres recetas y te preparan una dieta con la que seguro rebajarás en dos semanas, si no te mueres de desnutrición.  Y en ese orden están los siempre bien valorados farmacéuticos de la familia, con un master en recetas.  Diagnostican enfermedades con la misma parsimonia de los médicos y te mandan a la farmacia a buscar justo lo que necesitas.  Y no vayas a la clínica pues están más que claro en cuál es tu mal.

Entre los oficios el asunto es mas grave, hay quienes aprendieron destapando electrodomésticos en sus casas y terminaron con grandes centros de reparaciones de lavadoras, abanicos, acondicionadores de aire, televisores, o cualquier menudencia casera, incluido un guayo.  Era lo tradicional en años anteriores ante la falta de escuelas técnicas para preparar los jóvenes en estos menesteres, pero eso ha cambiado con las instituciones creadas justamente para enderezar esta desviación social.

El mecánico de carro es una maravilla.  Es fascinante verle discutir sobre la inutilidad de piezas traídas en los vehículos como parte de un sistema integrado y que ellos entienden innecesarias, al punto de eliminarlas.  Genios aparecen, es posible, pero sin escuela, difícil alcanzar niveles aceptables en el desempeño de sus oficios.

Hay enganches fabulosos como consecuencia de las faltas de regulaciones.  Entre ellos, locutores, publicistas, agentes turísticos, consultores, promotores de cursos para la superación personal, y muchos otros.  Lo peor de todo, con el bautizo de una población que se permite el lujo de preferir un aprendiz de patio a un profesional salido de las aulas universitarias. 

Es definitivamente un lujo caro de insospechadas consecuencias. Quizás por eso no terminamos de armar esta sociedad como se debe, pues nos está faltando escuela.  “Pero como están ahora se aprende menos, o tú no sabes la cantidad de profesores enganchados que no saben por dónde empieza el alfabeto”, sentencia Joaco justo cuando voy concluyendo este texto.     

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