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jueves, 29 de septiembre de 2011

“Mao: mi pueblo que no es mi pueblo”.



 Autora Doris Rodriguez
Comunicadora Dominicana

Allí donde nacen las mañanas frescas y  duermen las tardes bañadas por  el más hermoso atardecer que a  humano le haya tocado su piel, allá dejé  mi esencia en el ambiente esparcida en cada cruce de calle.


No nací en uno de sus barrios, pero camine  sus calles, bebí de sus aguas frescas, me bañe en los canales a escondidas, tras los matorrales  de los arrozales; escuche las campanadas  que salían  de la catedral Santa Cruz, me alertaban que debía ir a rezar por los pecados y  rebeldía de la sociedad. 

Recibí las enseñanzas de maestros de inteligencia centenaria, leí historias de mi pueblo estampadas por la sangre de sus héroes, crecí con el orgullo y alegría que da el ver  hombres nobles, trabajadores y sus mujeres hermosas de piel canela que sus pasos parecían danzar al caminar. 

Deguste el majar del buen  Cacheo  bebida de los pobres para saciar la sed del hambre y refrescar las lombrices de la miseria, crecí bajo el follaje del samán escuchando  cuentos y anécdotas de los señores/as de mi  barrio…Montando la bicicleta chopper de la mano de Lolo que nunca aprendí a pedaliar…Al medio día sonaba la sirena de los bomberos anunciando las 12:00 M, mientras Luis pichirri se escuchaba  saludando con su  silbido sin igual.

Mire los verdes   arrozales  y  platanales cuando la briza acariciaba los frutos y sus hombres surcaban  la tierra; los pasos se escuchaban  en las madrugadas en medio del llanto de un niño que acababa de llegar al mundo  de manos de la prodigiosa comadrona Mama”, quien cada año celebraba una gran fiesta a “San Miguel” quizás agradeciendo a los ángeles por su dote de partera.

Como olvidar los años de primaveras, caminado erguida como dama de sociedad recibiendo miradas  silentes de adolescentes ilusionados, entre uniformes y tareas; a la distancia el príncipe de sueños que alcanzaba observar ruborizando mi rostro con los colores  de las sorpresas del corazón.

Soñé entre las mañanitas de Navidad con los villancicos   a ritmo de tambora y güira que tocaban  los muchachos de las esquinas del samán; mientras se escuchaba la voz alcoholizada de Ramón  Bonilla que decía  Te odio mas  sin embargo te quiero”.

En mi pueblo que no es mi pueblo, allá, vestí mis  mañanas de domingos con la mochila azul  en el cine Elda Pocas amigas/os, quizás por mi timidez, pero siempre con una sonrisa a flor de piel.

Jugué en medio del parque Amado Franco Bido con mis trenzas largas, mientras  la banda municipal  ponía música a mis saltos, en tardes de domingos pintadas  por arcoíris al anochecer… En tanto el Samoa Bar lucia sus mejores galas al recibir los artistas de la época, Johnny Ventura, El Conjunto Quisquella, Milly entre otros, que solo desde las afueras sentía sus cantos sonar.

Las  semanas  tenían letras de colores en la biblioteca  “La Noroestana cuando iba hacer las tareas o a leer el periódico de ayer, doña luz iluminaba mi rostro con  la vela de su sapiencia para encender el fuego de mi adolescentente inteligencia,  llenándome de  entusiasmo por las letras.

Pasan los años y como olvidar el olor del pan recién sacado del horno, de la panadería de Juanito, la fragancia de la tierra en las lluvias de mayo, los mangos que traía la crecida de la cañada de Wititio, aún  busco en el espacio, en el tiempo aquellas tardes de granizos pidiendo permiso al viento para alcanzarlos y comerlos…Se hace presente en mi mente la belleza que adornaba  el jardín  de la gran maestra doña Camelia, aquellas rosas con el brillo de la lluvia y la fragancia de su aroma. 

En la niñez se marcan los momentos especiales  en la mente, el  alma y el  corazón. Por lo que siempre  recuerdo con gran cariño a doña Totón, disfrutaba cuando la veía tocar su piano, los más  agradables  momentos de mi vida; que en innumerables ocasiones  hice realidad,  la calle Emilio Arté era mi  favorita, tenía 12 años y por primera vez  vi un piano que tanta veces soñé tener y aprender a tocar , mis pasos eran tan lentos al pasar frente a su residencia para  observar la señora del piano como tantas veces le dije en mi interior a doña Tontón .

Generalmente su casa permanecía cerrada , pero yo observaba por las pequeñas rendijas de las tablas cuando impartía  sus clases de piano ,  y cada domingo en el parque me maravillaba al  ver como  dirigía toda esta banda integrada por músicos ,en su mayoría hombres.

Al recordarla  siempre  lloro, por la emoción, la alegría  que me traen esos momentos  de   transitar por  la Emilio Arté, esa calle tiene una magia especial para mí, vivió unas de mis mejores amigas y mujer de gran distinción y elegancia de la ciudad, Doña Pancha y por coincidencia mi hermana y madre de crianza  ha vuelto  a residir allí.

Aunque no nací  en Mao, todas mis vivencias de niña y adolescente  están impregnadas en las calles de mi pueblo como las notas musicales del piano de Tontón que aún suena silente en mi mente tocando mi corazón.

Los días pasaban entre estudios, quehaceres del hogar, cuidando mis sobrinos, poco entretenimiento a menos que no fuera ver la TV a blanco y negro cuya programación no pasaba de, el Show del Medio día, La Lucha Libre, Candy, El Chavo del 8 y unas que otras telenovelas venezolanas y mexicanas,  la galería de la casa  se llenaba de  gente del barrio para ver con nosotros los programas; no había muchos televisores en el sector.

Soy de un pueblo, donde aprendí  a  reír, llorar,  trabajar,  luchar,  crecer, a ir tras mis sueños, unos logrados otros por alcanzar; soy de allí por lo vivido, por lo que  recibí, por lo que  aún recibo, por la calidez de sus habitantes, por el respeto y cariño que me han profesado, porque no ha sido en vano lo que he brindado, a través de más de 20 años de carrera, en  el ejercicio del buen hablar ,educar, entretener  e informar  y sobre todo porque solo he  rociado sonrisas  de bienestar en los rostros de mi gente.

Aquellos que  ahora, dicen: ¿Por qué aún  no se termina de ir? No tienen que preocuparse, cada quien tiene su  espacio, así como he  construido el mío  a base de esfuerzo, disciplina, estudios, trabajo, entusiasmo y talento; de esa misma manera hagan su camino al andar  sin dañar a los demás.  

No me voy, porque aunque me vaya, allí mora mi historia, ahí está retratado mi tiempo, mi entrega, mis luchas, mis sueños, mis vivencias, lo que di y lo que  me  falta por dar, porque de mi pueblo que no es mi pueblo, no pido nada, solo por sus calles caminar. 
Doris Rodríguez.






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