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jueves, 29 de marzo de 2012

LAS DENUNCIAS DEL PRD

 Escrito por José L. Tavárez Henríquez
Filósofo, psicólogo y profesor universitario.
 
El PRD acaba de formular una serie de acusaciones de corrupción en contra de la gestión peledeísta ¿Son estas denuncias para poner en aprietos a la gente del gobierno o para abrirle el apetito a la militancia propia? Quizá sea más esto último, como si estuvieran diciendo: ¡Miren compañeros todo lo que se puede robar desde el gobierno, a duplicar los esfuerzos para la victoria!
Aparte de esto, hay un par de cosas que llaman la atención en esta denuncia: Primero que el protagonista del primer acto de corrupción, el único que estuvo preso de los peledeístas, es ahora de los adoptados por papá.
 Ese personaje llegó junto a otros prospectos de probada experiencia en las buenas prácticas éticas, aunque las malas lenguas los señalen como corruptos patológicos. Por ahí andan Ángel Lockward, Rodríguez Pimentel, Amable Aristy, José E. Sued, Tito Hernández, magníficos prospectos para reforzar la plantilla de los estelares propios que brillan en el All Stars de Papá.
Otro asuntito para sacarle filo es el de cómo se explica que robando tanto, esta gente del PLD haya construido tantas obras, incluyendo dos líneas de Metro, y los otros, tan honrados, se hayan pasado 4 años sin poder presentar obras, ni grandes ni pequeñas ¿Por el endeudamiento? Pero es que los otros duplicaron la deuda externa y triplicaron la interna, con varias emisiones de bonos soberanos, un déficit cuasi fiscal superior a los 55 mil millones de pesos y dejando las reservas nacionales en números rojos (-17 millones).
Todos los impuestos que tenemos, incluyendo los de la gasolina, los puso Hipólito Mejía en el año 2000, con su famosa reforma fiscal que el pueblo denominó “el paquetazo”.  Buscando recaudar más: estableció un anticipo de 1.5% sobre las ventas brutas, un impuesto selectivo a las bebidas y a los cigarrillos, aumentó el ITBIS de un 8 a un 12% y un 6% a la publicidad. 
Asimismo introdujo la flotación de los combustibles en función del tipo de cambio y los precios internacionales del petróleo consignado en la Ley de Hidrocarburos, estableció el aumento periódico de la tarifa eléctrica a través de la Ley General de Electricidad, incrementó la comisión cambiaria de 4.75% a 10%, un 2% adicional a las importaciones sobre el 3% que tenían, un 25% de impuesto sobre la renta a las asociaciones de ahorros y préstamos, un 0.15% a los cheques bancarios. También llevó de US$10.00 a US$20.00 el impuesto de salida por los puertos y aeropuertos del país, estableció un 5% a las exportaciones de bienes y servicios e incrementó en más de un 300% el costo de los peajes.
¿Y qué hizo aquel gobierno de ingrata recordación con todo ese dinero? Haga usted la auditoría y ríndase su propio informe. Para su inventario, tome en cuenta que en el año 2000 se le entregó a Mejía una economía saneada, con una deuda externa más pequeña que la recibida por Fernández en el 1996, un servicio exterior bien organizado y unas instituciones públicas rescatadas del desorden centenario en que habían estado. 
¿Qué entregó Hipólito y su equipo cuando el pueblo, al grito de ¡E’pafuera que van!, los echó del poder? Dos o tres obras a medio terminar, un país en bancarrota, bancos quebrados, insolvencia ante los organismos crediticios, inflación exorbitante, inestabilidad macroeconómica, desorden en todas las dependencias del estado, redes poderosas del crimen organizado y el rastro de múltiples operaciones fraudulentas.
Con todo este pesado lastre que arrastra la nave blanca, ¿ganará Hipólito Mejía las próximas elecciones? El soberano pueblo tiene la última palabra, esperemos el 20 de mayo, a una distancia de 54 días.

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