Autor Tiberio Castellanos |
Columnista de Oasis en Miami
Y ya no recuerdo más. Era el recitativo con que comenzaba aquel
curioso bolero de los 40 (años de Eva Garza, María Luisa Landín, Toña la
Negra, cuyos discos RCA llegaban a Pimentel).
Para entonces yo leía a
José Angel Buesa y su muy recitado Poema de la Despedida. Ah... pero he
titulado mal esta descarga. Mejor título sería: Varias Maneras de Decir
Adios. Porque en eso es que pretendo descargar. Pero, además y por muy
obvias razones, quiero expresarme desde mi mecedora de hombre, no desde
el diván de una mujer. Y, por ahora dejémoslo ahí.
Hay la manera del italiano del cuento, que vendió el sofá
donde encontró a su mujer con otro hombre. Bueno, es un chiste que no
voy a contar ahora, pero que muchos ya conocen.
Hay la manera del poeta
del Nocturno a Rosario, que los martianos conocemos muy bien pues el
Apóstol anduvo también detrás de la Rosario. Hay los mil casos del varón
que mata a su amada porque la imagina desdeñosa o traicionera.
Y cito,
para ilustrar este caso el Otelo de Shakespeare ( y aquí el verbo
ilustrar, adquiere sin quererlo, un doble significado).
Y hay los muchos
casos de actualidad que vemos en los programas de la farándula. La
pareja ideal fácilmente se disuelve, a veces con hijos, y el ex marido y
la ex esposa se recriminan, se reparten los bienes y se recasan otra
vez. Para en muchos casos repetir la anterior trama.
Y aquí en cierto
modo, no es lo más propio hablar de despedida, si no de final de
una escena, para preparar la siguiente. Y algunos piensan que en estos
casos no hubo amor. Yo no lo pienso así. Digo que si lo hubo. Pero, este
amor, desde su infancia, anduvo contaminado por otros elementos de la vida actual que finalmente pudieron más que el pobre amor.
Claro que si esto sucediera sólo con los "artistas", la
cosa no seria tan lamentable. Pero, lamentablemente, mucha otra gente
vive o quiere vivir, al estilo de los "artistas".
Y finalmente, conocemos con horror los casos de
homicidio suicidio. Quiero declarar, que ni en mi infancia, ni en
mi juventud y parte de mi vida adulta, conoci ninguno de estos casos.
Pienso que en esos tiempos también ocurrirían algunos, pero yo no los
conocí.
Lo más cercano a esto que yo conocí fueron dos famosos pactos
suicidas. Uno, el del Príncipe Heredero del Imperio Austrohúngaro,
Rodolfo de Austria y su amante Mary Vetzera. Y que Holiwood consagró en
la taquillera película Mayerling.
El otro fue el del escritor alemán, famoso por sus biografías, Emil Ludwig y su esposa.
Y ahora es pan de cada día el homicidio suicidio.
Bueno, no digamos cada día, pero si cada mes, o cada tres meses. Esta
es la forma mas cruel y conmovedora de decir adios.
El hombre es, en la casi totalidad de estos casos el
homicida y el suicida. Una primera pregunta ¿ Por qué es siempre o casi
siempre el hombre el gran protagonista de esta tragedia? Creo que se
puede observar que en todos estos casos de homicidio suicidio hubo, si
no amor, sí una gran pasión. Una segunda pregunta:
¿ Esta pasión o este amor fue vivido a partes iguales por el
hombre y la mujer en cuestión? Si así fuere, cabría hacerse una tercera
pregunta ¿Por qué se apagó la pasión o el amor murió de un modo tan de
repente en uno de los dos, y el otro quedó como náufrago sin salvavida?
Y aquí la cuarta pregunta ¿Pudiera ser que el amor o la pasión existiera sólo en uno de los dos?
Y no mas preguntas. Pienso que un factor importante en estos tan lamentables casos es la soledad. La soledad que sienten muchos en estas grandes ciudades donde uno es, a veces, sólo un número en medio de grandes masas que se mueven de un barrio a otro, y que pasan a nuestro lado, al parecer, sin notar nuestra presencia.
Y no mas preguntas. Pienso que un factor importante en estos tan lamentables casos es la soledad. La soledad que sienten muchos en estas grandes ciudades donde uno es, a veces, sólo un número en medio de grandes masas que se mueven de un barrio a otro, y que pasan a nuestro lado, al parecer, sin notar nuestra presencia.
Y, por supuesto, no se trata sólo de los Homeless (sin
hogar), se trata a veces hasta de gentes con algunos recursos
económicos.Y hablando de soledad, recuerdo aquella canción que
interpretaba Ernesto Bonino: " Nadie me quiere, nedie me ama, nadie me
llama nombrándome".
Pienso que algunos de estos, que no han sabido como yo
manejar exitosamente su soledad, encuentran a alguien de quien se
enamoran y a quien se entregan, como el ciego a su
lazarillo,desarrollando, a veces, una morbosa dependencia del ser amado.
Y. ocurre a veces, que el lazarillo abandona al ciego, sabe Dios en
que difícil circunstancia. Y el pobre ciego, entonces...
Un abrazo.
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