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lunes, 6 de febrero de 2012

REFLEXİONES DE HAİTÍ A JAPÓN


Autor Fernando Rodriguez
"Columnista de Oasis en la Capital Dominicana"

La naturaleza, la vida o el propio Dios, nos muestran con fenómenos incontrolables, como los acontecidos en nuestro  empobrecido vecino  Haití, y en la  rica y lejana  Japón, cuan débiles y expuestos estamos a desaparecer en cualquier momento de la faz de la tierra o a sufrir pérdidas o daños físicos y  materiales irreparables aunque vivimos de espaldas a esa realidad.


Ante la furia de la naturaleza, manifestada a través de  terremotos, inundaciones,  huracanes o grandes incendios, es poco lo que podemos hacer no obstante los avances y recursos técnicos y científicos con que cuenta el mundo. Algunos de estos fenómenos son previsibles, como los ciclones, pero eso no impide la secuela de daños que generalmente ocasionan.

En los últimos días, el país ha sufrido, en distintas zonas de nuestra geografía, varios movimientos telúricos que aunque no han  ocasionado daños mayores, han provocado una situación de pánico entendible por las numerosas  fallas geológicas que atraviesan  nuestra isla y la ausencia de una política de prevención y orientación ciudadana.

A esta situación, le sumamos la gran cantidad de edificios de varios niveles construidos al margen de las normas antisísmicas, las cuales se establecieron a partir del 1979, y otros, como muchas torres, que se han levantado de espaldas a una supervisión técnica y eficiente por parte de las autoridades edilicias y del Ministerio de Obras Públicas.

Definitivamente, tenemos razones para preocuparnos y atender las recomendaciones de los expertos para,  en caso de un  terremoto o cualquier otro fenómeno de la naturaleza, tratar de  mitigar sus catastróficos efectos, aunque pienso que la preparación más importante es la de estar en paz con Dios, con su conciencia, con su familia y con… sus semejantes.

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