El exlíder militar de Panamá,
Manuel Antonio Noriega, fue trasladado de su celda en una prisión cerca
de Ciudad de Panamá a un hospital.
"Ha sido puesto bajo observación en cuidado
intensivos por 24 horas para ver cómo marcha. Está consciente, tiene
orientación y no le han encontrado ninguna lesión seria hasta ahora",
dijo el ministro de salud panameño, Franklin Vergara, en una conferencia
de prensa.
Horas antes, la policía había
difundido un comunicado en el que explicaba que Noriega sufre de
hipertensión y posiblemente había padecido un derrame cerebral, por lo
que fue movilizado desde el Centro Penitenciario El Renacer hacia el
Hospital Santo Tomás, ubicado en la capital.
El exgobernante, que está próximo a cumplir 78
años, fue condenado en su país en ausencia a 60 años de cárcel por
crímenes que incluyen el asesinato de opositores.
En diciembre pasado, según informó la agencia de
noticias EFE citando al Ministerio de Gobierno, una revisión médica
reveló que Noriega padecía de hipertensión
arterial, accidente cerebro vascular, úlcera péptica y rinitis alérgica.
arterial, accidente cerebro vascular, úlcera péptica y rinitis alérgica.
Su delicado estado de salud, además de su
avanzada edad, son razones que ha esbozado su defensa para pedir casa
por cárcel para el exlíder, una medida a la que se oponen los opositores
de su gobierno y los familiares de las víctimas de su régimen.
Noriega fue el líder de Panamá por seis años antes de ser removido de su cargo cuando Estados Unidos invadió el país en 1989.
Regreso a Panamá
En diciembre pasado, el regreso de Noriega -más
de dos décadas después de su salida del poder- fue confirmado vía
Twitter por el ministro de Relaciones Exteriores, Roberto Henríquez.
El exgobernante de facto viajó de Francia, donde
la justicia de ese país -que en 2010 lo condenó a siete años de prisión
por lavado de dinero- aceptó un pedido de extradición para que
respondiera en Panamá por delitos de malversación, corrupción y
homicidio.
La noticia generó sentimientos encontrados en
Panamá: una mezcla de interés político, rechazo de parte de grupos
opositores que organizaron protestas, curiosidad generalizada e incluso
desinterés entre las generaciones más jóvenes, que no vivieron de
primera mano su gobierno ni la invasión.
El gobierno panameño informó que Noriega sería
recluido en una cárcel común y corriente (40 kilómetros al norte de la
capital en una zona selvática) y que no tendría ningún privilegio
distinto al que reciben otros reclusos.
Sin embargo, su llegada fue muy diferente a la de cualquier otro reo y, por el contrario, reinó la confusión.
Noriega fue trasladado en un operativo
misterioso -y duramente criticado por la opinión pública local- que
incluyó un señuelo por motivos de seguridad: las autoridades trasladaron
a la cárcel a dos personas en silla de ruedas y con el rostro cubierto
en cuestión de media hora y en ningún momento se pudo ver el rostro de
Noriega, que fue el segundo trasladado.
Desde entonces, el exgobernante se encuentra en
prisión y tras su llegada, el Tribunal Superior de Chiriquí negó un
recurso de nulidad contra el llamamiento a juicio de Noriega.
El otrora hombre fuerte gobernó Panamá entre
1983 y 1989 y pasó los últimos 20 años en cárceles de EE.UU. y Francia
condenado por narcotráfico y lavado de dinero.
En Panamá, el exgeneral afronta condenas de 60
años de cárcel por diversos delitos como homicidio y violaciones a los
derechos humanos.
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