El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 1 Corintios 13:4.
Escrito por el Pastor Antonio Regalado
Algunos han llegado a decir que-envidia- es lo que mas se parece a un
zafacón lleno de codicia, es definida como “tristeza airada o disgusto
por el bien ajeno o por el cariño o estimación que otros disfrutan.”
La mayor parte de los problemas de la gente manifiestan un contenido abundante de envidia.
Las
guerras, la falta de comunicación, los divorcios, la incapacidad para
ponerse de acuerdo, y un amplio abanico de dificultades, se deben
mayormente a gente refugiada bajo un techo de envidia, que bajo una
vestidura de egoísmo, se cobijan bajo la bandera del resentimiento,
escondite de las más bajas pasiones humanas.
Una gran cantidad de personas viven en esa identidad de la deshonra y pasaporte de la rivalidad y la división.
En
varias ocaciones he afirmado que la envidia es una tripulación que va
distribuyendo sus mercancías llenas de veneno a toda alma y corazón que
determine abrirle sus puertas.
¿Que persona no ha sido golpeada por un envidioso o una envidiosa en más de una ocasión?
Hablemos
de la familia, la razón por la que Caín mató al justo Abel, su hermano,
fué la envidia. Caín no soportó la excelencia de la ofrenda de Abel a
Jehová, le entregó lo mejor de su cosecha, en cambio él le dio al Señor
lo primero que encontró.
Esta experiencia tiene varias
lecturas, como ejemplo esta: “Cuando haces bien tu trabajo para el
Señor, un envidioso/a, a veces multiplicado/a, va a querer hacerte la
vida imposible, porque eres excelente en todo lo que haces para Dios.
Es
posible que esa sea la circunstancia que te rodea y que te afecta en
este momento dentro de tu relación con Jesucristo, que alguien queriendo
dañarte, menospreciarte, herirte, desanimarte, haya levantado contra ti
persecución.
¡Es que la Gracia de Jesucristo es una luz que ilumina todo lugar que pisan las plantas de Sus hijos!!!!! Dios
te está poniendo en Gracia, esa es la razón por la cual las potestades
de las tinieblas levantan sus riñas y refriegas desde las sombras,
acciones en las que nunca dan la cara, ocultandose detrás de falsas
identidades.
Se esconden, aunque Dios conoce sus acciones y da a
conocer sus perversidades que hacen en centros de trabajos,
congregaciones, en la farándula, medios de comunicación, escuelas,
barrios, universidades, oficinas, asociaciones profesionales, dentro de
Su pueblo, en fin, no hay lugar donde la envidia se pueda librar de la
justicia de Dios.
Don Quijote expresó: “Oh, envidia, raíz de
infinitos males y carcoma de las virtudes. Todos los vicios, Sancho,
traen un no sé qué deleite consigo; el de la envidia no trae sino
rencores y rabias.”
Refiere Martín Alonso: “La envidia, polilla del talento, lleva el sello diabólico en su origen.” No
hay dudas de que la envidia es una expresión y sainete del hombre
mediocre, y una de las inmundicias de las obras de la carne.
Ante
todas estas cosas, la Palabra de Dios nos invita a superar cualquier
sentimiento que quiera arrastrarnos hacia esa desgracia, y nos muestra
el camino más excelente, que es el fruto del Espíritu: “Amor, Gozo, Paz,
Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe, Mansedumbre, Templanza.”
Quien
a Jesucristo recibe, a la envidia derrota, y se convierte en más que un
vencedor, y los que son de ÉL, dice el Espíritu Santo, han crucificado
la carne (envidia, pleitos, falta de comunicación, y cosas semejantes)
con sus pasiones y deseos. Gálatas 5:22-24.
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