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miércoles, 26 de diciembre de 2012

La Tragedia de Connecticut


Por Fernando Rodríguez Céspedes


Lo único que puede paliar la consternación y dolor provocados, a nivel mundial, por el asesinato a mansalva de 20 infantes y seis profesoras en  la escuela primaria de Sandy Hook en Newtown, Connecticut, es que el Congreso Norteamericano modifique la permisiva ley de comercialización y tenencia de armas de fuego de manera que situaciones como la comentada, no vuelvan a repetirse.


Ante las sucesivas tragedias similares, acontecidas en los Estados Unidos en los últimos años, constituye una irresponsabilidad mayor de las autoridades norteamericanas mantener vigentes, para proteger la odiosa industria armamentista, leyes que permiten a cualquier ciudadano obtener, como si fueran útiles deportivos, armas de asalto y altos calibres.

La sociedad norteamericana está plagada de drogadictos y enfermos mentales, situación que en vez de mejorar, será cada vez peor por los problemas económicos que sufre una nación que del boato y el consumismo, ha tenido que someterse a una economía de emergencia que afecta directamente el estado emocional de grandes núcleos de la población.

Si a esta situación, les sumamos el bombardeo sistemático de  la violencia por los medios escritos radiales y televisivos y la proliferación de los juegos  electrónicos infantiles cuyos fundamentos son la guerra y  asesinatos masivos con metralletas y armas similares, nada bueno podemos esperar de una sociedad influenciada por esos males.

No bastan las lágrimas del presidente Obama, los lamentos ni discursos contra la violencia y a favor de la paz, es necesario que por encima de asociaciones como la del Rifle y cualquier interés económico de los fabricantes y comerciantes de armas, se tomen medidas legales drásticas que impidan el fácil acceso de la población a estos despreciables  instrumentos de muerte.

 

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