Autor Benjamin Garcia
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Producto de una vida llena de engaños y burda
manipulación,
el dominicano ha creado una capa de protección cuyo componente principal
es la duda. Una parte de nuestra historia se desliza por
el despeñadero de la traición y la mentira.
De la falta de transparencia en el accionar de nuestros lideres.
Insólito es el hecho de ver en un mismo altar al traicionado y al
traidor. Si quieren comprobarlo, vayan al Panteón
Nacional.
Ayuda el ser emotivo del dominicano. La pasión con que asume las cosas con las cuales
se identifica, haciendo del deporte una religión o de la política, algo mas que
un ejercicio democrático de ciudadanía, llevando los colores de una parcela partidaria
a los canales por donde corre su sangre.
Esto le impide tener una lectura acertada de su entorno, de su propia
realidad y le resta fuerza al poder de sus decisiones.
Así se actúa hasta en la religión, pues hay quienes se
atreven a ver el mismo demonio en la celebración de una eucaristía solo por ser
ellos parte de una Iglesia diferente, sin reconocer que claramente, Dios
establece su presencia donde quiera haya un grupo reunido en su nombre. Cuando
se trata de política la situación se torna más preocupante. Conozco personas en
la ciudad capital, orgullosos de rechazar de manera categórica ser usuarios
alguna vez del recién construido Metro de Santo Domingo, por el simple hecho de
pertenecer a un partido opositor.
Para el dominicano nada es bueno y nada es malo, sino, todo
lo contrario. El discurso destemplado, demagógico y carente de propuesta de un
candidato a la presidencia de la República puede ser más aplaudido y ovacionado
que el de uno coherente, claro y con alternativas viables. Acá todo está mal si
no responde mis gustos, si no responde a “mi parecer” y las razones que yo
enarbolo. Error que nos lleva casi
siempre al fracaso.
Como respuesta mejor está la educación, ese debe ser el
camino. Un ejercicio de Estado
comprometido con la formación integral del ser humano, que le lleve a través de
la instrucción a una conciencia ciudadana que le permita hacerse protagonista
de su destino, menos vulnerable a las embestidas del mal gusto, del imperio del
desatino y los liderazgos de pacotilla muy de moda en este tiempo.
Un trabajo serio en el ámbito educativo, decidido a transformar el sistema mediante la
preparación de un personal docente comprometido con el desarrollo, integrando a
la sociedad en su conjunto. Incluido como elemento clave, los medios de
comunicación ayudarán al ciudadano a alcanzar el grado de discernimiento que le
permita tomar las mejores decisiones en el momento oportuno. Ahí quiero llegar con mi reflexión de hoy día.
Discernir es una luz cuyo brillo ayuda a establecer la
diferencia entre verdad y mentira. A mirar
con mayor claridad cual ha de ser el camino a seguir. A elegir sin los riesgos del azar y a decidir
sin temor al fracaso. El corazón ayuda a
intuir y la capacidad de discernimiento da forma al objetivo, lo transparenta.
Eso nos está haciendo falta. Para elegir desde una
perspectiva mucho más clara, sin temor a los traumas posteriores. Nuestro pueblo, con un mayor grado de
discernimiento hace un buen tiempo hubiera enterrado muchos políticos,
incluidos algunos con posibilidades de llegar a dirigirnos. No fueran fenómenos de popularidad analfabetos
musicales y muchos comentaristas noticiosos estuvieran enterrados en las fosas
de su propia ignorancia.
Dudar es más fácil que discernir. Pero aprender a discernir debe ser el propósito
para despejar todas las dudas.
Benjamin Garcia
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