El padre de Juanita Vaquer presintió que la guerra se
acercaba y llenó el sótano de la casa de legumbres secas. Pero esas
precauciones no consiguieron burlar el hambre ni evitar las
consecuencias del conflicto.
La guerra civil española comenzó el 18 de julio
de 1936 con el golpe de Estado encabezado por el general Francisco
Franco contra el gobierno republicano.
Poco menos de un año después, el 21
de mayo de 1937, casi 4.000 niños del País Vasco, en el norte de España
-entre ellos Juanita, de 8 años y su hermana de 9-, partieron desde el
puerto de Santurce, cerca de Bilbao, con destino a Southampton, en
Inglaterra, como refugiados.
Su historia es quizá uno de los capítulos menos conocidos de la contienda.
"Mi padre fue el que quiso que las dos hijas nos
fuéramos. Yo pensaba que el viaje iba a ser muy interesante, una
aventura.
Y no fue", le dice a BBC Mundo, Juanita Vaquer quien ahora
tiene cerca de 82 años, en su casa del norte de Londres y cuyo
testimonio puede ver en el video que acompaña a esta nota.
México, Francia, Bélgica y la Unión Soviética ya
habían recibido refugiados que huían del hambre y la violencia, pero
hasta entonces, el gobierno británico los había rechazado bajo el
argumento de que ese gesto iría en contra del pacto de no intervención
en la guerra española que habían firmado las principales potencias
europeas.
Bombardeo de Guernica
75 años después
75 años después del viaje,
decenas de niños refugiados -de los que volvieron a España y de los que
no lo hicieron- se reunieron en Southampton para conmemorarlo.
Natalia Benjamin, hija de una de las maestras que viajó en el Habana, es una de las fundadoras de la asociación Basque children of the 37.
Recibe a BBC Mundo en su estudio de Oxford. Decenas de fotografías muestran niños en blanco y negro, maletas, despedidas, partidos de fútbol en las colonias, dibujos infantiles...
Natalia es consciente de que el 75 aniversario es quizá la última ocasión en que los niños se reúnan. Asegura que los pasajeros del Habana fueron durante años "los olvidados" de la guerra civil española.
Mantener viva su memoria es el principal objetivo de su asociación.
Natalia Benjamin, hija de una de las maestras que viajó en el Habana, es una de las fundadoras de la asociación Basque children of the 37.
Recibe a BBC Mundo en su estudio de Oxford. Decenas de fotografías muestran niños en blanco y negro, maletas, despedidas, partidos de fútbol en las colonias, dibujos infantiles...
Natalia es consciente de que el 75 aniversario es quizá la última ocasión en que los niños se reúnan. Asegura que los pasajeros del Habana fueron durante años "los olvidados" de la guerra civil española.
Mantener viva su memoria es el principal objetivo de su asociación.
Pero el 26 de abril tuvo lugar un acontecimiento
que cambiaría el modo en que la guerra en España era percibida desde el
exterior. Y que llevaría a Londres a variar ligeramente sus posiciones:
el bombardeo de Guernica.
Los aviones de la Legión Cóndor alemana, al
servicio del ejército franquista, arrasaron la ciudad, de unos 5.000
habitantes, un lugar emblemático para la cultura y la política vascas.
El ataque dejó cientos de muertos y muchos lo
consideran uno de los primeros bombardeos indiscriminados contra la
población civil de la historia y un ensayo previo a la guerra mundial.
"El gobierno inglés no nos quería dejar entrar
hasta el bombardeo. A partir de ahí aceptó niños, pero sin aportar
dinero. Todo correría a cuenta de los voluntarios. E insistieron en que
entre los refugiados que vinieran hubiera un porcentaje representativo
del gobierno vasco.
Tantos socialistas, tantos nacionalistas y tantos
anarquistas", le cuenta a BBC Mundo Herminio Martínez, de 83 años, quien
viajó con su hermano.
La mañana del 21 de mayo los muelles del puerto de Santurce eran un hervidero.
Muchos libros de historia sobre la guerra civil
resuelven este episodio en pocas líneas. Los niños con los que habló BBC
Mundo 75 años después son conscientes de que aquel embarque cambió sus
vidas.
El Habana
El Habana, un buque con capacidad para 400
personas partió con más de 4.200 pasajeros entre niños, educadores y
otra tripulación. La "expedición a Inglaterra", como se denominó al
viaje, había comenzado.
"Nos metieron al barco. Estaba todo lleno de
críos y no conocíamos a nadie.
Nos mareamos todos y una niña cerca de
nosotros se pasó toda la noche gritando que quería volver a casa, que le
dijeran al capitán que volviese que quería volver con sus padres",
recuerda Herminio.
Tras dos días de trayecto, el barco atracó en Southampton.
"En el puerto nos esperaba el Ejército de la Salvación con una banda de música", apunta Herminio.
"Nos llevaron a un campamento. Y me acuerdo que
había altavoces y decían: 'Hay que hacer cola'. Para comer. Y todos
corriendo", comenta Juanita.
Dos meses después, los niños fueron repartidos por decenas de colonias distribuidas a lo largo y ancho del Reino Unido.
Fiel a su compromiso, el gobierno no participó
en la manutención de los refugiados, que fue organizada por grupos tan
diversos como los sindicatos de mineros, los cuáqueros y numerosos
comités de ayuda.
Voluntarios británicos
Leonard Palmer tiene hoy 91 años y recuerda cómo
acompañaba a su padre, uno de aquellos voluntarios, a una colonia
cercana al bosque de Epping, al norte de Londres.
"Íbamos en bici hasta los límites de Woodberry
en Epping Forest y les llevábamos una barra de chocolate y cigarrillos.
Nosotros teníamos poco, pero ellos nada. Estoy muy agradecido del tiempo
que pasé con ellos", relata a BBC Mundo.
Al ser enviados a las colonias, el destino de
los niños se separa. Y a partir de ahí, sus experiencias en suelo
británico serán diversas.
Herminio comenzó un peregrinaje que lo llevaría a
Swansea, en Gales, a la ciudad norteña de Leicester, a Margate, en el
extremo oriental… Un periplo que define como "feliz".
Juanita, en cambio, pasó seis años recluida en
un convento católico y todavía siente rabia cuando recuerda el trato que
recibió de las monjas.
"Después de estar en familia y ser felices, para nosotras fue una cosa terrible. Y además se portaron muy mal", señala.
En principio, la expedición a Inglaterra sólo
debía durar tres meses, pero para la mayoría de los niños se prolongó
durante varios años.
Sólo tres meses
Muchos fueron reclamados por sus familias y regresaron al acabar la guerra en España, en 1939.
Pero otros, cuyos padres habían muerto, estaban
presos -como en el caso de Herminio-, exiliados o simplemente habían
empezado una nueva vida, permanecieron en su país de acogida.
En 1945, más de 200 continuaban en el Reino
Unido. Juanita fue uno de ellos. Su padre murió en la guerra. Su madre
se volvió a casar pero la situación familiar no era la ideal para que
regresara.
Por consejo de las autoridades vascas en el exilio, decidió quedarse en Reino Unido.
Aquí viven sus hijos y sus nietos y muchos le dicen que es inglesa.
"Sólo por tres meses… only for three months.
Quién iba a decir que iba a vivir aquí 75 años. Muchas noches me he
preguntado, ¿y si no hubieran matado a mi padre? ¿y si no hubiéramos
dejado España?".
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