Alberto Nájar BBC Mundo, México |
Le dicen El Ponchis, tiene 14 años de edad y era, según las autoridades, uno de los responsables de decapitar a los adversarios del llamado Cartel del Pacífico Sur, una organización de tráfico de drogas que opera en Guerrero y Morelos, al sur de México.
El menor fue capturado recientemente por el Ejército, pero su historia abre una nueva polémica en el país.
Muchos se preguntan qué hacer con los niños que participan en carteles de narcotráfico y la delincuencia organizada.
Es un fenómeno creciente. En febrero pasado la policía de Tabasco, al sureste del país, arrestó a una niña de 13 años “entrenada para delinquir y matar”, según dijo el gobernador Andrés Granier.
Y no se ve que haya remedio, al menos en el corto plazo. Especialistas advierten que muchos han crecido en un ambiente de violencia, pobreza y abandono familiar.
Eso los hace vulnerables ante los carteles de la droga, le dice a BBC Mundo Anabell Pagaza, presidenta del independiente Consejo Mexicano de Psiquiatría.
“Hay mucha falta de identidad en nuestros niños y adolescentes. De no ser nadie a ser sicario, narcotraficante, eso les da un sentido como seres humanos”, explica.
Vida corta
No existen datos oficiales sobre los niños y adolescentes involucrados en redes de narcotráfico o entrenados como sicarios.
Organizaciones civiles mencionan que unos 25.000 estarían involucrados en delincuencia de varios niveles, desde robos hasta asesinatos.
Pero el fenómeno ha crecido al mismo tiempo que aumentó la violencia por la disputa de carteles.
Muchos de los adolescentes que se enganchan en bandas de narcotráfico inician como consumidores, señalan especialistas y de ahí escalan posiciones hasta convertirse en vendedores de droga, vigilantes de casas de seguridad o sicarios.
Deben tomarse medidas urgentes, porque otros chavitos lo pueden tomar como ejemplo
Anabell Pagaza, presidenta del independiente Consejo Mexicano de Psiquiatría
En este contexto, historias como la de El Ponchis animan a otros menores, dice la especialista Pagaza.
“Deben tomarse medidas urgentes, porque otros chavitos lo pueden tomar como ejemplo”, señala.
Para ellos, el del narcotráfico es un camino corto. El director del Centro Binacional de Derechos Humanos de Tijuana, Víctor Clark, ha dicho que el promedio de vida de los menores en los carteles es de tres años.
Algunos mueren en enfrentamientos con bandas rivales, pero otros son asesinados por sus propios reclutadores.
Según la Red por los Derechos de la Infancia, que agrupa a varias organizaciones pro derechos de los niños, en los últimos cuatro
años han muerto unos 1.200 menores de 18 años por la violencia del narcotráfico.
En esta polémica, algunos han propuesto abrir albergues especiales para los niños sicarios, mientras que otros se inclinan por aumentar
los castigos.
Tres años de prisión
La historia de El Ponchis se conoció desde hace varias semanas, cuando las autoridades de Morelos iniciaron una operación especial
para su captura.
Se supo entonces que en las redes de internet circulaban videos del adolescente mientras torturaba hasta la muerte a algunas personas.
Era su tarea dentro del cartel del Pacífico Sur, que en realidad es una derivación de la banda que encabezaba Arturo Beltrán Leyva, El Barbas.
Cuando fue capturado El Ponchis dijo que recibía US$3.000 por cada rival asesinado. Cuando no localizaba a sus adversarios elegía a
cualquier persona inocente, para cobrar el dinero.
Las Procuraduría (fiscalía) de Justicia de Morelos ha dicho que, según las leyes locales, el adolescente podría enfrentar una sentencia máxima de tres años de cárcel.
El tema causa polémica, sobre todo porque cada vez son más los casos de niños sicarios.
El Senado analiza la posibilidad de reducir a 12 años la edad en que un menor puede ser sujeto de sanciones penales, especialmente quienes se involucren en narcotráfico u otras acciones de delincuencia organizada.
Actualmente la edad mínima es de 16 años, según las leyes de cada estado.
La propuesta no resolverá el problema, dice Anabel Pagaza, porque las causas que originan la violencia, es decir, adicciones, crisis familiar y económica, siguen vigentes.
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