El corazón es un órgano que desde que el niño está en el
vientre de su madre funciona. Tal como explica el cardiólogo-internista
doctor Tirso A. Roa Castillo, tiene cuatro cavidades y produce
aproximadamente 120 mil latidos por día, a una frecuencia de 80 latidos
por minuto.
En cada minuto bombea cinco litros de sangre al organismo y
no deja de trabajar en las 24 horas, ni de noche ni de día. No descansa
en ningún momento.
“El corazón es un órgano único, Dios lo hizo perfecto. Es el único órgano que la Biblia menciona más de 1,000 veces y dice: `Sobre toda cosa guardada guarda tu corazón, porque de él mana la vida´ (Proverbios 4:23)”, expresa el cardiólogo con entusiasmo.
Roa Castillo sostiene también que es el único órgano espiritual,
porque es donde se ubica el sentimiento humano. “En el cerebro está el
pensamiento, pero el sentimiento humano es el que dirige el éxito o el
fracaso del hombre”.
¿Cómo funciona? Hay quienes ejemplifican el
funcionamiento del corazón como el de una bomba que extrae e impulsa
líquidos, pero en realidad –aunque sí es una especie de bomba- ese
órgano vital trabaja de manera mucho más compleja, en ocasiones influido
por los hábitos y vivencias del individuo.
Básicamente, su mecánica de bombeo le permite recibir en la
aurícula derecha la sangre que ya ha recorrido el organismo -trayendo
consigo el dióxido de carbono-, de ahí la pasa al ventrículo derecho,
que a su vez la lleva a las arterias pulmonares. Por otro lado, la
aurícula izquierda recibe la sangre que viene oxigenada desde los
pulmones, la lleva al ventrículo izquierdo y éste a la arteria aorta,
que la redistribuye por todo el cuerpo.
Hoy día se sabe que el sistema nervioso autónomo coordina los
estímulos al corazón: por vía del simpático aumenta el ritmo y fuerza de
contracción; y por el parasimpático reduce el ritmo y fuerza cardíacos.
La sangre es impulsada por los movimientos de sístole y diástole. El
primero es la contracción del corazón para expulsarla y el segundo la
relajación para recibirla.
En condiciones normales, por medio de la sangre llegan oxígeno y
nutrientes a cada una de las células del organismo, en un ciclo que solo
se detiene con la muerte.
“Es el único órgano que tiene que ir a una velocidad, a una
frecuencia normal, ni rápido ni muy lento, porque si va muy rápido los
demás órganos sienten los efectos y si va muy lento también”, señala Roa
Castillo.
Indica que cuando el corazón va muy lento el organismo siente mareo,
presión baja. Si va muy rápido la persona se siente nerviosa. De tal
manera, que tiene que latir 80 veces por minuto, aproximadamente.
“No da síntomas, por eso la gente lo cuida poco. Si tiene déficits o
presión alta no da síntomas. La presión arterial tiene que estar en 120 –
80, pero a veces usted la tiene en 150 a 100 y no siente nada hasta que
los vasos que entran al corazón, que son las coronarias, sufren y
cuando sufren se infartan, porque la presión muy alta estrecha los vasos
y no llega sangre a ese órgano cardíaco y se infarta y entonces ahí la
gente se da cuenta”, lamenta el galeno.
Sin embargo, Roa Castillo asegura que si las personas cuidan el
corazón y lo chequean anualmente, después de los 18 años -aunque no se
sientan nada-, no tendrán problemas.
“Tiene que chequear el peso suyo para ver si está por encima de lo
que el corazón puede tolerar, porque el sobrepeso también lo puede
dañar. Usted tiene que chequearse el colesterol en sangre, porque le
puede tapar las arterias”, recomienda.
El doctor Roa Castillo es reiterativo en que el corazón lo que
necesita es prevención porque se hizo para no dañarse, “la gente lo daña
porque no tiene conciencia. La mayoría, a todo el que le da un infarto,
todo el que cae en insuficiencia renal, una trombosis, un evento
cerebral, es por falta de conciencia, no por dinero, por apellido ni por
color”.
Se queja de que las personas cuidan sus casas, hijos, la apariencia y
no cuidan sus corazones. “Debes por Dios, por ti mismo, chequear tu
corazón cada año: el ritmo a que va, la velocidad, la presión que tiene y
cómo está la sangre que maneja”.
Finalmente, el doctor Roa Castillo advierte que después de enfermarse
el corazón es una carga para la persona, su familia, la sociedad y el
país. “Todos los intensivos están llenos por los ignorantes y los
prepotentes, porque son los corazones que más sufren”.
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