Por Fernando Rodríguez Céspedes |
Hipólito Mejía y Miguel Vargas deben
tomarse un año sabático, si en verdad les
preocupa el destino del PRD, dejando que la alta dirigencia, de ambos bandos,
organice la convención pendiente para
escoger democráticamente, con el asesoramiento de la Junta Central Electoral, a
las autoridades que las bases, quieran darse.
Ninguno de los dos está por encima de
ese instrumento de lucha del pueblo dominicano que tantos aportes ha hecho a la
democracia de nuestro país. Ambos, con sus ataques y resentimientos personales se han descalificado
como políticos para regir los destinos de una organización llamada a ser un
ente de equilibrio en nuestro sistema democrático.
Varias de las figuras prominentes del perredeismo
histórico alineadas, coyunturalmente con Hipólito, no lo hacen por simpatías
personales con él, sino para defender,
con todo el derecho, el espacio, que les niega Miguel, y que se han ganado,
muchas veces, a riesgo de sus vidas.
El "tigueraje" y accionar de Hipólito, propio de los tiempos de los
montoneros lo descalifican tanto como la psico-rigidez de Miguel que se cree
amo y señor de un partido que debe dar paso a una nueva corriente de dirigentes con criterios
más avanzados sobre el quehacer político.
Dados los temperamentos y ambiciones de
estos dos mega machos, las traiciones recíprocamente enrostradas y las ofensas
personales que se han proferido, es muy
difícil que pueda prosperar ninguna mediación de reconciliación por muy bien
intencionada que esté.
La única vía a la vista para salir de
esta encrucijada, es que ambos depongan sus intereses y aspiraciones personales
y se retiren por un año para dar paso a
la organización de la convención pendiente bajo las orientaciones de la JCE y
la coordinación de los dirigentes de mayor respeto del PRD.
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