SANTO DOMINGO.- La ardiente y férrea postura
que asumió el presidente Danilo Medina frente al accionar en el país de
Barrick Gold, ha puesto sobre el tapete y en evidencia aspectos
fundamentales que sobre este caso no eran del conocimiento público.
En
efecto, la vehemencia y la fuerza empleada en el uso de las palabras al
abordar el tema, proyectaron claramente la indignación de un jefe de
Estado tocado igualmente por la irritación que envuelve a muchos
dominicanos enfadados por la notable desigualdad en la distribución de
los beneficios por la explotación del oro en Pueblo Viejo.
Asimismo, en
su intervención ante la Asamblea Nacional en su primera rendición de
cuentas, el presidente Medina reveló al país la existencia de una
Comisión Oficial de Alto Nivel, coordinada por el ministro de la
Presidencia, con el encargo de iniciar conversaciones con los ejecutivos
de la Barrick Pueblo Viejo.
Dicha comisión, designada inmediatamente el
mandatario asumió como Presidente, y de la cual poco o nada se sabía,
tenía por objetivo acordar modificaciones al esquema fiscal establecido
en el contrato, lo que no se ha logrado pese a decenas de reuniones en
los últimos seis meses.
En una clara actitud de indignación, el gobernante
deploró el hecho de que a la fecha no se haya logrado convencer a la
empresa minera sobre la necesidad y la urgencia de hacer las
correcciones necesarias al esquema actual de distribución de los
ingresos, entre la empresa y el Estado dominicano.
Tampoco estaba confirmado, y lo hizo en su
intervención el mandatario, que la visita al país del canciller de
Canadá se había sucedido como consecuencia del debate generado por la
solicitud para que se modifique el contrato entre el Estado dominicano y
la Barrick.
Pese a elogiar la reputación de la empresa, al
asegurar que está convencido de que se trata de una minera seria y
responsable, Medina no evadió coraje para lanzar una especie de
ultimátum a la multinacional: “Quiero hacer hoy un último llamado a los
ejecutivos de la Barrick Pueblo Viejo para que accedan a revisar los
aspectos fiscales del contrato, pues el esquema actual de distribución
de ingresos, luego del alza en los precios del oro en el mercado
mundial, es inaceptable.
En busca de reciprocidad, el presidente Medina,
como una especie de “echar en cara” le recordó a la Barrick Gold una
petición que ésta hizo en el 2007, para que el Gobierno le flexibilizara
los aspectos fiscales, tras lo cual las autoridades aceptaron ir a la
mesa de negociación y como resultado de ese diálogo la Cámara de
Diputados aprobó, en noviembre de 2009, establecer modificaciones al
régimen fiscal del contrato.
Usar en su discurso el término “migajas” para
referirse a los exiguos beneficios que recibe el Estado por la
explotación del oro, el ejecutivo de la nación muestra su ahora conocida
inconformidad con la situación.
Y más enfado dejó traslucir Medina cuando advirtió
que es “sencillamente inaceptable (esta última palabra escrita en alta)
que de cada US$100 de ingresos de la exportación de oro y otros
metales, la Barrick recibiría 97 dólares y el pueblo dominicano sólo
tres.
Y casi la ira siguió: “Yo, Danilo Medina, les
aseguro que eso no sucederá”, al alertar que la minera se quedaría
prácticamente con todo y los dominicanos con nada, si no se modifica el
contrato.
Aunque a muchos les pareció un grito de guerra, el
presidente Danilo Medina lanzó una especie de “canto patriótico” para
redondear su criterio: Quiero que me escuchen bien: El oro que subyace
en el suelo de la patria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón, es del
pueblo dominicano.
Autor: LUIS BRITO
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