Autor Tiberio Castellanos |
No sé por qué esta tarde recuerdo a Reginaldo Atanay.
No sé, quizas si porque estuve leyendo
versos de Antonio Machado. Nostálgicos recuerdos de Soria: ríos, álamos y
chopos. "Álamos de las márgenes del Duero".
Yo tenía largos planes con Atanay. Se había
mudado de New York, donde vivió largos años, a una localidad cercana a
Miami. Y ya, para nuestro regocijo, había estado en algunos de nuestros
Viernes Culturales Dominicanos.
Ah, sí. Es que también he estado escribiendo
sobre cenizas y cremación. Y a Reginaldo lo cremaron. Y no sé si
-cenizas al Atlántico para que fueran a Dominicana-. No lo sé, ahora se
inventan ceremonias e intenciones. A mi no me gusta eso.
Otra cosa es que me sorprendió que Reginaldo
tuviera al morir tan sólo 72 años. Yo había calculado que tendría al
menos ochenta y más, como yo. ¿ Cómo sabía tanta vieja historia
dominicana y de dominicanos? Y no la aprendida en los textos de Moya
Pons o algún otro. No, historias de las que él fue también testigo.
Y
que contaba con tanto sabor dominicano. Alguien tiene que estar
coleccionando estos trabajos de Atanay para su publicación en un
interesante libro de historia dominicana.
Es que Reginaldo comenzó su notable y larga
carrera de periodista cuando el era muy joven todavia, en aquel El
Caribe de imprenta con tipos de plomo. Y no recuerdo si Reginaldo contó
algo de sus inicios en esa vieja imprenta de El Caribe donde comenzaron
su carrera otros periodistas. Esto no lo recuerdo.
Sí, yo tenía muchos planes con Atanay. Pues
estando cerca de Miami, hubiéramos podido organizar con él muchas
actividades en nuestros Viernes Culturales Dominicanos.
Atanay era hombre de muchas ideas. Y de muchos conocimientos. Además era un dominicano sin rencores.
Y sin egoismos. Era, Reginaldo Atanay, un hombre bueno.
Su recuerdo esta tarde es el encuentro con un viejo amigo.
Un abrazo.
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