Autor Tiberio Castellanos |
En un tiempo. al ponerte en la frente
la cruz de ceniza, el cura te decía: - polvo eres y en polvo te
convertirás-. Ahora se dice: -conviértete-. Pienso que no hay en el
cambio una gran diferencia, salvo que, posiblemente, sea más didáctica
la fórmula de la conversión.
Sí, porque conversión es cambio. De lo
regular, para lo bueno. De lo bueno, para lo mejor. Y, como ven,
no parto de lo malo. No creo que esta vez sea necesario.
Y esto de la conversión y el cambio, y
aquello de que, tarde o temprano volveremos al polvo ( y más ahora que a
casi todos los que no somos muy ricos nos creman, al menos en Miami),
me hace pensar, que cada nuevo día que nos dan ( y a mi son muchos los
días que el patrón me ha dado y que mucho agradezco) es una nueva
oportunidad para transformar viejas costumbres, en buenos hábitos.
Porque todos tenemos viejas costumbres
que no nos ayudan a mejorar nuestra condición humana. Y no quiero
mencionar aquí viejas costumbres que son a la vez feos pecados, es
decir, muy feos vicios. No, algunas no son tan malas. Pero, entiendo que
tampoco son muy convenientes. Por ejemplo, el levantarse no muy
temprano.
A mi me parece, que si se me regala,
cada día, el dia de hoy, yo debo recibirlo y saludarlo, al amanecer. Es
decir, al comenzar la vida de ese día. Y en ese momento, dar a Dios
gracias por ese día que nos da. Por el dia de hoy.
Que en definitiva, es el único que ahora tengo, el de hoy.
Pero no me haga mucho caso. Usted levántese a la hora que le de la gana.
Pero, si lo hace como yo, encontrará,
cada mañana, un nuevo mensaje de luz que va desde la yerba de los patios
hasta las nubes. Y algo suave en la brisa mañanera que los que se
levantan tarde siempre se han perdido.
Encontrará que la gente a su
paso, aunque casi todos van a su trabajo, son mas receptivos a su saludo
mañanero: ¡buenos dias! ¡buenos días!. Que en un tiempo decíamos, ¡
buenos dias nos de Diós! y eso es lo que yo quiere decir cuando te
saludo por la mañana.
En fin, es tiempo de conversión, de
cambio. Te digo, que no a todos nos vendrá la invitacion al cambio tan
radical, tan patente, como a aquel Saulo camino de Damasco.
Pero yo te invito. Sin la menor
posiblilidad de tumbarte del caballo, ni de producirte una pasajera
nublazón en los ojos, para que luego veas la gran Luz. Sin eso, pero
quizas recordando también eso, yo te invito.
Un abrazo.
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