En 1901, el hallazgo de un extraño objeto entre los restos de un antiguo buque romano revolucionó el concepto sobre cuán sofisticada fue la tecnología antigua.
El mecanismo Antikythera, fabricado en la Antigua Grecia, es considerado el computador mecánico más antiguo del mundo; un complejo artilugio de dientes y engranajes que se creía inventado durante la Edad Media.
Desde su descubrimiento, expertos internacionales de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, tratan de descifrar los secretos de este enigmático aparato.
Pero un hombre lleva más de tres décadas haciéndolo en solitario: el físico e historiador británico Michael Wright.
La dinámica celeste
Wright empezó a estudiar el artefacto griego en 1974 y su búsqueda todavía continúa.
Ex curador del Museo de la Ciencia de Londres, Wright fabricó una réplica del Antikythera que colocó en un taller de su jardín de Hammersmith, en Londres.
Está convencido de que el aparato se creó para calcular los movimientos planetarios, empleando una deslumbrante matemática y una matriz compuesta por 30 dientes mecánicos.
"La gente se preocupaba por la dinámica de los cielos", explica Wright, "querían entender el cielo. Mucha gente analizaba su horóscopo y querían saber dónde estaban posicionados el Sol y la Luna cuando nacieron. Incluso podría tener un fin filosófico: ‘puedo usar la máquina para controlar el cielo. ¿Es así como lo hacen los dioses?’".
Antecedentes
Cuando Wright inició su investigación, el único que había publicado un trabajo al respecto era Derek Price de la Universidad de Yale.
Price sugirió que funcionaba introduciendo fechas en el aparato para obtener información sobre cuerpos celestes.
"Al principio parecía que Price había solucionado el problema", recuerda Wright, "pero cuando miré otra vez vi que los cálculos no funcionaban".
Derek Price no puede defender su trabajo, ya que murió en 1983, pero Wright asegura que hay un elemento crucial de su investigación que no cuadra, y es el que señalaba que los engranajes tenían 128 dientes, cuando en realidad tenían 127.
Esto significa, explica Wright, que la posición de la luna variaba unos pocos grados cada año. "Es un 0,8% impreciso", apunta. "Puede que no suene a mucho pero si lo multiplicas causa grandes problemas".
"Es como un reloj, sólo un pequeño margen de error y empiezas a perder trenes", dice a modo de ejemplo.
El reloj bizantino
A partir de ahí, Wright continuó la tarea de desvelar cómo funcionaba el Antikythera, trabajo que recibió un renovado impulso en 1983, al descubrir el segundo objeto más antiguo de características similares: un reloj de sol bizantino del siglo VI.
Sorprendentemente, el hombre que trajo este objeto al Museo de la Ciencia de Londres dijo haberlo comprado a un mercader callejero en Líbano.
"Me fui metiendo en la mente de un mecánico heleno. Trataban de recrear un movimiento particular y lo hicieron de una forma muy bella"
Michael Wright, historiador y físico
Según explicó Wright, tras analizar este reloj de sol volvió a estudiar el Antikythera. "Quería saber si podía resolver el misterio".
Estima que ha invertido más de 1.000 horas en el proyecto, trabajando día y noche con el experto australiano Allan Bromley.
Wright aprendió radiografía y a manejar su propio aparato de rayos X para analizar en profundidad el mecanismo.
"Estábamos seguros de que podíamos hallar nuevos datos", dice.
Terminaron tomando unas 700 radiografías del aparato, que fueron llevadas a Sydney, en Australia. Pero Bromley desarrolló un cáncer terminal.
"Sabía que Bromley estaba muriendo lentamente, pero él lo negaba. Necesitaba recuperar los datos, pero tuve que esperar hasta que admitió que no le quedaba mucho tiempo", explica.
"Cuando los conseguí, fui capaz de contrastar todas las teorías que se cruzaban mi mente".
El enigma heleno
Wright está convencido que la parte frontal del objeto es un planetarium, con un asa para cada uno de los cinco planetas conocidos por los astrónomos de la Antigua Grecia, moviéndose en el círculo del Zodíaco.
Uno de los grandes retos que enfrentaron sus antiguos diseñadores, dice Wright, fue que los planetas, que usualmente se mueven de oeste a este durante la noche, en algún momento se paran y regresan en dirección contraria.
"Este movimiento en zigzag intrigaba a los griegos", explica, "pero se dieron cuenta de que se podía reproducir si tienes un circulo montado sobre otro círculo".
"Me fui metiendo en la mente de un mecánico heleno. Trataban de recrear un movimiento particular y lo hicieron de una forma muy bella".
Paralelamente al trabajo de Wright, otro grupo de historiadores, matemáticos y astrónomos también se metieron de lleno en la reconstrucción del Antikythera.
Predicción de eclipses
"Nuestro modelo mostró por primera vez que el mecanismo incluía un ‘saros’, un sistema de predicción de eclipses, con funciones marcadamente sofisticadas", afirma Tony Freeth, miembro del grupo.
"Nuestro modelo explicó que el engranaje en la parte trasera tenía dos funciones distintas, unas que ninguna de las investigaciones hechas desde su descubrimiento lograron detectar".
"Sobre todo, entendimos que las piezas identificadas por Wright reproducían el movimiento de la Luna de una forma sorprendente".
No obstante, tras un siglo de estudios realizados al Antikythera, todavía no se ha logrado explicar gran parte de los mecanismos que lo componen.
"La última palabra no ha sido dicha o escrita", dice Wright, "quizás no será en nuestra generación. Puede que alguien logre ir más allá algún día".
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